Ahora tienden las sociedades a llamarse ‘de festejos y cultura’, como si con ello ganaran prestigio social, como si las fiestas no formaran parte de la cultura popular. Organizarlas es tarea habitualmente de héroes locales que se pasan trabajando doce meses al año para que el vecindario disfrute de cuatro días de celebración. Mi respeto hacia estas honradas y trabajadoras comisiones.
Sin embargo, la cultura exige una cierta fineza. La Sociedad de festejos y cultura de San Pedro de La Felguera ha editado un vaso para la fiesta de la sidra que puede herir susceptibilidades: En él aparece el edificio de los Dominicos con una explicación de su ubicación en el año 1930. Las instalaciones de este colegio están, al día de hoy, en desuso, por falta de clientela; sobre ellas hizo una demanda durante la transición la CNT.
En los terrenos que ahora ocupa la Orden de predicadores se levantó en su momento el centro La Justicia, edificado ladrillo a ladrillo por los afiliados de la organización sindical que en aquel momento era mayoritaria en La Felguera, la Confederación Nacional de Trabajadores, cuya columna vertebral eran los metalúrgicos de la Duro. En octubre de 1937 entraron en Langreo las tropas del golpe militar de Franco y quedó acuartelada en La Justicia una unidad de regulares; en cuanto llegó el frío, los moros usaron como combustible los 12.000 ejemplares de la biblioteca del centro. Posteriormente, como todas las posesiones de las organizaciones obreras, fue expropiado y pasó a ser propiedad de los Dominicos.
Coincide que hace apenas dos años un grupo de jóvenes y veteranos han recuperado el viejo espíritu, aunque ahora se han bautizado en asturiano, “La Xusticia”, en el viejo local del Barreru donde veteranos como Aquilino Moral mantuvieron las banderas de CNT y POUM durante los años de plomo; en un intento de pasar íntegro el testigo de su ideario a las siguientes.
Una de las cuestiones que trabajaron los viejos cenetistas, con casi tanto tesón como construyeron su biblioteca, fue el higienismo; la necesidad de transmitir a los trabajadores las ideas de buena alimentación y adecuadas costumbres de alimentación, limpieza, ejercicio físico y naturalismo que mejoraran su salud.
Los hábitos de aseo al inicio de los años 20 no abundaban entre la clase obrera; fueron los médicos quienes tuvieron que lanzar las primeras andanadas, a la par que alertar a las empresas de que hacían falta viviendas donde no se hacinara tanta gente, que se pudieran ventilar, que recibieran el sol y que tuvieran servicios higiénicos, para evitar las enfermedades infecciosas.
La situación era muy parecida a la que se sugiere en la película “El árbol del ahorcado”. El médico (Gary Cooper) atiende a una pasajera de la diligencia asaltada que tiene serios síntomas de deshidratación. Karl Malden pregunta:
-¿Para qué quiere el doctor tanta agua?
-Para lavarla
-¿Toda?
-Los médicos son diferentes.
Los tiempos cambian. La historia se reescribe, pero en este caso, en la programación de TVE que publica un diario regional, nadie quiere reformar las cosas, ni anuncia una película de ciencia ficción, sino una española corrientita a la que una errata traidora cambió la fecha.