Cuando ya tenía cuatro novelas publicadas, llegó La ofensa (2007), el libro que hizo que la crítica se refiriera a este autor asturiano como la revelación literaria de la temporada. En 2008 publica Derrumbe, una historia en clave de thriller que reflexiona sobre el mal y el miedo.
«Habitamos en una sociedad del hartazgo y de la sobreabundancia, pero estamos terriblemente solos»
-De alguna manera Derrumbe invita a la reflexión sobre el vacío existencial del ser humano.
-Es una posible lectura. Vivimos en una época donde priman las reproducciones, las copias, los simulacros. Aunque nunca hemos estado tan en contacto los unos con los otros, tampoco nunca hasta ahora habíamos sentido la necesidad de crear tantos yoes virtuales, tantos mundos paralelos, tantas formas de realidad distintas de la propia realidad. Habitamos en una sociedad del hartazgo y de la sobreabundancia, pero estamos terriblemente solos. De hecho, una de las preguntas que subyace a Derrumbe se podría formular así: ¿Por qué en la sociedad occidental, disponiendo de todos los medios materiales a nuestro alcance para ser felices y buenos, somos, en muchos casos, malvados y tristes?
«Derrumbe es una novela radicalmente contemporánea, un libro que sucede aquí y ahora»
-¿Por qué el relato sobre la maldad seduce y atrapa al lector?
-El mal actúa como un espejo doble y siempre deformante. Por un lado nos devuelve una imagen aterradora de nuestro propio interior; por otro, nos consuela al hacernos creer que nunca podríamos encarnarnos en las manifestaciones del mal que nos acechan. En uno de los pasajes de la novela se dice que toda sociedad necesita generar su catastro de monstruos, porque eso nos alivia de nuestra indigencia moral y nos hace pensar que somos mejores de lo que en realidad somos. El mal, paradójicamente, interpela a lo más íntimo de nuestra naturaleza, pero al tiempo promete con protegernos de su influjo.
-¿Qué aporta de nuevo este libro en tu trayectoria literaria?
-Derrumbe es un libro solidario de mi novela anterior, La ofensa, pues ambos indagan en una misma dirección: la disección del mal y el grado de responsabilidad de los individuos y de las colectividades. Lo novedoso en este caso es la perspectiva, el foco, pues Derrumbe es una novela radicalmente contemporánea, un libro que sucede aquí y ahora. En La ofensa, lector y escritor se sentían espectadores; en Derrumbe, lector y escritor saben que pueden ser -que, de hecho, son- actores de lo que se cuenta. (…)