Lleva más de veinte años dibujando una tira diaria en La Voz de Asturias. Eso son muchos días y muchos trabajos, que se suman a colaboraciones con otros medios. Ahora, su curriculum se ha completado con un Premio Mingote, otorgado por el diario ABC a una tira sobre la crisis publicada en octubre de 2008.
Curiosamente, Mingote es una de las referencias de Neto, y por él se ha puesto por primera vez un esmoquin. Bueno, por él y por el Rey, que le entregó el premio el pasado 13 de junio en Madrid, y por otras tantas personalidades que se le suponen a una ceremonia de gala. El Premio Mingote es importante, como todos los premios, pero sobre todo porque permitirá una mayor difusión de su trabajo, para compartir lo que en Asturias es ya sabido: Neto sabe poner el dedo en la llaga, despertando a la vez una sonrisa. Es un raro talento, que ahora ha recibido un reconocimiento especial.
-Tu estilo es sencillo, usando los mínimos elementos en las viñetas. ¿Cómo se consigue decir tanto con tan poco?
-Para mí la esencia del humor es el minimalismo del mensaje, así ganas efectividad. Creo que cuando alguien logra hacer eso se puede considerar humorista gráfico. Y lo aplico tanto en lo gráfico como en lo conceptual. En los textos procuro que la frase sea exactamente la justa, que no haya una palabra de más, incluso si se logra prescindir del texto mejor todavía, aunque a veces no se puede. Y respecto al dibujo, me interesa que sea funcional; puede ser bonito, pero no tanto como para distraer la atención, porque el mensaje tiene que ser instantáneo y los elementos no pueden despistar. Yo, por ejemplo, prescindo de los fondos salvo que digan algo, no hago una sola línea para decorar.
-En tu currículum destaca haber trabajado en La Codorniz. ¿Crees que eso ha influido en tu trayectoria?
-Lo de colaborar en La Codorniz suena vistoso, pero es anecdótico. Yo tenía dieciséis años y eran los primeros dibujos que mandaba a un medio con la intención de publicar. Lo que yo quería era ser dibujante de cómics, hacer series como el Capitán Trueno o Jabato, que me apasionaban. Pero enseguida me di cuenta de que no sabía dibujar como para eso, que había que ser muy bueno, manejar el estilo naturalista que a mí no se me daba bien. La única posibilidad era dibujar humor, donde la realidad está distorsionada y te permite inventar tu estilo. Forges, por ejemplo, no es un buen dibujante, lleva haciendo el mismo muñeco cuarenta años porque así lo inventó. Así que mandé unos dibujos a La Codorniz y se publicaron. Eso me permitió colaborar varias veces en una revista que tenía treinta y cuatro años y estaba en los últimos estertores. Así que justo cuando veo un dibujo mío publicado, va y cierra.
Sin embargo, fue importante para mí. Aparte de la ilusión de ver un dibujo mío impreso, fue llegar a la conclusión de que ése era mi camino, lo cual fue muy acertado porque no hubiese llegado a nada en el mundo del cómic o el dibujo. También porque los humoristas somos los únicos que podemos desarrollar una labor profesional continuada, en prensa y revistas de información.
«Claro que hay humoristas mujeres, pero es difícil dedicarse a esto, más para una mujer que se enfrenta a un mundo ya limitado de por sí»
-Siempre has reivindicado que el humor, al menos el que tú tratas de hacer, no puede ser de mal gusto. ¿Se puede llamar a las cosas por su nombre y seguir siendo elegante?
-Sí, y ahí radica otra de las claves de mi concepto del humor. Eso lo aprendí de Mingote, quizá la lección más importante: su tremenda elegancia, la manera de decir las cosas sin decirlas. Yo tengo una línea marcada que sé que no debo sobrepasar, o al menos procuro no hacerlo. La prueba de que funciona es quizá que en veintitrés años haciendo tiras de carácter político nunca nadie protestó.
-Muchos humoristas dicen que el secreto es reírse con los demás y no de ellos.
-Efectivamente, lo importante es saber distinguir lo personal de lo público. Si un personaje ejerce de servidor público, debe asumir que los demás digan algo si una cosa no le sale bien. También es cierto que el humor aún conserva una especie de patente de corso, y en eso le lleva ventaja al artículo de opinión: se encaja mejor una crítica dibujada que una escrita. Una viñeta, para ofender, tiene que ser muy ofensiva.
-¿Es complicado vivir del humor en tiempos de crisis?
-Yo no noto la diferencia, porque tengo una serie de colaboraciones que continúan con regularidad y sigo con mis tareas habituales. Bien es cierto que la crisis está afectando particularmente a las publicaciones, a la prensa, periódicos y revistas, y muchos de ellos cierran. Lo que significa que algún humorista se queda sin esa colaboración, porque se recorta papel y presupuesto. Claro que la crisis afecta, en la medida que afecta a todo, y hay menos actividad.
«De Mingote aprendí la elegancia, la manera de decir las cosas sin decirlas. La prueba de que funciona es que en veintitrés años haciendo tiras políticas nunca protestó nadie»
-La mayoría de los humoristas gráficos son hombres, ¿qué pasa con las mujeres?
-No es que no existan humoristas mujeres, y ahora hay más que antes. Digamos que la incorporación progresiva de la mujer en todos los ámbitos es notoria, y aquí igual, desde finales de los 70 hasta hoy. Pero éste es un trabajo muy selectivo, hay que darse cuenta de que cada periódico puede tener uno o dos humoristas, y eso hace que el número de trabajos sea limitado. El resto son gente que dibuja ocasionalmente, pero es difícil dedicarse a esto, más para una mujer que se enfrenta a un mundo ya limitado de por sí.
Aún así, tenemos a Nani, una colombiana afincada en España que publica una tira en El País. Maitena quizá sea la que más se conozca, que es argentina y también está viviendo aquí. Se trata de gente que ya triunfó en su lugar de origen y que viene aquí con propuestas frescas, que funcionan. Pero lo cierto es que aún no hay demasiados ejemplos que poner.
-En tu caso, el papel de tu mujer ha sido muy importante en tu carrera. Ella te ayudó a elegir qué trabajo presentar a este Premio Mingote.
-Para mí juega un papel fundamental, porque la tengo siempre como referente. Ella es muy crítica conmigo, me intenta echar abajo muchas cosas, y aunque no siempre le hago caso para mí es fundamental conocer su criterio. Se mete mucho conmigo, porque dice que no sé dibujar manos y yo me enfado porque lo que tiene que ver es qué reacción le produce, qué entiende ella, qué lectura hace. A veces necesito ese tipo de test, para ver si soy demasiado críptico en mi idea.
En este caso, tenía que elegir dos obras de todo el trabajo de un año e hice una selección de veinte tiras en las que me encallé, y necesitaba otra opinión. Mi mujer escogió las tres tiras que finalmente manejamos, y la última se descartó ya casi a suertes, o sea que ella fue muy responsable de este premio.
«En el norte tenemos un humor más socarrón, más indirecto. La ironía aquí es la reina, y a mí me encanta utilizarla porque permite decir las cosas sin herir».
-¿Hay algo que defina el humor gráfico asturiano frente a otras regiones?
-Es difícil hablar de tendencias. Para que se cree una escuela deben darse circunstancias que no se dan en Asturias, ni prácticamente en ningún sitio de España. Para eso tienen que concurrir una serie de creadores juntos en un trabajo común, véase La Codorniz o la historieta cómica de Bruguera. Nuestro trabajo en los periódicos es muy individualista, cada dibujante es un mundo y tiene su estilo particular.
Dicho esto, en la medida en que uno es asturiano, piensa como los asturianos. Además, en mi caso, al crear un mensaje también tengo en cuenta quién va a leerlo, el público al que me dirijo. Subconscientemente, debo tener los resortes que para mí son de humor y que sé que la gente reacciona ante ellos. En general en el norte tenemos un humor más socarrón, más indirecto. La ironía aquí es la reina, y a mí me encanta utilizarla porque permite decir las cosas sin herir. §