Su bisabuelo Camilo abrió la confitería en Oviedo en 1914. Ha pasado desde entonces más de un siglo en el que la historia de este negocio va unida a la biografía familiar e incluso a la misma crónica de la ciudad de Oviedo. Para José Juan de Blas es mucha responsabilidad portar el testigo de una saga con tanta tradición. Tanto en la estética como en el sabor, los pasteles de Camilo de Blas ejercen como embajadores de Asturias y recuerdan, especialmente en Navidades, la importancia del dulce tradicional.
-La tradición es fundamental en este negocio.
-Claro. La primera confitería la abrió mi bisabuelo en León, y allí se hizo un nombre, pero cuando vino aquí no le conocía nadie. Él optó por la mejor publicidad posible: la calidad. Por ejemplo, en la posguerra a veces abría sólo un día a la semana porque no conseguía los productos para hacer los pasteles. Y con eso perdía dinero, claro, porque lógicamente a los empleados había que pagarles igual. Por eso yo, como sucesor de esta saga, no me planteo otra filosofía que ésa, algo que también mantuvieron mi padre y mis tías. Eso es lo que nos ha dado un prestigio que me siento responsable de mantener.
-Lógicamente el negocio ha ido evolucionando. ¿Cuáles han sido los puntos de inflexión más importantes?
-Los productos clásicos siempre funcionan, y yo soy partidario de mantenerlos, pero también es verdad que hay que ir con los tiempos, y hemos ido creando nuevos tipos de pasteles, semifríos… Por ejemplo preparamos productos para personas alérgicas al gluten o a la lactosa: quizá hay quien opine que son muy costosos pero para mí es dar un servicio a familias que no por tener a alguien con estas restricciones van a tener que ir a comprar a otro sitio.
«El carbayón lo creó mi abuelo por encargo, para representar a Oviedo en la primera Feria Internacional de Asturias, que se celebró en Gijón en 1924»
Un punto de inflexión fue cuando abrimos la tienda en el centro comercial del Calatrava, porque eso nos acercó mucho a los jóvenes. Yo tenía miedo de que con las nuevas generaciones nuestra tienda se convirtiera en la tienda «del abuelo» y eso nos dio mucha visibilidad para un montón de chavales que descubrieron la calidad de Camilo de Blas en productos que ya estaban acostumbrados a comer.
-Otro cambio ha sido el uso de nuevas tecnologías. ¿Cómo fue esta transición?
-Yo no estaba muy convencido de meter el ordenador en la tienda, pero la verdad es que nos ha supuesto una gran ventaja. Mi tía, que ya tenía cierta edad, hacía los albaranes uno por uno, para más de doscientas cafeterías. Claro, cuando vio que era meter los datos y darle un botón, se quedó sorprendida y preguntó: ¿y ahora qué voy a hacer yo? Porque de repente le había quitado su trabajo. Y yo le contesté que era maravilloso que su trabajo le diera un respiro, que tuviera tiempo para una pausa, para saludar a los clientes e incluso ir a tomar café con alguno. Y eso le dio otra calidad de vida y aumentó la relación con los clientes, que es algo que también cuidamos mucho.
-Aquí en 1924 se creó el carbayón, uno de los dulces más conocidos no sólo de Oviedo sino de Asturias. ¿Por qué este dulce tiene tanto éxito?
-Efectivamente, este dulce se creó para la celebración en Gijón de la primera Feria Internacional de Asturias. El Ayuntamiento encargó a mi abuelo que preparara un pastel para representar a los de Oviedo y le puso el nombre de carbayón, porque así es como se conoce a los ovetenses, por el famoso roble que estaba en la calle Uría. Pues ir a Gijón y triunfar con ese nombre… como que ya teníamos el futuro hecho. Después mi padre hizo la labor de difusión y poco a poco se fue haciendo nombre. Además vienen muchos turistas en verano que se los llevan, y ellos mismos se han encargado de darlo a conocer en todas partes.
-Además hay otros negocios que también lo elaboran.
-A mí me han preguntado muchas veces que por qué no lo habíamos patentando, supongo que es algo que en aquella época no se hacía. Pero además yo siempre digo que el secreto de estas cosas no es una patente, sino demostrar cada día que tu producto es el mejor. Es un orgullo cuando viene alguien y te dice «esto no lo había probado, este carbayón no lo conocía» porque significa que algo estás haciendo bien.
-¿Cuál es el secreto de un buen dulce?
-A mí me hizo mucha gracia una vez que nos preguntaron qué potenciador echábamos en el mazapán. Pues el potenciador se llama almendra marcona, el que la usa no necesita otra cosa, ni se gasta un dinero en potenciar un sabor que puede ser original. Esto es algo que no se puede perder, esté como esté la almendra, si puedes mantener el precio mejor y si no lo subes un poco, pero lo que no puedes bajar jamás es la calidad.
-La tienda original es marca de la casa, y conserva muchos de los elementos originales. ¿Qué les aporta este local con encanto?
-Es verdad que es costoso pero es algo digno de conservar. El mostrador es de mármol de Carrara de color gris, que ya no lo hay. Es una pieza única y catalogada en el patrimonio de Oviedo. Cuando reformamos la tienda tuve que poner un aval en el banco por si se estropeaba, cosa que me pareció sorprendente. Mucha gente viene sólo a ver la tienda, sacan fotos y se van. Una vez vino un grupo con un guía que les dijo: «señores, esto es patrimonio para ver pero también es un negocio que los propietarios tienen que mantener, así que si son tan amables compren algún producto». Y es una buena manera de que la gente sea consciente de que mantener todo esto es complicado.
-La confitería ha sido usada como localización de películas, quizá la más conocida la de Vicky Cristina Barcelona. ¿Cómo fue esta experiencia?
-Un día vino por aquí la hermana de Woody Allen con una amiga que le estaba enseñando la ciudad. Les enseñé la tienda, ella compró unas pastas, cogió el teléfono y llamó a su hermano: «Woody, tienes que ver esto» y le explicó cómo llegar. Total que sin aviso previo nos aparece Woody Allen en la tienda, empezó a recorrerla, a mirar, de vez en cuando daba un golpe en el mostrador… y después de unas cuantas vueltas se fue. Y a los dos días me llaman de la productora para decirme que quieren rodar aquí. Nosotros encantados, claro. Además de que fueron muy discretos y educados. Yo le decía al equipo que cogieran lo que quisieran y ellos no tocaban nada más que cuando era necesario: Scarlett Johansson cogía una cajita para hacer una prueba y la volvía a dejar en su sitio. Y al día siguiente, eso sí, vinieron todos a comprar. Fueron muy amables, una gran experiencia.
-En breve comienza la campaña navideña. ¿Cómo se vive esta época en Camilo de Blas?
-Es la época más importante del año. Nosotros tenemos productos especiales como las bolas de turrón de nuez que llamamos Nuglass. Son nueces glaseadas que antes hacíamos sólo en Navidad, pero la gente las congelaba para que durasen más, así que ahora las fabricamos durante todo el año. Además son un producto avalado por la Red de Juderías europeas, cosa que nos ha hecho mucha ilusión porque es algo que partió de ellos. También tenemos los mazapanes, los hacemos en forma de anguila y la gente los conoce como cuélebres, por buscarles una raíz asturiana. Y por supuesto no pueden faltar los turrones.