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jueves 10, octubre 2024

¿Era para tanto lo de Herodes?

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Escribo el mismísimo día 28 de diciembre, y no me declaro inocente, ni me gustaron nunca las inocentadas, si bien admito las bromas graciosas, sazonadas de inocencia. Herodes tiene mala fama entre nosotros, fruto de las opiniones de sus rivales, aunque algunos padres y abuelos lo consideren un benefactor del género humano, en la medida en que pudo plantar cara a esos pequeños monstruos egoístas y chillones que reflejan, aumentadas, todas nuestras contradicciones humanas.

Si uno lee las historias hebreas se encuentra con que lo consideran un militar eficiente, un diplomático hábil, y un constructor impulsivo, que no sólo embelleció Masada y Jericó, sino Maqueronte y Ascalón. Fortificó Jerusalén, amplió el Templo, y construyó teatro y anfiteatro a la romana usanza. Los judíos de la diáspora lo consideraban su protector y los de casa decían que tenía mano dura. Despojó de poder al Sanedrín y al Sumo Sacerdote, que lleva la misma pena de mala publicidad que si aquí se mete uno con la Conferencia Episcopal y con el Papa de Roma.

Ni rastro hay en esos textos de la hazaña fundamental que le adjudica el Nuevo Testamento: la matanza de los niños para asegurarse de que se cargaba al Rey de los Judíos. Que tampoco es algo ajeno a las bárbaras costumbres de la época, porque los mismos que se quejan de esta fechoría aplauden aquella otra que aparece en Éxodo 12/29: “Hacia medianoche mató Yahvé a todos los primogénitos de la tierra de Egipto, desde el primogénito del Faraón hasta el primogénito del cautivo”.

Santos InocentesLa Matanza de los Inocentes quiere hacerse aparecer como un hecho histórico, al igual que tantas leyendas de la secta religiosa mayoritaria. Con anterioridad, en estas páginas he hablado de la “prueba científica”, que se guarda en el monasterio de Santa María de Sandoval (León), hoy medio abandonado a su suerte, pero que conserva algo de actividad gracias al vecindario y a un grupo de entusiastas patrimonialistas que, en los domingos de verano, después de la misa, cantan gregoriano y luego organizan una visita guiada que conduce el buen amigo Felipe Santamarta, (Felipe el de Patrimonio). Como se ve en la foto, tienen una urna en la que se guardan las reliquias, -o sea, cachitos de cuerpecillos-, de los Santos Inocentes. No deben estar muy seguros de su autenticidad, porque las esconden en la trastienda.

Ya se sabe lo que pasa con los niños; decía la abuela “Sí fía, ¡son tan ricos que de pequeños apetezte comelos! Luego, de grandes, arrepienteste de nun habelos comido”. Esa misma idea, en plan más literario, la plasmó, allá por el 1729, Jonathan Swift, -el de Gulliver-, en A modest proposal. Para aliviar el exceso de nacimientos entre la población trabajadora irlandesa, sugería con humor bien ácido, que las clases acomodadas se comieran a los niños de los pobres; hacían así un doble beneficio, reducían la carga ajena a la par que mejoraban su dieta.

A modest proposalDe acuerdo con la moda de entonces es el título casi tan largo como el folleto: “Una proposición humilde para prevenir que los niños de los pobres de Irlanda sean una carga para sus padres o el país, y para hacerlos útiles al público”. Dicen las primeras líneas: “Es bien lamentable cruzarse por los caminos con mujeres pordioseras seguidas de tres, cuatro o seis niños harapientos… infantes desvalidos que, cuando crecen se tornan ladrones por falta de empleo, o se van del país a pelear contra el Pretendiente al trono de España o se venden a sí mismos como esclavos para Barbados”.

Desde el punto de vista práctico, la cosa no pasó a mayores. ¡Bah, cosas de poetas! Si bien, desde la perspectiva editorial, tuvo un cierto éxito, tanto como para llegar a nuestros días, y tanto que no solamente se vendió el libro sino algunos complementarios de recetas culinarias al respecto. Desconozco si Ferran Adriá ha incluido estas ediciones en su centro de investigación gastronómica.

En mitad del reinado del afortunadamente depuesto Trump, cuando se empeñó en separar a los emigrantes de sus hijos y encerrarlos en cajas en la frontera, un artículo de prensa crudelísimo (Carol Strickland: “How to Serve Children, From the White House Cookbook. A new plan puts the tots back into Tater Tots, and the kid in Steak and Kidney Pie”) usaba la misma idea de Swift para que la Casa Blanca sirviera niños de emigrantes cocinados, en vez de encarcelarlos a razón de 775 US$ diarios, inútil gasto para el contribuyente. Se ve que la Humanidad avanza a grandes pasos… hacia atrás. Que 2021 no nos maltrate tanto, por favor.

https://fusionasturias.com/opinion/firmas/el-rincon-de-teobaldo/era-para-tanto-lo-de-herodes.htm ¿Era para tanto lo de Herodes?

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