Se derrite el país, con temperaturas que superan todas las marcas. Y ya de paso, arde, con extensiones nunca vistas. Todo el mundo opina sobre las causas y se lanza a ofrecer soluciones para algo que, reiteran, “ya se veía venir”. Luego, los que llegan al poder presupuestario se les olvida lo hablado y nos quedamos, como bien escribía Pedro de Silva, “con calderos contra el cambio climático”.
¿Cuántos aviones hay para atacar los incendios? Es difícil saberlo con certeza por la dispersión de organismos: Unidades de Protección Civil, Ejército del Aire, Ejército de Tierra, Guardia Civil… Un número aproximado serían 58, pero ¿están todos en buen uso o hay chatarras encubiertas?
Se pregunta uno por los aviones militares, por nada, por comparar. Tampoco es cifra fácil de calcular porque los gastos de guerra son opacos, pero podrían situarse, contando solamente cazas F-18 y Eurofighter, en torno a 152 más o menos. Evidente desproporción. Algunos de ellos andan en misiones por el extranjero y el abajo firmante, lego en geoestrategia, se pregunta si es más importante la frontera de Lituania que el cordal de Xenestoso.
En la prensa las prisas y los nervios juegan malas pasadas. Una emisora en el mismo informativo cuenta que en Galicia “ha sido decretado un nuevo incendio” y que en Extremadura “el incendio ha arrasado 300 kms/hora”. (Quería decir kilómetros cuadrados). Claro que peor lo ha hecho la presidenta extremeña en acto institucional con Pedro Sánchez y toda la parafernalia televisiva ha agradecido su ayuda a Checoslovaquia.
Tendrá que matizar a qué país debe dar gracias. Nosotros, humildemente, las damos a la ciudadanía que supo separar, sin violencia alguna, la antigua Checoslovaquia en dos países, la República Checa y Eslovaquia. Eso sucedió el 1 de enero de 1993, pero era madrugada de Nochevieja, la señora María Guardiola Martín tenía 15 años y no se fijó en el detalle. Bratislava y Brno quedaban entonces muy lejos de Cáceres.
Se pregunta uno por los aviones militares, por nada, por comparar. (…) Algunos de ellos andan en misiones por el extranjero y el abajo firmante se pregunta si es más importante la frontera de Lituania que el cordal de Xenestoso.
Exponerse a la prensa tiene estas cosas. Otro ejemplo. Un tal Ortega Smith, en sus vacaciones asturianas, llama fanáticos a quienes hablan del cambio climático. Leo su historial y no veo datos de que sea un reputado científico, -aunque el jefe de la oposición ha comprado su discurso-, antes bien, es un destacado ‘broncas ultraderechista’, no entiendo por qué lo entrevistan.
Además, debe de ser ciego porque aun cuando hace las declaraciones junto a la ría del Eo no parece haberse enterado de que la temperatura del agua lleva años subiendo. Probablemente no le guste bañarse en las playas, entre el populacho, ya que a renglón seguido se muestra molesto por la política de movilidad, según la cual a la gente “se le impone ir en el transporte público, como en los países comunistas”.
Se me ocurren algunos sonoros calificativos en asturiano para el personaje, pero como sus colegas manifiestan no entender nuestra lengua, -la consideran propia de lacayos-, daré por válidos los sinónimos de la expresión “fanático” que con tanta alegría aplica a otros: Intransigente, exaltado, intolerante, extremista, dogmático, sectario, inflexible…
Uno, a riesgo de que el citado personaje le moteje de comunista, manifiesta su voluntad de seguir usando el transporte público: más cómodo, más barato e infinitamente más animado que el vehículo particular. Especialmente contento del Consorcio de Transportes del Principado; supongo que sabes cómo funciona: una tarjeta monedero que te permite viajar por Asturias con un coste máximo de 30€/mes. La recargas en los kioscos; aunque no en todos, como se ve en la foto.
Aumenta su eficiencia con la entusiasta colaboración de las empresas concesionarias. Así, por ejemplo, la vieja línea Sama-Mieres, ha pasado de ser propiedad de Recollo a Llaneza y luego a la gallega Hedegasa. Han mejorado algo las unidades, dentro de ese proceso se puede observar en uno de los vehículos un detalle de internacionalismo: cuando se pulsa el timbre para solicitar parada, se enciende un letrero luminoso que indica, “Arret demandé”. Las vecinas de Pértiga y Trapa han recibido la mejora con satisfacción.
Ha ampliado el Consorcio la frecuencia de líneas a sitios de interés turístico, lo que nos ha permitido dar algunos paseos por el Parque de Redes, aunque oliera a chamusquina por el extinto incendio junto Brañagallones. Como suele suceder, algún viajero nos ilustra para andar por la vida; escuchamos a un vecino: “Veintitrés años con el bar y ahora resulta que me lu precinten… ¡Tienes que tener el carné del partido!”. Por prudencia no le pregunto a qué entidad se refiere; tampoco, cauto él, explica el motivo de la sanción.
Llegamos a Soto de Agues. Obras en el aparcamiento, dificultades del autobús para maniobrar. A la entrada del pueblo un cartel avisa de que la Ruta del Alba está cortada, también por obras; una excursionista con niño duda. Ha viajado desde Gijón, con transbordo en Pola de Laviana, hora y media de viaje. Tranquilidad, que el cierre era por una semana en julio; en la última de agosto nadie se había preocupado de quitar el aviso.
En otra excursión anterior, otro pasajero de esos que les gusta generar audiencia, antes de bajarse en Anzó hablaba a voz en grito de las dificultades para hacer reformas en sus propiedades del Parque. El ardoroso discurso no tiene pérdida: “¿Ecologistas? ¡Ecolojetas! Todo prohibiciones, ¡no te dejen tocar una teya! En los años 80 podíes facer coses, teníamos derechos; ahora ponen multes por todo. Antes dibes a truches y si te cogía el guardia pagabes mil pesetes; ahora un millón. Antes cortábamos un carrascu por Navidá, ahora dicen en la escuela que nun se pueden quitar árboles. ¡La culpa ye de los ignorantes que los voten!”
Para demostrar que él no se encontraba en el epígrafe de los ignorantes, repartió lecciones de agropecuaria histórica: “En la Edá de Bronce ya se quemaben montes pa pastos”. Pero incluso los más preparados tienen en ocasiones que comprobar datos, lo cual es muy loable entre los científicos de este calibre: “¿Eso del Jurásico por cuándo yera, cuando Jesucristo?”