Fusilo el titular del amigo Ramiro Pinto, escritor, activista social y polemista sin cuento. Se encuentra el hombre uno de tantos errores en organismo oficial e intenta solucionarlo; se dirige por correo electrónico al Museo de León:
“Muy Sres. míos, en el Centro de Interpretación del reino de León, ubicado en el Palacio Conde Luna, hay dos mascarones que provienen de la fuente de la plaza de San Isidoro. En su placa informativa pone ‘máscaras’, cuando el Diccionario de la Real Academia deja clara la diferencia. El encargado don … arqueólogo del ayuntamiento de la ciudad de León se niega a cambiarlo porque dice que son palabras sinónimas, según un diccionario de arquitectura, a todas luces equivocado”.
Es muy importante comunicar bien, y algunas personas tienen la obligación de esmerarse. En el ejemplo que sigue, los habitantes de Lada podrían sentirse subestimados; no solamente porque la subestación eléctrica les haya restado salud durante decenios; no solamente porque siga existiendo, a pesar de que la central térmica ya no genera nada, ni siquiera empleo, sino porque se informa con titular deficiente.
La redacción de los textos tiene que ser ajustada a los datos, sino puede pecar de incongruencia. Leemos acerca de un homicidio ocurrido en Burgos: “Una hora después del suceso el supuesto autor fue localizado en una calle cercana. La alerta se produjo a la una menos diez de la madrugada, al haberse producido la agresión en la calle Ruiz de Alarcón”. Y uno, que no es de Burgos, no se imagina la relación de causalidad que pudiera haber entre hora y calle; ¿acaso de tener lugar en la Plaza de Capitanía la alarma habría saltado a las seis de la tarde? Evidentemente, está mal explicado.
Si un fallo de estas características se da en un rótulo tiene mayor difusión. Este verano advertimos al recepcionista del Hotel Chiki de Santander que estaban cometiendo una falta de ortografía mayúscula: la “h” del letrero que los anunciaba en la Playa segunda de El Sardinero estaba fundida. En la misma piedra tropezó varias veces el Begoña, que anunciaba “OTEL” en pleno centro de un Gijón lleno de turistas.
El recepcionista cántabro nos agradeció la información, explicaba que como él entró a medio día no se podía dar cuenta del detalle. El encargado del Museo de León leyó el correo por encima, como cosa que venía a perturbar su diario bienestar; le hizo tan poco caso que hasta se equivocó en el nombre de su interlocutor, y echó valores fuera: “En relación con su consulta le comunicamos que dichas obras pertenecen al Ayuntamiento de León”.
Eso sí, por lo que pudiera pasar, unos folios ocultaron el rótulo. Chapuza sobre chapuza. Pasa en las ciudades y en los establecimientos comerciales, que en ocasiones en vez de alentar al consumo provocan sonrisas ¿Qué le parece a usted que haya donde liquiden niños y además lo proclaman con luz y colores? (Que no digo yo que a veces no apetezca cargarse a algún tierno infante, pero está rigurosamente castigado por la ley, según creo).
Ramiro, Don Erre que Erre, sigue aspirando a que la ciudad de León sea más culturalmente presentable, e insiste en que ha solicitado una opinión cualificada para hacer rectificar a quienes se empecinan en el error. “Si el museo de una ciudad no responde es que carece de sensibilidad y cariño por la cultura…Según Ortega y Gasset la función de cada palabra es diferenciar cada cosa de las demás”. Sus correos desbordan el ámbito local, trascienden a la RAE, a este lado del Payares, al mundo…
Finalmente, alguien, entra en razón y hace desaparecer los inadecuados letreros. Todo el proceso se puede ver, -como usted, avispada lectora ha controlado, en la composición fotográfica marcada con el nº 1-. Para que no tenga que pararse a buscar en el diccionario le indico que una máscara es, por definición sencilla, una careta, un objeto personal. El mascarón es un adorno tanto de carácter arquitectónico como naval. García Lorca: “El mascarón. ¡Mirad el mascarón!” Ramiro ha tenido tenacidad y razón una vez más. Felicitaciones, amigo.
Al señor director del Museo de León, tan poco sensible, al conservador del Palacio de los Luna, tan descuidado pese a anunciar su relación con la Universidad de Washington para darse pisto, les recuerdo que lo más sagrado puede terminar siendo ridículo. Ejemplo que les ofrezco gratuitamente: ¡La Virgen!
Por fin un periodista que cuenta las cosas sin dejarlas pasar.
La épica de los pequeños actos.