A veces ocurre que las cosas más importantes de la vida son las que no se notan, las que pasan desapercibidas, las que despreciamos porque no las consideramos importantes, incluso cuando ocurren delante de nuestras propias narices, o cuando forman parte de nuestra personalidad.
Una de ellas es la renuncia. Saber renunciar, saber desprenderse de lo que aparentemente es bueno pero que nos limita, que nos impide caminar, seguir adelante sin cadenas, es a veces muy difícil.
Pero la vida es una constante y permanente renuncia que cierra puertas detrás de nosotros y abre otras nuevas en nuestro camino.
Saber renunciar no es fácil, sobre todo porque cuando la renuncia es real va acompañada de dolor, del dolor que produce el apego, los lazos con lo conocido.
Renunciar a lo conocido y abrir los brazos a lo desconocido requiere buenas dosis de valentía, tal vez por eso la mayoría viven encadenados a sus sentimientos, a sus posesiones, a lo que levantaron y construyeron con su esfuerzo, pero que con el tiempo se convierte en una cárcel dorada donde uno se consume poco a poco contemplando lo que fue y viviendo de recuerdos y añoranzas.
Renunciar a lo conocido y abrir los brazos a lo desconocido requiere buenas dosis de valentía.
Comprender el verdadero sentido del vivir es admitir que no poseemos nada en realidad, que nada es nuestro, sencillamente porque nada teníamos cuando llegamos y nada llevaremos con nosotros cuando nos vayamos.
Por eso, la vida debería enfocarse como un recorrido a través de las personas y de las cosas, conociendo, aprendiendo, intercambiando, dando y recibiendo, pero sabiendo cuándo tienes que subirte al tren, decir un hasta pronto, y mirar con libertad al horizonte imaginándote qué nuevas experiencias, qué nuevas personas te vas a encontrar y qué vas a aprender de ellas.
Renunciar a lo que ya posees, a lo que se convirtió en rutina, a lo que no tiene nada más que enseñarte, es volar libre hacia ti mismo, hacia la búsqueda interminable de la Verdad suprema y hacia los demás, porque cada uno, cada persona, somos depositarios de una parte, de una gota de la Esencia Divina, y sólo a través del intercambio juntaremos todas las piezas y formaremos el puzzle.
El niño tiene que renunciar a sus juguetes para hacerse hombre. El hombre tiene que renunciar a su vitalidad para hacerse anciano. Y el anciano tiene que renunciar a la vida para poder aceptar la muerte con dignidad.
Es el círculo eterno de la Vida que gira y en su movimiento nos abarca a todos.
Por eso, debemos de estar atentos a la voz que nos dice cuándo y a qué tenemos que renunciar para poder entrar en el siguiente nivel. De no hacerlo, volveremos a recorrer el mismo círculo donde repetiremos las mismas vivencias y experimentaremos de nuevo las mismas sensaciones.
Renunciar a lo que ya posees, a lo que se convirtió en rutina, a lo que no tiene nada más que enseñarte, es volar libre hacia ti mismo.
Porque el gran enemigo de la renuncia es la posesión, por eso cuanto más poseas más prisionero estás, por eso los políticos se aferran a su poder, los ricos a su riqueza, los intelectuales a su conocimiento y los religiosos a sus “dioses”.
Quien persigue el poder en este plano renuncia inconscientemente a su libertad, porque se convierte en un esclavo de sí mismo y de sus deseos.
Quien persigue la libertad, debe comprender que la libertad no se compra, sino que permanece escondida detrás de todas las renuncias.
Por eso, cuando la puerta se abre ante ti y te invita a entrar, debes saber qué renuncia te pide a cambio, porque nunca puedes pasar con todo lo que tienes, siempre te tendrás que desprender de algo.
Pero ten presente que aunque la renuncia te parezca muy difícil, aunque el dolor te parezca insuperable, aunque la duda te asalte y te haga vacilar, todo ello es tan solo una ilusión que desaparece cuando tu decisión es fuerte y tu voluntad de cambio es firme.
Por ello, escucha sólo la voz de tu necesidad, guíate por sus consejos, sé valiente y lánzate al encuentro de lo que te llama.
Descubre la belleza de la renuncia y experimentarás el misterio de la verdadera libertad.
El gran enemigo de la renuncia es la posesión, por eso cuanto más poseas más prisionero estás.
Jesús nos dijo que “de los necesitados será el Reino de los cielos”. Eso es así porque no tienen nada a lo que agarrarse, nada poseen de lo que se tengan que desprender, no necesitan renunciar a nada. Son libres.
Jesús también nos dejó, para nuestras reflexiones, aquello del joven rico que se acercó y le dijo que quería formar parte de su grupo. Jesús le contestó que regalara a los pobres todo lo que poseía y le siguiera. Pero al joven le pareció muy difícil hacer eso y se marchó.
Entonces Jesús les dijo a los suyos que “era mas fácil que un camello pasara por el ojo de una aguja que un rico entrara en el Reino de los cielos”.
El joven rico tenía que renunciar a su riqueza, a sus posesiones materiales, pero su apego fue superior a la llamada de la libertad, que era algo que estaba creciendo en su interior. No escuchó su voz interna pidiéndole un cambio, necesitando un cambio.
Si el apego es superior a la voz que dentro de nosotros nos guía para entrar en otra dimensión y evolucionar, nunca sabremos lo que está dispuesto esperando por nosotros, nunca conoceremos lo que Jesús nos anunció, nunca romperemos el círculo permanente de la vida y la muerte.
Cuando la puerta se abre ante ti y te invita a entrar, debes saber qué renuncia te pide a cambio, porque nunca puedes pasar con todo lo que tienes, siempre te tendrás que desprender de algo.
Y tú… ¿Estás dispuesto a renunciar a todo aquello que te mantiene prisionero de este plano? ¿Estás dispuesto a abrir tu mente para comprender la verdadera dimensión de la renuncia? ¿Te atrae la verdadera libertad pero no estás dispuesto a “pagar” el precio que te exige?
Ten presente que la mayoría de las veces a lo que hay que renunciar es a lo que tú crees que es bueno para ti, a tu personalidad, a tu pasado, incluso a tu influencia sobre los demás, aunque sea buena.
Lo que espera por ti es muy superior a todo eso. Forma parte de la Realidad, no de la ilusión. De la Verdad, no de la mentira.
Descubre que es posible entrar en ese otro nivel, porque en realidad es regresar a lo que fuiste, al porqué fuiste creado, a tu verdadera naturaleza.
Y ten presente que el camino está señalado por la renuncia.
Sólo tienes que seguirlo.