Hubo que adelantar acontecimientos la semana pasada, aunque el objetivo se mantiene en pie: relatar un periplo de verano por tierras y con gentes diversas. Seguiremos, aunque haya que ir introduciendo cada semana las novedades que las famosas y los periodistas descuidados nos regalen.
Hablábamos del entierro de la Queen y sus circunstancias; en algún diario se informó de la donación de Porcelanosa a la beneficencia borrascosa de Carlos, el heredero; otros recuperaron sus fotos con la Preysler, que ahora dejará espacio para una su hija, marquesa de Griñón. Otra más a vivir de los cuentos de hadas. El Mundo publicaba el 1 de octubre una encuesta y titulaba en primera página. “España apoya a Tamara. El 61 % de los españoles hubiera roto con Iñigo…”
Me apetece insultar, pero lo hago en voz baja, por si entramos en horario de menores. ¿De verdad es nuestra gran preocupación este asunto de las infidelidades de los señoritos? Es que la cosa pasa a mayores, porque las otras líneas del sumario dicen “Los votantes de Unidas Podemos son los más infieles”. Supongo que lo podrán demostrar taxativamente en la redacción mundana, porque siguen: “…Y los del PSOE los que más sufren las infidelidades”. ¿Entiendes? Disparan con bala, a veces algunos periódicos no sirven ni para envolver el pescado. Diario de León se pregunta razonablemente sobre si ese asunto merece nuestra atención, aunque, -nadie es perfecto-, les patina un poco el inglés.
No hay manera de que nos libremos de las monarquías y sus cortesanas. El periplo veraniego empezó en Segovia, acompañando al amigo Miguel Ángel Fernández, que presentaba su libro sobre Aquilino Moral, un militante obrero para quien se pide una calle en Langreo. El hospedaje fue en La Granja de San Ildefonso, espectacular asilo veraniego para solaz de los borbones; un lujo, si bien sobrecargado para mi gusto.
Es obra encargada por Felipe V, para solaz de su señora Isabel de Farnesio. Del rey dice la Wikipedia que murió en El Escorial; como no me cuadra el dato, hago averiguaciones y leo que entre los historiadores se afirma que o bien falleció “en un palacio de Madrid” o “en el Buen Retiro”, que viene a ser lo mismo. Como la Wiki me parece una herramienta útil, les escribo para que confirmen el dato, me responden agradeciendo educadamente la corrección y añaden “si eres representante autorizado de Fernando V de España…” ¡Meca, pues no! Es más, hasta he rechazado estar en actos de los Premios Príncipe. Lo importante: la información está rectificada.
En ese contexto asistimos a las celebraciones de las fiestas patronales de La Granja. Como no puede ser de otro modo -asentamiento de borbones-, su patrono es Luis, santo francés. Peñas etílicas, toros de fuego, encierros taurinos para niños… o sea, cultura cañí. El 25 de agosto es el día grande; desde la piscina oímos el ruido de la procesión, muchos tambores y pocas devotas. Una señora a nuestro lado, “¡Uy, qué chico!” Efectivamente, el muñeco de palo es pequeño. “Señora, ¡será San Luisín!”
Un miembro de la organización ha guardado en una fiambrera de plástico (modernos: tupper) una muestra de la judiada. No se trata de una celebración racista, usan comúnmente el término judías para nombrar los habones gordos que se cultivan aquí; proceden de América y dicen que los usaba la reina para criar los pavos reales, claro que en las habituales épocas de hambre pasaron al consumo humano. Se juntan los cocineros de Segovia, se divierten, se premian y hacen una judiada popular en el Prado del Hospital.
El ciudadano que hacía la pelota a los informadores remató la jugada con bromas sobre/contra los de Valsaín. Freud en su obra sobre el chiste no analizó la parte de escarnio hacia las clases menos pudientes. Era de ascendencia judía y ellos se ríen de sí mismos, pero está pendiente de estudiar el componente de clase en las chuflas contra quienes son económicamente pobres. Son conocidos los chistes sobre Lepe, los madrileños se carcajean de los paletos, en Canarias han dejado de reírse de los palmeros, después del desastre del volcán… Los de La Granja, cortesanos, se mofaban de los pobladores de Valsaín, plebeyos. Alguna de las gracias del señor de las fiambreras: “Para manejar en las fiestas, los de Valsaín falsifican billetes de 500€, ¡les raspan un cero!”. “¿Qué hace uno de Valsaín cuando encuentra una herradura? Cava, a ver si encuentra debajo al caballo”.
No me he reído ni un poco. Merece la pena pasear por Valsaín, altamente recomendable conocer su entorno y sus gentes. Hubo pabellones de caza reales y palacios antes que La Granja de San Ildefonso fuera.