En un momento en el que los recortes en investigación ocupan titulares de prensa, un equipo de la Universidad de Oviedo, liderado por el investigador Ángel Manteca, ha recibido una de las mayores ayudas de la Unión Europea. Dotada con 1,3 millones de euros, esta beca ‘Starting Grant’ abre posibilidades como el descubrimiento de nuevos antibióticos.
Encontrar nuevos antibióticos puede ser fundamental para el futuro de la medicina, ya que los más habituales empiezan a generar resistencia en los pacientes. Es una de las razones por las que la Unión Europea ha otorgado esta ayuda, que asegura financiación para cinco años al equipo liderado por Ángel Manteca. También se abren posibilidades en el conocimiento de procesos relacionados con el cáncer o en el hallazgo de otros compuestos farmacéuticos.
-El objetivo a estudiar es el Streptomyces, una bacteria muy abundante en el suelo terrestre. ¿Qué interés tiene?
-Tiene un doble interés. Por un lado, desde el punto de vista de investigación básica porque tiene un ciclo de vida muy complejo, que incluye procesos de diferenciación y de muerte programada, parecidos a otros que hay en células superiores relacionadas con el cáncer -es muy diferente, pero el origen evolutivo está ahí.
Y por otro lado, desde el punto de vista industrial esta bacteria es muy importante porque produce sobre el 80% de los compuestos bioactivos de interés en biomedicina, sobre todo antibióticos, pero también antitumorales, inmunosupresores, antifúngicos… un poco de todo.
«Para obtener una ayuda como ésta necesitas una idea novedosa y arriesgada»
-¿Cómo comenzó sus investigaciones con el Streptomyces?
-Yo hice mi tesis trabajando con esa bacteria en la Universidad de Oviedo, bajo la dirección de Jesús Sánchez Martín. Durante la tesis trabajé en el estudio del desarrollo de esta bacteria y definimos un nuevo ciclo de desarrollo. Es una bacteria con un ciclo de vida muy complejo, porque no es la típica bacteria unicelular, sino que es multicelular y forma algo parecido a los tejidos. Y encontramos, entre otras cosas, la fase que está produciendo los antibióticos.
-Luego viaja a Dinamarca a hacer el Postdoctorado…
-Sí, viajé hasta allí para seguir profundizando en el tema. Mi estancia fue un poco atípica porque en ese centro nunca habían trabajado con esta bacteria, pero es el mejor grupo europeo especialista en proteómica, unas técnicas que permiten identificar y cualificar el proteoma (proteínas de una célula). Yo llevaba mi idea y sabía lo que quería hacer; lo que no tenía eran los medios, que es lo que aportaron ellos. Fue una especie de intercambio.
-¿En qué consiste el siguiente paso?
-Es la continuación de lo que averigüé en Dinamarca, y consiste en caracterizar bioquímicamente las proteínas que se activan en cada fase para ver si conseguimos controlar el proceso. Para ello sería deseable encontrar la «proteína mágica» -por decirlo de alguna manera- que activa la producción de antibióticos. Por otro lado, sabemos qué proteínas están en unas fases y otras, pero no sabemos qué están haciendo. Así que ahora vamos a ir una a una buscando su función, con el fin de controlar la producción de antibióticos y descubrir otros nuevos. Y también con el objetivo de controlar y entender mejor los procesos de muerte programada y desarrollo, algo que podría tener en el futuro una aplicación en los procesos de cáncer, de muerte programada en células superiores. Todo depende de lo que averigüemos.
-Eso se va a desarrollar gracias a una beca Starting Grant que le ha concedido la Unión Europea. ¿Qué supone recibir esta ayuda?
-El hecho de que me hayan concedido este proyecto es gracias a los resultados que obtuve en Dinamarca y también porque es la línea de investigación en la que me he especializado.
La convocatoria que yo pedí es muy especial: es para gente joven -10 años desde que leyó la tesis-; tienen que ser proyectos únicos, para un único investigador que dirija el proyecto; y además tienen que ser ideas en la frontera del conocimiento. O sea, que quieren un tema novedoso y un proyecto arriesgado. Un tema del que potencialmente pueda salir algo impactante, pero que también puedas llegar a la conclusión de que todo lo que habías planteado de partida esté mal. Y desean que no haya otros grupos trabajando en ese tema, que tú formes un grupo que sea de referencia en un futuro. Es un lujo que nos la hayan concedido porque además disponemos de cinco años, mientras que normalmente los proyectos largos suelen ser de tres.
«La bacteria Streptomyces tiene un doble interés, tanto por la investigación básica como desde el punto de vista industrial»
-¿Es cierto que hay muy pocas convocatorias para investigadores jóvenes?
-Sí, uno de nuestros grandes problemas es que podemos optar a muy pocas convocatorias porque te piden tener un contrato estable con un centro de investigación o una universidad. Yo en España por ejemplo no he podido pedir nunca un proyecto porque hasta hace poco no tenía contrato estable. De hecho, mi contrato se acababa en diciembre de 2012 y corría el riesgo de tener que marcharme y perder toda la investigación que había desarrollado con el Streptomyces.
-Podía elegir cualquier lugar de Europa para instalar su laboratorio, ¿por qué se quedó en Oviedo?
-Precisamente porque Oviedo es muy fuerte en el estudio de esta bacteria. En la parte química hay un grupo muy bueno en esta Universidad, que es el de José Antonio Salas. Y también lo es el grupo de Jesús Sánchez Martín, ya jubilado. En León la empresa Antibióticos de León, aunque ha ido a menos sigue siendo bastante fuerte; trabaja también con esta bacteria y tenemos relación con ellos. Y también hay grupos de investigación en esa ciudad trabajando con esta bacteria.
-¿Cómo se uniría la parte de investigación a la comercial?
-Estoy en investigación básica todavía, voy paso a paso. Conozco empresas interesadas, que están haciendo lo que yo quiero hacer, que es aislar cepas y buscar nuevos compuestos en ellas. Ahí es donde yo querría colaborar, pero para eso aún es pronto para mí. Necesito probablemente unos tres años, pero mi idea es hacerlo fácil para que salga adelante, usar las empresas que ya funcionan, siempre y cuando no quieran aprovecharse demasiado. Crear una empresa nueva sería muy pedante y una locura por mi parte, además de muy lento. Yo no quiero lucrarme con esto, trabajo en la Universidad y afortunadamente no necesito enriquecerme por esa vía.
-¿Cómo calificaría el nivel de la ciencia asturiana?
-Yo creo que es bueno, aunque hay que reconocer que hay de todo. Teniendo en cuenta lo pequeña que es la Universidad de Oviedo en comparación con otras universidades, está muy bien. Si vas a buscar grandes proyectos o número de publicaciones, las universidades grandes tienen más, pero esas cifras hay que ponderarlas. Yo acabé mi carrera en el 2000, y tengo que reconocer que en este tiempo aquí se ha mejorado muchísimo. Se puede hacer prácticamente de todo. Para cosas muy concretas como la proteómica me he tenido que ir fuera, pero tenemos bastantes medios.
Mejorar la producción industrial de antibióticos
En la producción industrial de antibióticos hay básicamente dos líneas de trabajo. Por un lado, la producción de los ya conocidos, terreno en el que la investigación del equipo de Ángel Manteca podría aportar avances y ayudar a la comprensión del proceso: «Mejorarlo es difícil -puntualiza el investigador- porque la industria ha probado de todo empíricamente, pero sí podemos por ejemplo aportar progresos en la productividad y el proceso».
Otra vía es la búsqueda de nuevos antibióticos, que es donde Ángel Manteca podría revolucionar el panorama actual. Tradicionalmente había empresas dedicadas a la búsqueda de antibióticos, partiendo de diferentes suelos de todo el planeta. Era un campo de trabajo muy rentable y dio lugar a muchos descubrimientos, pero también se desecharon muchas posibilidades. Ángel Manteca plantea rescatar cepas descartadas, «de las que se podría obtener algo interesante. Con el problema actual de resistencia a antibióticos, potencialmente podemos descubrir otros nuevos».