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domingo 24, noviembre 2024

Tocar las narices al santo

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Por eso desde la más tierna infancia me gustó venir a las Fiestas de San Froilán, en León, porque en ninguna otra parte te dejan tocar las narices al santo. Aquí no se puede, se debe; leoneses y visitantes esperan en paciente y larga cola la oportunidad de seguir bruñendo la imagen que lo representa en el Santuario de la Virgen del Camino.

tocar las narices al santo

Ya está acostumbrado, la superioridad eclesiástica le tocó bien las narices al bueno de Froilán, Froila o Fruela; andaba el hombre tan ricamente por las hoces del Curueño cuando le obligaron a ser obispo de León. Se resistió, y por aquello de que si no quieres una tiara toma tres, luego le destinaron a Lugo. Eso que han ganado los degustadores del buen pulpo, que se sirve en ambas capitales en torno al 5 de octubre.

Vengo a León siempre que puedo para disfrutar de las fiestas desde el inicio, con el debate de Las Danzaderas, que en siglos no han dirimido la controversia -Ayuntamiento y Cabildo- sobre si se trata de foro u ofrenda el conjunto de bienes que se entregan. Disfruto del esfuerzo de las cuadrillas de pendones y del arte de engalanar carros del país.

Lo primero de todo, como en cualquier ciudad que visito, leer la prensa local. El Diario y La Crónica conservan a duras penas sus ediciones en papel. También, claro, sonrío con algún gazapillo que se les cuela. Este titular sorprende, pero no es para tanto, sólo falta la “e” del Gobierno, el oídio es un hongo.

oídio

Observa uno también algunos errores espectaculares del ínclito gremio hostelero. En esta edición, una parte de los establecimientos del Húmedo anuncian “Los vinos de San Froilán”, que resultan ser riojas y riberas. ¿Y los honrados vinos leoneses?, pregunto inocentemente; no hay respuesta, pese a que en plena plaza se reivindican su capitalidad gastronómica.

También me encorajinan ciertos gamberros del fútbol, que se reúnen en algunas tabernas del barrio para ir al campo bien cocidos; en su euforia etílica no solamente faltan al respeto a los rivales, sino que toman el partido,-con falta de tilde-, por cierto de personajes nada recomendables de nuestro reciente pasado.

aupa cultu

Comemos magníficamente en La Cantina, atendidos por de Ángel y Jacin. Se han trasladado al edificio contiguo, pero mantienen la gracia habitual. Un artista local les ha regalado una maqueta del emplazamiento anterior. Mientras reponemos fuerzas tomo nota de una lección magistral de negocios que se imparten gratuitamente el uno al otro, y por extensión a toda la sala, dos curiosos y sospechosos personajes. A la par que comen y nos enseñan al resto cómo funcionan los business, hacen apuestas por teléfono en torno a un partido de baloncesto.

la cantina

El primero, a la mesa con gafas de sol y gorra, explica con pelos y señales los negocios de construcción de su padre en Valladolid y aconseja al otro que en cuanto haya ganado 5 o 6 millones de euros se retire si bien no parece que le vaya a hacer caso inmediatamente porque el colega ha realizado grandes operaciones en Vigo con un jugador zurdo del Madrid y de la selección española; no cito su nombre porque no tiene la culpa de sufrir semejantes amistades.

Damos el obligado paseo por la Plaza del Grano, cuadrilátero con dos lados eclesiásticos, las carbajalas, de la clausura al hotel cuatro estrellas y la Virgen del Mercado, antes del Camino. Se anuncia que en unos días tendrá lugar la ceremonia de coronación de la titular; los carteles, para ejemplo de creativos publicitarios no pueden ser más claros. ¿A qué llama acto de coronación? A ponerle una corona. Así hasta los asturianos, generalmente descreídos, lo entienden.

la coronacion: poner una corona

Antes, en la iglesia de San Marcelo, habíamos visto los cepillos modernizados, que habíamos traído meses atrás como referencia desde el Reino Unido; un poste, patrocinado por el Banco de Santander, permite pagar con tarjeta de crédito o con el móvil. Incluso en otra parroquia permitían cotizar mediante Bizum. Los caminos recaudatorios del Señor son inescrutables.

No solamente las grandes corporaciones financieras se unen a esta curiosa confluencia de negocio y fe, también hay emprendedores particulares que desarrollan imaginativas iniciativas; un hábil ciudadano ha conseguido que una anciana le entregara 287.000 € en cómodos plazos para que le construyera su casa del cielo, cerca de las de su hermana y su marido, que la precedieron en el viaje a la eternidad. Incomprensiblemente tan privilegiado cerebro, en vez de ser nombrado profesor emérito de alguna Business School ha sido convidado a unos años de cárcel.
la casa en el cielo

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