Como autor, Xulio Arbesú ha tocado varios palos, desde la novela hasta el teatro, y anda últimamente girando un espectáculo que mezcla poesía y música con sabor a tango, junto a Anabel Santiago. La novela Eternu negociu le ha dado el último Premio de Narraciones Trabe, uno de los más prestigiosos que se conceden en la región.
–Eterno negociu plantea una relación como una transacción.
-El reto de fondo es hacer una reflexión sobre la pareja moderna. Con un tono de humor, la trama trata de un hombre que tiene bastante dinero, y lo pone a disposición de encontrar la pareja que a él le conviene. Quiere hacer una especie de negocio razonable, como se hacía en otros tiempos en que los padres concertaban el matrimonio, claro que luego va cayendo en lo que quería soslayar, que es el lío de sentimientos que siempre surgen.
-¿Cómo afronta la literatura en asturiano estos tiempos de crisis?
-La crisis es buena para la literatura, eso lo dice todo el mundo y es verdad. Los tiempos difíciles han dado siempre autores y obras importantes, y yo pienso que mucha gente ahora debe de estar escribiendo, aunque sólo sea porque se ha quedado en paro y no tiene otra cosa que hacer. Profundizando un poco más, creo que el reto es que el escritor como intelectual tuviese algo de lucidez para aportar a la sociedad en la que vive, en el género que sea. Si hay respuestas o reflexiones que hacer sobre lo que nos está pasando, yo quiero apuntarme a ese carro.
«Mi enfoque es siempre la humanidad. Para mí la unidad principal es el planeta Tierra, y mi pensamiento es que no hay unidad sin diversidad, por eso hay que conservarla en todos los aspectos»
-¿Desde qué perspectiva pueden hacerse esas reflexiones?
-Mi enfoque es siempre la humanidad. Para mí la unidad principal es el planeta Tierra, y mi pensamiento es que no hay unidad sin diversidad, por eso hay que conservarla en todos los aspectos. Con este enfoque, el tema es el destino del ser humano, en qué hemos mejorado y en qué hemos empeorado desde la época de las cavernas. En general yo creo que vamos a mejor, aunque a veces seguimos portándonos fatal con nosotros mismos. Y dentro de esto está cómo nos va a afectar la tecnología, que va mucho más veloz que el conocimiento y la reflexión.
-¿El factor humano puede llegar a diluirse en la tecnología?
-La clave está en llegar a un acuerdo entre lo que queremos ser y lo que no queremos perder, y no es fácil. Yo hablo de progreso errante, en el sentido de que hay un progreso que nos ha dado bienestar, salud y muchas otras cosas, pero nadie lo controla ni lo prevé, nadie valora sus efectos secundarios ni su posible impacto. El premio Nobel de la reflexión sobre el futuro debería existir ya, es tan importante como el de medicina o de química.
-¿Qué futuro le ve Asturias?
-Asturias sobrevivirá. Es una región con un gran carácter, y probablemente tenemos más recursos que otras regiones: hay un tejido industrial, que está tocado y es deficiente, pero lo hay; hay campo, en decadencia, pero ahí está. Las nuevas generaciones de asturianos están muy formadas, y aunque mucha gente se va, pienso que con el tiempo habrá posibilidad de que otros se queden aquí.
-Ha sido objetor de conciencia. ¿A qué objeta hoy en día?
-A muchas otras cosas, como al consumo desenfrenado o la corrupción. Sobre todo la corrupción del rico, porque a veces al pobre no le queda más remedio que transigir para ir tirando, pero que el que tiene mucho dinero se meta en eso, porque ya tiene un yate pero quiere otro…
En mi día fui objetor de conciencia no porque estuviera en contra del ejército español en concreto, sino porque estaba en contra de la carrera armamentística en general. Eso sigue vigente, porque además hoy la guerra no se entiende: antes no dejaba de ser una tribu contra otra, aunque fueran naciones, pero hoy en día estamos todos en el mismo barco, así que no tiene sentido que tiremos cañonazos de proa a popa.