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viernes 18, octubre 2024

Haberlas haylas

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Según Sebastián de Covarrubias, las brujas son “cierto género de gente perdida y endiablada que, perdido el temor de Dios, ofrecen sus cuerpos y sus almas al diablo en trueco de una libertad viciosa y libidinosa”.

En la antigüedad, también eran llamadas jorguinas, vocablo derivado del jorguín u hollín, en relación al hollín que se les quedaba pegado al salir volando, como se solía decir, por los cañones de las chimeneas.

En ocasiones fueron llamadas estriges, que, según Covarrubias, “dicen ser unas aves nocturnas, infaustas y de mal agüero, que naturalmente apetecen al cebarse en la sangre de los niños tiernos”. En el folclore asturiano, esta descripción encajaría perfectamente con la guaxa: ser tétrico con forma de mujer anciana y decrépita, con un único colmillo en su boca, el cual utiliza para chupar la sangre de niños y personas inocentes. En algunas ocasiones se la describe como ave nocturna, que bien podría ser una lechuza, animal rodeado de leyendas y misticismo.
El mismo bocablo inglés witch (bruja), se cree que proviene del anglosajón wicce, que significa “sabio”.

Es curioso que, una mujer sabia y conocedora de los poderes medicinales y mágicos de la madre naturaleza, se convierta ante los ojos de la ignorancia en un ser endiablado y vil.

Según la creencia asturiana, no hay bruja sin campana. Lo que quiere decir que no hay pueblo sin bruja: esa mujer marginada por sus habilidades o dones, temida por su diferente punto de vista, por tener opinión propia, por ser libre.
Pero como se suele decir, el poder es sólo una herramienta, y dependiendo de quién lo controle o utilice, será para bien o para mal. Por lo que una bruja podría utilizar sus dones para sanar, proteger y bendecir, pero también podría obrar con una intención maligna.

Es curioso que, una mujer sabia y conocedora de los poderes medicinales y mágicos de la madre naturaleza, se convierta ante los ojos de la ignorancia en un ser endiablado y vil.

Desde un punto de vista benévolo, Bruja era aquella que sanaba con plantas y preparados naturales, una curandera, que celebraba la rueda del año y vivía según ésta. Ǫue podía ver y sentir más allá de lo tangible.
Las pócimas eran maceraciones, infusiones, tinturas y ungüentos. Y, hablando de ungüentos, hay uno muy conocido en la Historia brujeril, llamado Ungüento Volador.

Todos conocemos la creencia de que las brujas volaban sobre su escoba, desnudas y embriagadas por la lujuria.
Lo cierto es que ungían todo su cuerpo en este preparado herbal, también conocido como “potaje verde” o unguentum farelis, con propiedades psicotrópicas y alucinógenas, que provocaba ensoñaciones y la sensación de levitar o volar.
Hay varios estudios sobre esto, pero no se ha conseguido aún averiguar la receta original. Lo que sí se dice es que contenía, entre otros ingredientes, diferentes grasas y cuatro plantas principales: belladona, beleño negro, mandrágora y estramonio.
También debemos tener en cuenta que, dependiendo del territorio, las plantas podrían variar.

Belladona
Belladona

La belladona: se dice que, en el Renacimiento, las mujeres italianas la utilizaban en pequeñas dosis en forma de gotas, para dilatar las pupilas y hacer que se entrecerrasen ligeramente sus ojos, siguiendo los cánones de belleza del momento. De ahí viene su nombre, “bella donna” (mujer hermosa).
Conocida también como “cereza del diablo”, ingerida como infusión o aplicada de forma tópica, producía alucinaciones y la sensación de salir de su propio cuerpo o incluso de transformarse en un animal.

El beleño negro: poseía propiedades similares, pero la dosis que debían utilizar para alcanzar la sensación de volar era altamente tóxica y peligrosa. Dioscórides lo describió como anestésico en el siglo I y las curanderas medievales lo usaban para preparar hechizos de amor.

La mandrágora: en Egipto fue conocida por sus propiedades narcóticas e incluso afrodisíacas. También fue extendida la leyenda de que, al arrancarla de la tierra, esta planta emitía un grito desolador provocando la muerte de su portador. Se convirtió en la planta mágica por excelencia de Europa.

El estramonio o “trompeta del infierno”: a bajas dosis provoca un estado de euforia y sensación de borrachera. Pero en altas dosis puede ser letal. Aun así, en la actualidad se sigue utilizando en ciertos medicamentos para tratar espasmos, náuseas y cólicos.

En tierras asturianas, dicen las voces antiguas que no era suficiente este ungüento para conseguir volar, pues era necesario además recitar un conjuro como el siguiente:

“A la veiga’l Palo,
a la ofrenda’l Diablo,
por encima de cádavas
y por debajo de artos”.

Aunque también fue recogida en Llanes esta variante:

“Por encima de peñas,
por encima de matos,
a Peñamellera
con todos los diablos”.

Por la noche, tras pronunciar estas palabras mágicas, salían las brujas por las chimeneas, montadas en sus briosas escobas.

Existe una leyenda que cuenta la historia de Carla, la pescadora de la Moría.
Un día le invadió la curiosidad y quiso saber de las artes de su vecina, Benita, a quien el pueblo tenía por bruja. La espió mientras se untaba con el ungüento y pronunciaba el conjuro, y perpleja a la vez que excitada por el mágico momento, decidió intentarlo ella, pero al no conocer bien esas palabras, erró diciendo:

“Por debajo de peñas,
por debajo de matos,
a Peñamellera
con todos los diablos”

Al instante se abrió la techumbre y salió por los aires montada en la escoba. Chorreaba sangre, llevaba el cuerpo repleto de magulladuras y espinas y aterrizó en el bosque.
Dicen que lo que allí vio no se puede contar. Ǫue cualquiera se horrorizaría, pues vio una bacanal de brujos y brujas cometiendo actos impuros, hasta los más depravados. Escandalizada, consiguió huir de allí sin ser vista y acudió corriendo a la misa del alba con el horror en los ojos y el arrepentimiento en el alma, se metió en el confesionario para librarse de aquel pesar. Desde entonces prometió vivir de forma ejemplar y humilde, pero aun así pasó a ser conocida como Carla, la bruja.

Son muchas las historias de brujas en Asturias. Para la mayoría ya olvidadas. Pero creas o no en la brujería y en estas criaturas mágicas, haberlas haylas.

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