Los católicos no hacen caso a sus propios textos. Dice el Deuteronomio que ‘sea maldito el hombre que haga una escultura o imagen fundida o abominación de Yahvé’; sin embargo, anda la parroquia llena de estampitas de santos, que han llegado a tal número que no caben en el calendario, por eso se resume y hay un ‘Día de todos los santos’, así no se olvida ninguno. Desconozco cómo andarán de espacio, ya que últimamente se los eleva al Cielo por centenares; aunque me imagino que habrá problemillas de overbooking, que ya decía Juan el evangelista que solamente “144.000 llevarían en la frente el sello del Señor”.
Dicen los entendidos que los Santos se dedican en la Gloria a la vida contemplativa, ahora bien, no está acreditado que sean espectadores de fútbol; es bien sabido que el balompié desata pasiones, los espectadores tienen una cierta tendencia a acalorarse y decir pecados, costumbre muy mal vista en la Eternidad. De modo que, como ya habrá supuesto el avezado lector, el titular de periódico que ilustra este párrafo no pertenece a una información sobre una Liga Celeste -cuya existencia ignoramos-, sino algo más de andar por casa; es del Diario de León, -por gentileza de Javier Fernández, policía local de Langreo-, y corresponde a la Tercera división del fútbol castellano-leonés. A lo largo de la competición pueden darse otros titulares pintorescos, habida cuenta que La Virgen (del Camino) se enfrenta no sólo a San José Obrero, sino al Cristo Olímpico, y ellos dos entre sí. Seis partidos, seis titulares a cuál mejor.
Hago una seria advertencia al redactor deportivo del Diario de Palencia: en caso de victoria local huya del titular fácil, leer “El Cristo humilla a La Virgen” puede levantar ampollas entre la jerarquía eclesiástica que ya anda que trina con las grandes cadenas comerciales, que nos han impuesto en estas fechas de otoño el Halloween. Pasa de vez en cuando al contra-ataque; un cura de la Pola de Laviana -que no Liviana-, se acaba de inventar el Holywin; acepta que los niños se disfracen, pero en vez de muertos vivientes lo hacen de santos. Veo las fotos y ya me estoy imaginando las causas de una futura rebeldía adolescente contra las madres, colaboradoras necesarias en este inefable asunto. El Holywin se lo llevará el wind.
Nosotros, los que hemos renovado varias veces el DNI, ya de pequeños jugábamos a eso de las calabazas y dar sustos de muerte. Con dos particularidades, la fiesta para nosotros no tenía nombre, era, por así decir, el Día de los muertos y, de otra parte, había mucha menos luz, con lo que una calabaza o una lata con dos agujeros y una vela dentro, escondidos en una sebe, asustaban de verdad. Nunca supe por qué las calabazas, supongo que porque las pacíficas cucurbitáceas son propias de esta temporada; aunque para algunos también eran fechas propicias para su recolección los últimos días de junio, el Bachillerato nos regalaba unas pocas.
Calabazas habría que dar a ciertos dirigentes políticos, que nos han metido en un lío monumental con la cuestión catalana. Ha quedado claro que la manta constitucional es escasa, y que muchos no tienen capacidades para solucionar los conflictos de manera racional. Invitado a una tertulia en RPA, me preguntan si meter en la cárcel a los dirigentes del procés no generará mártires; contesto que me preocupa más el susto que se han llevado los pensionistas, pensando que se iban a quedar sin sus ahorros. Algunos salieron corriendo con sus buchacas, y no solamente a las provincias limítrofes, algún banco de Langreo podría aportaros datos curiosos al respecto.
Ha sido noticia, asimismo, que un número significativo de sociedades ha abandonado Cataluña para asentarse en zonas más tranquilas; a Asturias le ha tocado la pedrea de Volotea y Dupont. Sin embargo, otras empresas de por aquí emprendieron diferente camino; en la segunda foto les muestro cómo las personas que este verano usamos los servicios de los buses Sama-Gijón, éramos convenientemente instruidos en catalá, empezando por els consells de seguretat. Un detalle poco valorado por las pasajeras, la verdad, que solamente se quejaban de la impuntualidad, la escasez de servicio y la falta de horarios impresos, como si no fuera muy de estimar la preocupación por nuestra formación lingüística. ¡Desagradecidas!