Marco Rodríguez es uno de los rostros más conocidos de la TPA. Desde hace más de veinte años recorre Asturias contando la historia de los lugares a los que va y también el día a día de las muchas personas que les dan vida. Asturianos en el mundo, Pedaladas o Conexión Asturias, son algunos de los programas en los que ha trabajado.
Es asmático desde que tiene recuerdo. Cada vez que iba a Querúas, el pueblo de su padre, se ponía malo por la humedad del mar y acababa en Jarrio ingresado. Los médicos les dijeron a sus padres que sería un niño muy “delicadito”, pero como él dice entre risas “al final no lo fui tanto”. Marco Rodríguez te cautiva desde que comienza a hablar. Lleva la pasión por la comunicación en los genes y a lo largo de la conversación desgrana pensamientos y sentimientos con la misma facilidad con la que se deja sorprender por preguntas que tal vez nunca se había planteado. Apasionado del deporte y de la aventura fundó la asociación Deporte Solidario Asturias que a día de hoy sigue desarrollando su actividad.
-¿Cómo fueron tus inicios en el mundo de la comunicación?
-Empecé a hacer Económicas, después cambié y me fui a Turismo. Desde niño escucho la radio y leo la prensa deportiva y un día, vi en el periódico que había un curso de radio en la extinta radio Vetusta de Oviedo, me apunté en septiembre u octubre del 96. Estando ahí Pepe Bonilla y David Serna, que todavía siguen en activo y son dos fenómenos de la radio, nos comentaron a otro chico y a mí que nos enfocásemos por el mundo del deporte, que había un puesto vacante en la Televisión Local de Oviedo para hacer esa sección. Fuimos a hacer la prueba y nos cogieron a los dos. El otro compañero es Nacho Turón, director de deportes de TPA. Ahí empecé a compatibilizar la carrera de turismo con la comunicación, a ver si así sabía por dónde tirar. Las cosas empezaron a ir bien y estuve nueve años en Oviedo Televisión haciendo información deportiva, hasta que empezó TPA. Casualmente me hicieron una prueba en la productora que hacía deportes y en la de entretenimiento y gusté más en esta última. Pensé que no iba a poder cambiar mi rol, que mi vida iba enfocada al deporte, pero en junio de 2006 empecé y hasta hoy. En el programa Conexión Asturias he ido planteando alguna inquietud particular y tuve mucha suerte porque me cogió la época de vacas gordas. Hacíamos Asturianos en el Mundo y había proyectos que se cubrían a nivel internacional, gracias a eso subí el Kilimanjaro, hice una expedición en bicicleta entre el Tíbet y Nepal. Después propuse entrenar y hacer actividades en bici, así me recorrí toda Asturias y al margen del programa en el que estaba, surgió Pedaladas como formato, con Santi Pérez que fue ciclista profesional. Como el programa gustó y funcionó nos recorrimos Los Pirineos, Los Alpes, estuvimos en Dolomitas, Italia… y todo gracias a la apuesta de TPA, de mi productora y de algún patrocinador que se fue sumando a la historia porque veían que era un mensaje fresco, positivo, cero politizado, todo tema turismo, divulgación, buenas prácticas. También hicimos la Ruta de la Plata y cruzamos España de Gijón a Sevilla con el tema de la seguridad vial. Ahora, como hay menos presupuesto y las cosas no están como estaban, hacemos proyectos un poco menos potentes, pero igual de ilusionantes.
“En los pueblos, cuanto más humilde es el sitio que visitas, más se vuelcan en darte y más te quieren. Con lo cual yo soy un firme defensor de que la gente, normalmente, es buena. Hay muy pocos malos, lo que pasa es que hacen mucho ruido”
-En junio, junto a algunos sanitarios, hicisteis un recorrido en bicicleta por Asturias para comprobar cómo estaba la situación después de la llegada del Covid. ¿Qué te encontraste?
-Me encontré que Asturias, para esta situación, tiene la fortuna, y para el día a día el infortunio, de tener mucha población dispersa y relativamente envejecida. Pero la gente mayor sí se tomó esto en serio, sí se confinó y estuvo tranquila en su casa, con lo cual vi a las personas con un pelín de miedo a lo que les venía de fuera, pero muy seguros de que ellos lo estaban haciendo bien. Vi a los empresarios de los lugares pequeños como Amieva o Ponga con muchas ganas de empezar otra vez porque la situación económica la vivieron muy al límite y ahora tenían ganas de arrancar, pero de hacerlo con mucha seguridad. Vi mucho compromiso en esa Asturias que está intentando sacar la cabeza. Ganas de trabajar, pero con cuidado, con respeto, con todas las medidas de seguridad. Sin posicionarme políticamente, creo que esta es la clave de que aquí se estén haciendo las cosas bien tanto políticamente, como con la responsabilidad de la gente y a todo esto contribuye que seamos una población relativamente pequeña y muy dispersa. Yo creo que también se está concienciando el que viene de fuera, porque ve que los que estamos aquí lo hacemos e incluso al que se sale de su sitio, se le reprende. Esto lo vi en varios sitios, la gente se pone seria con el tema y de momento nos está yendo relativamente bien. También es cierto que es inevitable que repunte en algún momento porque está habiendo muchísimo movimiento. Yo le tengo bastante miedo al otoño con el tema de la gripe. Fíjate que cuando lleguen esos meses, si pillas una gripe, no vas a saber si es coronavirus. Vas a tener que llamar al 112, no te lo van a saber decir, se va a colapsar todo, por si acaso te van a dejar en casa 14 días, esto va a suponer bajas, ERTEs… Yo creo que va a ser gorda y ojalá me equivoque.
-¿Cómo surgió el otro proyecto de hacer el Camino de Santiago e ir contándolo?
-En agosto, en Conexión Asturias, nos ponen tres horas de programa porque se reinventa en magazine y el programa asume la franja. Yo le pregunté a la productora: ¿cómo vamos a hacer tres horas de programa si ahora mismo no hay nada? Y les propuse hacer el Camino de Santiago e ir contando la vivencia. Nos cruzamos Asturias de oriente a occidente, desde Bustio hasta Vegadeo en nueve etapas. Una media de 20 kilómetros al día caminando más hacer el programa. La última etapa, que fue de Vegadeo hasta Santiago de Compostela, la hicimos en bicicleta porque se cumplían diez años de haber hecho el Camino de Santiago para TPA la primera vez. La volvimos hacer los mismos que aquella primera vez. Fue especial.
“La gente mayor sí se tomó la pandemia en serio, sí se confinó y estuvo tranquila en su casa, con lo cual -recorriendo Asturias- vi a las personas con un pelín de miedo a lo que les venía de fuera, pero muy seguros de que ellos lo estaban haciendo bien”
-Estarte quieto no es lo tuyo ¿no?
-¡Qué va! No paro y me va a dar algo. Yo creo que después de esta semana que viene o paro yo o me va a parar el cuerpo que es lo que me suele pasar. Al final no solo son las expediciones que son días concretos, sino que hay que prepararse, entrenar, más el curro, la familia… Llevo haciendo esto muchos años y el día que tenga que parar no sé cómo voy a reconducir todo, porque a mí esto me da vida, aunque me la quita por otro lado. Son muchos esfuerzos porque además yo no soy ningún fuera de serie físicamente, más bien todo lo contrario. Yo era un niño asmático crónico, que cada dos por tres estaba enchufado a una máquina en silicosis. Pero luego gracias al ejercicio y a llevar una vida saludable tuve una evolución y fueron cambiando las cosas.
-De todas las aventuras, reportajes, programas… ¿cuál es del que te sientes más orgulloso?
-Me hace sentir muy orgulloso y para mí tiene una relevancia especial una expedición al Picu Urriellu. Cuando me enteré que habían tirado la imagen de la Virgen de las Nieves que hay en la cumbre, me puse en contacto con un cantero que hay en Cangas de Onís, nos talló una virgen nueva y la subimos al pico. Duró cuatro años, alguien la volvió a tirar y se rompió en veinte pedazos. El trozo más gordo apareció en la base del pico y un montañero de casualidad la encontró, me lo comunicaron, subí a buscarla a la ladera, la bajé y de esa piedra rota el mismo cantero me hizo otra aprovechando lo poco que se intuía de la imagen y la volvimos a subir al pico. De momento todavía está allí. No me declaro católico ni creyente, más bien soy agnóstico, pero es un símbolo de esa montaña y hay que respetarlo igual que yo respeté las banderas tibetanas cuando estuve allí y como hay que respetar las culturas. Esta es una de las cosas de las que me enorgullezco un montón.
-¿Qué es lo que hace que un niño enclenque supere todo eso y apueste por retos deportivos como los que estás haciendo?
-Siempre me gustó mucho el deporte y mis padres me apuntaban, aunque sabían que no iba a llegar a nada a nivel de competición, pero me relajaba mucho porque también soy muy nervioso e inquieto. De niño probé con el fútbol y se me daba mal, con el balonmano, también mal. Hice judo y sí que me ayudó mucho porque te da un equilibrio y unos valores como el respeto, el saber perder, levantarse… Después de unos cuantos años y gracias a un profesor que me convenció y que a día de hoy es un grandísimo amigo que es Julio Muñiz, entré en un club que se creó en el año 88, el Club Lucha Oviedo. En ese momento dejé el judo y me puse a hacer lucha libre olímpica y, como era un deporte muy minoritario, acabé destacando mínimamente y fui al campeonato de España de infantil. Empecé a sentir que ya no era tan enclenque como parecía, no llegué nunca a ser un gran luchador, pero estaba en las competiciones y socialicé mucho. El deporte siempre fue el vínculo que me llevó a decir que todo es posible. Mi vida siempre fue el deporte, aunque fuese practicándolo de manera amateur o viéndolo. Yo no sabría vivir sin ver fútbol, sin estar en contacto con los deportistas. Cuando entré en Tele Oviedo, gracias a hacer la sección de deportes, hice amistad con los grandes deportistas de la época de finales de los 90 principios de los 2000 como Samuel Sánchez, Santi Pérez, Fernando Alonso con el que tengo muy buen trato y también montamos una asociación que está viva a día de hoy que se llama Deporte Solidario Asturias. Empezamos a organizar la Gala de la Solidaridad y la hicimos 18 años. Era un evento que, en un principio, recaudaba juguetes, después alimentos y que reunía a los mejores deportistas de Asturias. El deporte me ha dado absolutamente todo lo que soy. Después me di cuenta de que entrenando y cuidándome un poco, yo también podía hacer cosas de cierto nivel. La verdad es que es una mezcla de pasión y de creer que puedes. Y si crees que puedes, puedes. Yo eso lo he comprobado.
-Supongo que superar estas limitaciones físicas reales a base de esfuerzo te habrá dado una dimensión de ti mismo que desconocías…
-Absolutamente de acuerdo. He superado esto, pero siendo totalmente consciente de mis limitaciones. En el Kilimanjaro me dio mal de altura y los que estuvieron conmigo, uno de ellos era médico, me dijo que estuve muy al límite, con una situación complicada. Sufrí sustos importantes con el deporte, pero también me hizo ver cuáles son mis limitaciones, conocerme. A mí la altura no me sienta bien porque en el Tíbet también me pasó lo mismo, pero hay que saber frenar y escuchar a tu cuerpo y esto es algo importantísimo. Hay gente que está obsesionada con las medicinas, enseguida va al fisio, al psicólogo y esto no es así. Tienes que escuchar a tu cuerpo y él te habla, lo tengo comprobadísimo. Si lo haces y sabes parar cuando él te lo dice, aceleras cuando tienes que acelerar y no te agobias, te puedes autocontrolar. No digo auto medicarte, pero controlarte a ti mismo sí que puedes.
“El deporte siempre fue el vínculo que me llevó a decir que todo es posible”
-¿Qué es lo más importante que has aprendido en tu trayectoria desde que comenzaste hasta ahora?
-Yo creo que lo más importante y te lo digo de corazón, es que hay que ser muy humilde, que no hay que creerse nada, porque siempre va a haber alguien que hizo más que tú y no se dio importancia. Con esta actitud llegas a abrir todas las puertas. A mí me han abierto muchas que creí que en la vida me las iban a abrir simplemente porque vieron que yo no engaño. Me puede salir bien, mal o regular, pero lo que digo lo cumplo o hago todo lo posible por cumplirlo. Todo el mundo, patrocinadores, amigos, gente que me conoce o que no me conoce, nota cuando alguien va de corazón. Odio a la gente que te dice una cosa y luego hace otra. No reprocho nada a alguien que dice que quiere hacer algo y cree que el resultado va a ser uno y luego no le sale. Si lo intenta y lo hace de corazón, y se nota cuando es así, me vale igual. Creo que en todo lo que he hecho, evidentemente nadie es infalible y alguien se puede haber sentido engañado por mí, el ser humilde es lo que me abrió todas las puertas. De hecho, a las mejores personas que he conocido, gente a nivel internacional, esa es su actitud. Nada de prepotencia, ni de chulería, cero ostentaciones y me parece que ese es el camino. En Conexión Asturias hay veces que algún compañero dice: “qué pereza tener que hacer hoy esta cosa”. Yo lo entiendo, porque el día a día es complicado, pero siempre les digo lo mismo a los que entran nuevos: date cuenta de que vas a ir a ese lugar, esa persona seguramente no salió nunca en la televisión y no va a volver a salir, con lo cual para ella el día de hoy es uno de los más importantes de su vida y tú eres el que va a llevar las riendas de ese momento. Así que tienes que estar motivado porque ese es tú compromiso. Esta tenacidad es la que me ha llevado a conseguir cosas que tienen cierta importancia, pero no porque sea mejor ni peor que nadie, ni tenga más instinto, ni me hayan tocado con una varita, sino porque la clave es trabajar, trabajar, trabajar y ser honrado.
-¿Todavía hay buena gente?
-Sí, mucho más frente a la tendencia que hay ahora de pensar que la sociedad está podrida y que todo el mundo tiene intereses. En el día a día, yo compruebo que la inmensa mayoría de la gente, y los asturianos sobre manera y esto no es patriotismo barato, somos muy buena gente, honrados, nobles y cariñosos. En los pueblos, cuanto más humilde es el sitio que visitas, más se vuelcan en darte y más te quieren. Con lo cual yo soy un firme defensor de que la gente, normalmente, es buena. Hay muy pocos malos, lo que pasa es que hacen mucho ruido. Claro que me sorprenden a diario y date cuenta de que, en nuestro programa, tenemos la inmensa suerte y felicidad de conocer a quince personas cada día. Luego me da un poco de pena porque me paran y me preguntan si no me acuerdo de ellos, pero ¿cómo le explico yo que llevo veinte años conociendo a un montón de gente todos los días y no me acuerdo de todo el mundo? Me puede resultar muy conocida su cara, pero como no la vea ubicada en su sitio, no soy capaz de saber quién es. Me da mucha rabia, pero me resulta imposible.
“No me declaro católico ni creyente, más bien soy agnóstico, pero los símbolos hay que respetarlos igual que yo respeté las banderas tibetanas cuando estuve allí y como hay que respetar las culturas”
-A nivel personal, ¿qué te aporta la conexión con la gente?
-Todo, porque aprendes de cada uno de ellos. Te cuentan su pequeña historia y acabas comprendiéndolos. Muchas veces dices: las claves de mi vida son estas, me voy a regir por esto y no entiendo a la gente que es de esta manera. Después resulta que vas a los sitios y el que hace esas cosas que tú no entiendes, te explica por qué las hace y acabas entendiéndole. Por eso vuelvo a que hay que escuchar y que toda persona tiene algo que aportar. Ahí está la clave de hacer bien tu trabajo, una buena conexión, de transmitir y comunicar. El eje central está en escuchar, llegar con tiempo a los sitios, hablar y la gente, sin querer, se relaja cuando ve que tú no eres una súper estrella de la televisión sino todo lo contrario. Es mi curro, gano mil y pocos euros y siempre le digo a la gente que yo soy un trabajador como otro cualquiera y que mi trabajo es comunicar. Él me tiene que contar todo lo que quiere que yo ese día traslade a los espectadores, porque cuanto más le conozca, mejor lo voy a contar. Entonces la gente se relaja, se abre, te cuenta su vida y después fluye porque se siente a gusto. Esto no es un patrimonio mío, sino de todos los reporteros del programa que vamos por la misma línea y eso es lo chulo, conseguir que la gente se sienta bien y cómoda. Es un esfuerzo diario porque hoy estoy contando un asesinato y mañana una fiesta, pasado hablo con un madreñero, al día siguiente un empresario que se reinventa, al siguiente con las vacas en el monte… Es un curro apasionante, pero requiere mucha concentración.
-Acabamos hablando de valores primarios pero muy poco usados: primero escuchar y después hablar.
-Sí, pero ¿a ti no da la sensación de que la gente no escucha? ¿Que la gente piensa que lo que dice es absoluto? A mí me encanta escuchar y aprendo mucho haciéndolo.
“Yo era un niño asmático crónico, que cada dos por tres estaba enchufado a una máquina en silicosis. Pero luego gracias al ejercicio y a llevar una vida saludable tuve una evolución y fueron cambiando las cosas”
-Después de tantos años ¿mantienes viva la capacidad de sorprenderte?
-Creo que no la he perdido. Seguro que cuando el cuerpo ya no me permita hacer esto que hago y que me encanta, seguro que me voy a sorprender a mí mismo con alguna otra historia. Mira qué pijada, pero yo creía que mi deporte después del ciclismo, cuando el cuerpo ya me dijese «para», iba a ser el golf y no sé porque, porque nunca jugué. Me gustaba ver el Master de Augusta con mi padre cuando era crío, pero nada más. Haciendo una marcha en bicicleta de montaña me pegué una ostia bastante grande, rompí dos costillas, la clavícula y me quedó el hombro derecho un poco chungo, así que creo que el golf ya no va a ser mi deporte en el futuro. Puede ser la pesca o cualquier otra cosa, me reinventaré y seguro que me voy a sorprender a mí mismo de nuevo.
-Las cosas intangibles, las que no ves pero que sientes, ¿son la apuesta de más valor?
-Sin duda, y es porque te aportan grandes vivencias. Por ejemplo, estuve en Perú haciendo un programa en el que conocí a la Madre Covadonga, una señora asturiana que ahora tiene 95 años pero que por aquel entonces tenía ochenta y muchos. Gracias a aquel reportaje la trajeron a Asturias y pudo crear un hospital para invidentes en Perú. Todas estas vivencias las tengo dentro y si algún día escribiera todo lo que hice podría dar las pinceladas generales de todo: las sensaciones, el darme cuenta de lo afortunado que soy porque cuando era niño y veía en fotos o en películas el monte Kilimanjaro, no me imaginaba que yo pudiera estar allí. Así que el ir allí, poder contarlo, la superación por lo que me costó físicamente y lo que me supuso en todos los sentidos, es algo que no se puede narrar y lo llevo dentro. No hay límite para cualquier cosa que me plantee y que lógicamente esté dentro de mis posibilidades. Creo que cualquier persona debería mirarse hacia dentro y pensar igual, seguro que cada uno puede dar mucho más de sí de lo que cree, pero tiene que creer en ello. Cuando pienso en una expedición, hago el esquema básico de a dónde voy, qué quiero hacer, dónde vamos a dormir, llamo a los sitios, pregunto qué capacidad tienen, qué precio nos podrían hacer… Luego se inicia un trabajo de día a día que lleva horas y horas, que se hace en silencio y de verdad que aparte del trabajo, empleo unas cuantas horas al día en toda la parte de gestión de esas expediciones y a veces también me pasa factura porque hay veces que colapso. Pero yo creo que todo el mundo, si quiere, puede llegar a ello. Al igual que la capacidad física, la mental también hay que entrenarla y siempre es más fácil decir que no puedes y que para eso no vales que probar e intentarlo.
-Entonces, todos estos retos que tú te planteas ¿te dan la dimensión real de quién eres y de la capacidad que tienes?
-Exacto, pero yo no me puedo engañar a mí mismo. Hay una circunstancia en todo esto y es que después de cómo fue mi infancia, de haber llegado con mi esfuerzo a una posición en la que puedo ser relativamente influyente sin ser un médico o alguien que salva vidas, me he dado cuenta de que acompaño a muchas personas. Llego a los pueblos y me dicen: no te puedes hacer idea de la compañía que me hacéis. A mí esto me mete una presión enorme, porque si la vida me ha puesto en esta posición, no me quiero dejar llevar. Quiero contribuir y entonces busco hacer cosas que luego pueden llegar a la gente. Yo me impongo esa responsabilidad de ser un referente. Si un día sales en una conexión y se te olvidó poner la mascarilla, ya tienes unos cuantos mensajes en las redes sociales recriminándote el tema. Y es verdad, pero soy humano, me equivoco y en este sentido todo el equipo estamos muy responsabilizados, aunque no te creas que muchas veces sea fácil la situación.
-¿Entiendes la vida sin compromiso?
-No, no. ¡Qué va! Hay que comprometerse siempre y a veces se falla, pero sin compromiso no hay vida. No entiendo a la gente que pasa por la vida de puntillas y esquivando todo lo que le viene de cara, porque al final tienen una existencia vacía. La vida es muy corta y hay que vivirla. Por desgracia yo he tenido gente a mi alrededor que se pasó toda la vida amarrando, pensando que así le iba a ir mejor y de pronto les llegó un cáncer o algo que no esperaban y no habían vivido nada, no tenían experiencias que contar. La vida hay que vivirla sino ¿para que la quieres? Es algo que se nos dio, que es gratis y que hay que afrontar. ¿Qué emoción tiene sino?
“Yo creo que lo más importante, y te lo digo de corazón, es que hay que ser muy humilde, que no hay que creerse nada, porque siempre va a haber alguien que hizo más que tú y no se dio importancia”
-Y supongo que ya puestos, intentar dejar tu huella ¿no?
-Si te soy sincero esta ya es una parte egocéntrica de decir: cuando me muera que por lo menos salga en el periódico y que alguien pueda decir: se murió este tío que hizo esta serie de cosas. Para algunos habrá sido más o menos referencia y otros ni te conocerán, pero hay que pasar por la vida dejándose ver. Y ojo que se cometen errores, nadie es infalible. Yo cometí muchos y en su día no hice caso de mis padres, creí que era gigante pero una vez que ya adquieres tu dimensión y puedes de alguna manera dejar huella, tienes que hacerlo, porque te juro que no entiendo el que pasa y no hace nada.
-¿Merece la pena una vida vacía sin ningún tipo de reto o motivación?
-No, no merece la pena. Si oyen esto mis padres se van a enfadar, pero es así. Yo ahora tengo pareja desde hace seis años y también me pide que baje un poco el pistón y esto espero que no me pase factura. Le he dicho que me ha conocido así y así es como soy. Por suerte o por desgracia no tengo hijos y si me cambiaran las circunstancias familiares tal vez tendría que parar un poco y no pensaría tanto en la aventura y en nuevos retos ni vivencias. A lo mejor llega un día que esto también me condiciona, pero a día de hoy, no sé vivir sin eso, sin esa sensación de no saber qué va a pasar. En eso que no tengo previsto es donde está la emoción.
-Si lo dejases también te convertirías en una persona que sería diferente a la que tu pareja conoció y de la que se enamoró…
-Sí, y te aseguro no sería la persona que me gustaría ser. Llegará un momento en el que tenga que tener una evolución personal, no puedo estar haciendo expediciones con 60 años como si no pasase nada. Me gustaría tener mi propia familia y cambiar en ese sentido, pero mientras esas circunstancias no se den, voy a seguir como estoy porque me ha ido bien y soy feliz. A lo mejor, cuando todo cambie, empiezo a meterle el gusanillo a mi hijo o hija porque sé que les va a aportar mucho. Por ejemplo, la montaña aparte de la serenidad que te da, tiene también sus valores de respeto a la naturaleza, del contacto con otras personas y otras muchas cosas que yo creo que en la sociedad actual se están perdiendo. Veo a los chavales de trece a quince años, que todos los tuvimos, y necesitarían, más pronto que tarde, un poco de todo esto. Si se les educase en el respeto a los demás, a los animales y a su entorno, igual cambiaba un poco la sociedad. Pero esto hay que hacerlo desde el principio.
-¿Eres quién eres a día de hoy gracias a tus padres?
-Sí, sin duda. Cuando empecé en la televisión local de Oviedo, yo era un chaval de veintipocos años y aunque estaba en una ciudad pequeña, pude caer en el error de pensar que la gente me conocía, que las chicas se fijaban en mí, en pensar que porque tenía cuatro duros en el bolso ya era un fenómeno… pero mis padres siempre me dijeron: relájate, así no vas a llegar a nada, déjate de historias y trabaja. La educación en mi casa siempre fue en base a la humildad, al trabajo y al esfuerzo. Esto hay que llevarlo dentro, porque te pueden decir lo que sea que si tú eres un quinqui acabarás siéndolo, pero que te reubiquen si te sales un poco del carril, tener la suerte de tener quien lo haga, que hay quien no la tiene, es muy importante. Yo tengo la referencia de mis padres muy clara. Lo de las aventuras no les mola mucho porque para mi madre sigo siendo el niño asmático al que le sigue diciendo que tenga cuidado, fíjate que me sigue diciendo que no me manque y tengo 45 años. Un día le dije: “a ver mamá que pude haber palmado dos veces y no lo hice, estate tranquila que esto es un paseo en bicicleta con los amigos”. Al final creo que reconocen que cada uno es como es y que no me van a poder cambiar. Sí que es verdad que van para mayores y que cuantos menos sustos les dé mejor…
“La educación en mi casa siempre fue en base a la humildad, al trabajo y al esfuerzo”
-¿Tienes la sensación de ser quien querías ser?
-Sí y estoy orgullosísimo de ser quien soy. Muchas veces la gente me dice esa aldeanada de: “qué pena, con la de años que llevas y nunca tuviste la oportunidad de ir a Madrid”. Pero siempre pienso: pude haberlo hecho pero, ¿para qué voy a ir si yo soy feliz aquí? No me imagino saliendo de un hipotético trabajo en Madrid, en Barcelona o donde sea y no tener a mi gente, mi familia, mi bicicleta, poder tomar algo con mis amigos de siempre, salir a entrenar, ir a la playa… Yo no concibo mi vida fuera de Asturias. A lo mejor el día de mañana las circunstancias me lo marcan, pero pudiendo estar aquí no me voy a ningún lado. Esto es un paraíso y los asturianos creemos muy poco en nosotros. Yo lo compruebo con los amigos que tengo fuera, ellos en cuanto pueden vienen a Asturias y muchos te dicen que serían felices aquí. Yo no quiero irme, estoy encantado. Tengo aquí mi vida y todo lo que necesito, porque para ser feliz no se necesitan quinientos mil euros en el banco y abundancia de todo. Tampoco vivir al día, pero se trata de estar contento, de salir de trabajar y si el día está guapo poder decidir que te vas a tomar una botella de sidra, o coges la bicicleta o voy a ver a mis padres… Mil cosas que puedes hacer y eso sobre todo te lo marca el entorno. Yo no podría vivir sin eso. Soy feliz aquí y no me va a mover nadie.
-¿Qué tiene que tener una idea para que te seduzca y te comprometas con ella?
-Tiene que tener alma, verdad, contenido. Muchos años hice expediciones e historias vinculadas a alguna asociación o fundación para darles visibilidad y eso fue lo que me hizo creer siempre en las cosas que hacíamos. El hacerlo era la excusa para visualizar cosas como por ejemplo el Asperger, el trabajo que hace el Banco de Alimentos o la asociación Down Asturias con los que seguimos haciendo un desfile de moda. Tienes que tener un objetivo claro, saber lo que significa el reto y visibilizar a este tipo de colectivos y que ellos en ningún momento sientan que los estás utilizando para tu historia. Eso nunca, tienen que ver que te involucras, que quieres saber lo que hacen, cómo trabajan. El caso más claro fue cuando hicimos un documental en Somiedo con los chavales de la asociación Aspace, que es gente con parálisis cerebral. Agradecieron muchísimo que les fuéramos a visitar al centro, que durante cuatro o cinco horas atenderíamos sala por sala el trabajo inmenso que se hace con esas personas. Después de completar ese trabajo hicimos una actividad por la montaña de los Lagos de Somiedo. Que el final del documental fuera un paseo con ellos, que se metieran en nuestra actividad, para mí fue uno de los documentales más bonitos que hicimos porque vimos cómo de verdad había servido para mucho. Lo que tiene que tener un proyecto para esa seducción es alma, que puedas creer en lo que estás haciendo, que te convenza y que tú convenzas a los que involucras.
“Lo que tiene que tener un proyecto para que me seduzca es alma, que puedas creer en lo que estás haciendo, que te convenza y que tú convenzas a los que involucras”
-¿Conferir siempre un sentido a lo que haces?
-Siempre. Tiene que haber una meta y un sentido. Hacer por hacer no aporta nada, para eso lo llevas a cabo en tu intimidad y para ti mismo. Pero si ya es un proyecto que tiene que tener una visibilidad televisiva, o en redes sociales o una visualización más amplia, tiene que tener un por qué, sino las cosas las podría hacer cualquiera.
-Dime algo con lo que sueñes y que todavía no has podido hacer.
-No sé… la verdad es que ahí me has pillado. No lo sé… He cumplido con todas mis expectativas. Siempre quise ser deportista profesional, pero eso ya no lo voy a poder conseguir con lo cual ni me lo planteo. Cuando mi amigo Santi Pérez me cuenta que estaba en el Tour de Francia, en el Giro de Italia, cuando casi gana la Vuelta a España o cuando ganó las etapas de Granada que nos emocionaron a todos me da cierta envidia. Haber podido vivir eso me hubiese encantado, debutar en primera o segunda división o jugar a un nivel futbolístico importante hubiera sido mi sueño, pero a eso no puedo llegar con lo cual lo que no es alcanzable no merece la pena darle vueltas. Pero a nivel personal no sé qué decirte. Me has jodido, pero lo voy a pensar.
-Pues hay que tener alguno, que sin ellos te conviertes en algo que no eres y vas poco a poco desapareciendo…
-Como también me están insistiendo tanto en el entorno que tengo que parar, tampoco quiero pensar mucho más allá porque a lo mejor me quedo solo. Y es verdad que hay que soñar porque si no te empobreces y dejas de ser feliz. Porque yo creo que ser feliz es eso, ser uno fiel consigo mismo, intentar acertar la mayoría de las veces. Hay que dejarle claro al que va a tu lado que tu camino es ese, tampoco puedes estar engañando, pero si dejas de ser quien eres empiezas a morir despacito.