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domingo 24, noviembre 2024

El seleccionador nacional y las apariciones de la Virgen

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Fútbol. Interminable. La Liga, los partidos de promoción, la Eurocopa, las selecciones femeninas, los sub-19, los Juegos Olímpicos… No sé cómo puede afectar esto a la reducción de la jornada laboral o a la revisión del salario mínimo, pero sí minimiza las polémicas sobre el Poder Judicial o las que protagoniza el señor Arzobispo de la archidiócesis.

“Nadie creía en nosotros”, dice un futbolista de la España que derrotó a Inglaterra en la final. Cuestiones de fe. Al parecer ni el propio seleccionador las tenía todas consigo, pese a que afirmaba lo contrario. En prensa se manifiesta muy rezador y dice en Hola que lleva una pulsera amuleto. Lo que no sabemos es si el Espíritu Santo le echaría una mano a la hora de decidir las alineaciones. No parece probable.

Un sobrino suyo declara en la radio que siempre tiene en el banquillo la bandera española, la Virgen de la Vega y San Felices, patrón de Haro. En imagen se supone, porque la UEFA sólo permite que se sienten, de cuerpo presente, los suplentes y el equipo técnico.

El elemento patriótico, la enseña rojigualda, es obligatorio en estos asuntos, aunque sea la única selección que no puede cantar su himno. Su españolismo queda perfectamente de manifiesto cuando la frase que lleva el autobús en la celebración madrileña está escrita en inglés “It’s only the beginning” (“Esto es solamente el principio”).

Sin embargo, ajenos a esta contradicción, la agravaron, sacaron los pies del tiesto con el añejo grito de “Gibraltar español” en boca de dos que juegan más fuera que dentro. Si hubieran estudiado algo, sabrían que la Roca fue regalada en usufructo al Reino Unido en el Tratado de Utrech de 1713, a cambio de que se permitiera a los Borbones sentarse en el trono de España.

Lo del santoral en los vestuarios es otro problema, ahora que todo es multicultural y multiétnico. Un entrenador del Sporting lo primero que hizo fue suprimir el rezo del padrenuestro en la caseta. ¿Qué deberían hacer los jugadores ateos, islamitas o budistas mientras sus compañeros oraban a Yahvé?

Compraron el club los mejicanos y restauraron la figura del capellán deportivo, tan inútil como la de capellán militar; ni una ni otra intervienen en las victorias. Así como ir a Covadonga cada temporada no garantiza el ascenso si no se marcan goles. A los del Racing de Santander acaban de llevarlos a Liébana, a adorar el lignum crucis; ese trozo de madera donde torturaron a un rabí nazareno. Tan ciertamente auténtico como los tarugos de vera cruz que se veneran en Roma, Caravaca, León, Valladolid, Limburgo, Cosenza, Nápoles, Génova, Banyoles, Perelada, Austria, Andújar, Loja… Ya decía Calvino que tanta madera junta daría para construir un barco.

Las supersticiones abarcan todos los ámbitos de la vida. Trump, orejiherido, dice que es el elegido de Dios; le falta el pequeño trámite de las urnas. Su efímero oponente, Biden, aseguraba que solamente el Todopoderoso lo podía apartar de la competición, “y eso no va a suceder mañana”. Todos creísteis que era otra cosa, pero la realidad es tozuda: la huida de los patrocinadores le hizo retirarse a los tres días; el Todopoderoso US Dollar que, no olvidemos, lleva escrito “In God we trust” (“Confiamos en Dios”).

Las manías supersticiosas de los muchachos del balompié son televisadas en directo. El que se santigua para entrar al campo, el que lo hace obligatoriamente con el pie derecho, el que carga estampitas milagrosas cual torero, el entrenador que siempre viste la zamarra de la suerte o el que no soporta las camisetas amarillas. En esta Eurocopa salió a escena el asunto de la bolsa de Polonia, que llevaba su seleccionador llena de talismanes que le habían dado “azafatas, sacerdotes, estudiantes, niños…”. No le sirvió de mucho, ciertamente.

Claro que hay situaciones más tensas. Octubre 2016, partido internacional sub-17, la selección de Guinea falla un penalti; se paraliza el partido porque todo el equipo se pone a buscar por el campo los amuletos presuntamente escondidos por los senegaleses. (Puede verse el vídeo en Afrik Foot, “Chasse au fetiche”).

No los encontraron. Uno, tradicionalmente descreído, insiste en que menos fetiches y más tirar a puerta. Pero no puede abstenerse de citar, una vez más, el único milagro futbolístico científicamente demostrado, obra de Genarín, el santo pellejero leonés que nunca será elevado a los altares pese a sus portentosos hechos. Gracias a que sus acólitos asperjaron de orujo, -su santa bebida-, las porterías del campo de La Puentecilla, después de una procesión rogatoria, marcó en propia meta un defensa del Hércules de Alicante lo que sustentaría el primer triunfo de la Sociedad Cultural y Deportiva Leonesa en su efímero paso por Primera división.
Para lidiar con todo esto no sé si no sería conveniente incorporar en la Escuela de Entrenadores de la Federación la asignatura de Teología. Lo digo por las referencias al patrón de Haro y una de las novedades en la convocatoria futbolística. San Felices de Bilibio (443-520) fue al parecer maestro de San Millán de la Cogolla; su vida fue puesta sobre pergamino en 1090 por Grimaldus Aemilianensis (Translatio et miracula sancti Felicis). En la Selección Española ha aparecido un Grimaldo que no ha jugado mucho, pero igual confortaba espiritualmente con su nombre.
Ciertamente, al seleccionador se le apareció la Virgen en alguna ocasión, como cuando los italianos se marcaron ellos mismos el gol que los eliminaba, cuando la cabeza del navarro Merino conseguía la clasificación en el último suspiro o el día que el VAR no valoró una mano bien nítida del corajudo Cucurella.

Escribo el borrador de estas líneas en Santander, entre la celebración de la Virgen del Carmen y la Semana Grande de Santiago. A la par que salen las informaciones sobre numerosos pueblos paseando a la Virgen en andas o en barca, llega la noticia de que el obispo no da permiso para construir una ermita en Garabandal. Según la reglamentación “canóniga”, dice el informador; poco versado en derecho canónico, probablemente.

Monjas de Garabandal
Foto: Teobaldo Antuña

Hubo allí, entre 1961 y 1965, unas presuntas apariciones marianas. A unas niñas, claro. La Iglesia no las bendice, pero tampoco las condena. Precisamente en estos días ha fallecido José Ramón García de la Roza, que fuera párroco de Barru, desde donde promovió excursiones de sus parroquianos y adyacentes al milagroso lugar; incluso publicó un libro sobre el tema.
La Señora no ha vuelto por el pinar en 59 años, pero a su sombra se ha montado un tinglado con una congregación de monjas que no lo son, con un cura que las patrocina, y con interesantes negocios en la aldea de Rionansa. Por ejemplo, cuadras a la venta por cientos de miles de euros, la Junta Vecinal que alquila su local a un particular para un centro de interpretación, o un avispado emprendedor que regenta a la par la “Religious store” y la pensión. En la España vaciada, a lo que se ve, Dios aprieta, pero no ahoga.

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