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domingo 6, octubre 2024

Etelvino Vázquez, un grande del teatro

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Es toda una institución del teatro en España, a él ha entregado por entero su vida. Como actor y director teatral, Etelvino Vázquez se ha dejado la piel en escenarios de medio mundo, ha provocado, conmovido, ha hecho reír, llorar y, por supuesto, reflexionar.

Tras cinco décadas luchando, este dramaturgo natural de Lugones es una leyenda viva que continúa trabajando en lo que le gusta, aunque a veces resulte cansado. Tras su paso por los grupos Caterva y Margen, de 1968 a 1984, Etelvino está cerca de cumplir los cuarenta años con Teatro del Norte. Actuar le sigue apasionando, aunque reconoce que “no siempre, no todos los días, pero el otro día que lo hice en Pola de Siero prestome mucho, como se dice en asturiano”.

-¿Alguna vez has pensado que no mereció la pena entregar tu vida por entero al teatro, que el precio ha sido demasiado alto?
-Claro, constantemente. Y según vas siendo más mayor, que ahora tengo 73 años, más lo piensas. De momento me pongo de tope el año 2025 que se cumplen los 40 años de Teatro del Norte y yo cumplo los 75. Entonces veremos qué hacemos, si lo deshacemos o si alguien se queda con ello o qué.
Son cuarenta años, que ya le vale, porque además cuarenta años en los que prácticamente estrenamos cada año un espectáculo nuevo.

“De momento me pongo de tope el año 2025 que se cumplen los 40 años de Teatro del Norte y yo cumplo los 75. Entonces veremos qué hacemos”

-¿Es imposible tener una vida normal y entregarse al teatro a pecho descubierto?
-Yo diría que sí, pero bueno, allá cada cual. No puedes pretender hacer teatro y a la vez ser una persona “normal”, por eso se decía mucho que los actores se casaban con enfermeras, porque ellas trabajaban y los podían mantener. Claro, porque tienes que casarte con alguien con un buen sueldo y que también tenga su vida, porque hoy estás aquí y mañana no estás. Precisamente por estas condiciones, históricamente, se ve que se han formado muchas parejas en el teatro.

-¿Los actores sois un poco los marginados de la cultura?
-No sé si la palabra es marginado, pero de hecho el teatro interesa poco, ni siquiera se habla de él. La prueba la vimos el otro día, nunca un dramaturgo consiguió el premio Cervantes y decían que igual este año se lo daban a Juan Mayorga, y al final nada. Además, el teatro se ha convertido en una especie de divertimento, pero por suerte hay otro tipo de teatro que tiene otra visión y lo plantea de otra manera.

“El teatro interesa poco, ni siquiera se habla de él. La prueba la vimos el otro día, nunca un dramaturgo consiguió el premio Cervantes y decían que igual este año se lo daban a Juan Mayorga, y al final nada”

Etelvino Vázquez, dramaturgo asturiano
Espectáculo ‘Hielo que quema’

-¿Crees que luchar por la escena es más difícil ahora que en tiempos anteriores?
-Sí, ahora es mucho más difícil. Yo estoy en el teatro desde el año 75, estuve en los últimos años del franquismo, en toda la transición y entonces tuvo mucha importancia, y eso que -frente a lo que ocurrió en Argentina- en España el teatro se mató de alguna manera. Aquí se hicieron las autonomías y sólo una de las diecisiete construyó un teatro, la catalana. Al teatro se le marginó y se fue convirtiendo en otra cosa; pero se podría hacer mucho más que representaciones, se podría trabajar con gente mayor, con niños, dar cursos y muchas otras cosas, aunque para eso tendríamos que estar organizados como lo están en Portugal, en Italia o en Francia, que no funcionan con empresas. Recuerdo aquello que decía Aznar: “Tranquilos, que el mercado pondrá a cada uno en su lugar” y ya ves dónde nos puso.

-El teatro, que no deja de ser un gran espacio de libertad, al final tiene muchas limitaciones para ejercerlo.
-En parte es por la infraestructura y en parte por la cuestión económica porque se le dedica muy poco dinero. Date cuenta que en Asturias se destinan alrededor de 100.000 euros, en el País Vasco 1.000.000 y en Galicia 500.000, y hablamos de teatro profesional, pero es una mentira piadosa porque con tres funciones no se puede vivir del teatro.
Hay algo muy significativo, llevamos ya como un mes con un nuevo Gobierno en Asturias y nadie convocó una reunión con el teatro, ni para decirnos que ‘a partir de ahora va a ser maravilloso’, aunque sea mentira. No hubo ninguna relación desde la Asociación de Compañías de Teatro.

“Recuerdo aquello que decía Aznar: ‘Tranquilos, que el mercado pondrá a cada uno en su lugar’ y ya ves dónde nos puso”

-Hubo épocas en las que ir a ver una función era casi un acto de rebelión. Te oí contar que los propios acomodadores os avisaban cuando había algún espectador ‘de la censura’ entre el público.
-Sí. Franco murió en noviembre del 75, pues en octubre estábamos haciendo Don Juan Tenorio en el teatro Alfil, y cuando los acomodadores veían problemas a la vista nos avisaban para que una parte que hacíamos de Doña Carmen Polo la omitiéramos.
La censura era bien dura, no solo tenía que pasarla primero el texto, sino que también tenías que hacer una función para el censor. El de Gijón se llamaba Ignacio y tenía que darte un permiso para cada función, era un rollo incómodo gordísimo. Ahora la censura es sobre todo económica.

-En algún momento de tu trayectoria ¿has sido un actor prohibido?
-No, individualmente no, pero sí tuve un lío considerable muy al principio, cuando estábamos en el Ateneo de Oviedo. Yo era el que dirigía y debía tener 19 o 20 años, estaba con Ángeles y Gonzalo y hacíamos el prólogo de Los cuernos de Don Friolera, pero con una bandera de España. En el salonín del Ateneo entrarían sólo veinte personas y alguien debió irse con el chivatazo porque vino un juez instructor militar de Valladolid. Nos interrogaron a todos, pero como ninguno teníamos antecedentes se sobreseyó y mi padre me echó una reprimenda que nunca se me olvidará.
Nosotros ya habíamos hablado antes que si pasaba algo me echaran la culpa a mí, porque yo era el más joven. Cuando el militar me vio llegar, dijo ‘pero este es un niño’. Además yo decía la verdad, la bandera de España era la que poníamos en mi casa delante del nacimiento.

“En el Ateneo de Oviedo hacíamos el prólogo de ‘Los cuernos de Don Friolera’, pero con una bandera de España y alguien debió irse con el chivatazo que vino un juez instructor militar de Valladolid. Nos interrogaron a todos”

-¿El teatro tendrá siempre valor ideológico?
-Yo creo que sí, sobre todo un valor social muy fuerte. El teatro, tal y como lo conocemos ahora, que para nosotros es un invento de finales del siglo XIX y principios del XX, descubre dos grandes cosas que son muy importantes. Una, que el teatro cambia al que lo hace y otra, que tiene una labor social. Todo el que hizo teatro queda un poco marcado, es como el que hizo ballet. Y es muy significativo que los padres digan a sus hijos: ‘Apúntate a judo o a baloncesto’, pero muy pocos les dicen que deberían apuntarse al teatro para que florezcan por dentro y por fuera.

-En los Premios Princesa Meryl Streep comentaba la importancia de ponerse en la piel del otro al interpretar diferentes personajes y su papel transformador. ¿Ocurre lo mismo en el teatro?
-Sí, de alguna manera también te transforma por dentro, puedes pensar que eres otro, cómo sería ese otro. Y eso fue fundamental para cambiar la historia del teatro que pasó de ser un divertimento, cuando las compañías eran a menudo familias, a ser otra cosa.

-¿Por eso mismo es algo tan vocacional?
-No es que sea tan vocacional, yo siempre digo “no te dediques a esto porque ni se gana un duro, ni hay un reconocimiento social. Haz teatro como aficionado, que lo puedes hacer muy bien”. Además, la historia del teatro está llena de grandes aficionados que cambiaron el teatro, ahora, si lo quieres hacer, sabes que tienes que cargar con una vocación que es una cruz. No ganarás dinero, pero harás lo que te gusta o lo que necesitas hacer.

“Es muy significativo que los padres digan a sus hijos: ‘Apúntate a judo o a baloncesto’, pero muy pocos les dicen que deberían apuntarse al teatro para que florezcan por dentro y por fuera”

-En tu manera de entenderlo siempre has apostado por la creación colectiva. ¿Sigues siendo un gran defensor de ella?
-Hombre, que aporten los actores sí, evidentemente. Igual no al cien por cien, pero creo que cuanto más lo hagan, mejor va a ser la función. Y los grandes como Declan Donnellan, que acaba de hacer La vida es sueño, trabajan a partir de propuestas de los actores, que es hoy día a lo que se tiende. Lo que se acabó en el teatro son aquellos trabajos de mesa interminables donde se analizaba todo y de los cuales el director sabía todo. Eso hoy día ya no suele hacerse, ahora hay que pasar a la acción. El teatro es acción y que los actores aporten lo más posible.

-En vuestros inicios, cuando hacíais funciones por España, cada dos por tres os fallaba gente y los reemplazabais casi sobre la marcha.
-Fíjate que en Ubu Rey eran seis actores y hubo dieciséis sustituciones, pasó muchísima gente por aquella función. Alguno salió incluso sin saber el texto e improvisábamos. Entonces teníamos muchas funciones fuera y no podíamos decir que no; en el teatro siempre hubo sustituciones veloces. Ahora ya tiendo a ensayar mucho, porque hay que probar muchas cosas y no ir al resultado.
Otro problema es que no todos los actores ‘cuecen’ a la misma velocidad y esto hay que tenerlo muy claro en los ensayos, porque igual estás pidiendo algo que esa persona a esa velocidad no puede, no sabe o no quiere.

“La historia del teatro está llena de grandes aficionados que cambiaron el teatro, ahora, si lo quieres hacer, sabes que tienes que cargar con una vocación que es una cruz”

-Antes, además de las funciones con Teatro del Norte, dabas cursos de teatro. ¿En qué andas ahora metido?
-Ahora clase propiamente no doy, pero estoy trabajando en la cárcel de Villabona y también en la ONCE. El de la cárcel es un proyecto concedido a Teatro del Norte en 2010 y que no acaba hasta final del 24. Trabajamos con reclusos de la UTE (Unidad Terapéutica y Educativa), pero después de tantos años, por parte de la cárcel hay mucha desidia, no nos dejan grabar y todo es poner problemas. Con las personas ciegas es mucho mejor, es gente mayor pero con muchas ganas. Hace unos días una mujer cumplió los 95 años y es la que mejor se sabe el papel, a pesar de que tiene que aprenderlo con su hijo diciéndoselo.

-¿Cual ha sido la función que te haya dejado más huella dentro?
-De las primeras obras, Malas noticias acerca de mí mismo y mucho más reciente la de Yerma, porque ahí también tenía que hacer un papel gordísimo. El nivel emocional tenía que ser inmenso. La mejor crítica que recibí en mi vida la recibí en Rosario, Argentina, por Yerma, en el 2015. Te queda como ese estigma.

Etelvino Vázquez, dramaturgo asturiano
El actor en el espectáculo Un diálogo con Margarita Xirgu, en memoria de Federico García Lorca

-¿Hubo algún personaje del que hayas tenido que recuperarte por la zozobra que te produjo?
-Sobre todo de Malas noticias acerca de mí mismo, un monólogo que hacía yo solo. Me identifiqué de tal manera con el personaje que me trastornó bastante mentalmente hacer las funciones. En el papel utilizaba unas cartas que eran mías de verdad y en aquel entonces, en el 85, todavía no se hacía un teatro en el que tú contaras tu vida. Aquello era algo mío, me requería llorar, reír, me exigía mucho.

-Con algo así ¿te sentías especialmente vulnerable?
-Sí, además yo estaba empezando con el Teatro del Norte, estábamos el técnico y yo. Era un momento complicado anímicamente, como el de ahora que también hubo gente que lo dejó y estoy como volviendo a empezar. Y tienes volver a luchar con ello, pero a estas alturas ¿que voy a dejarlo?

“El cine es el arte del director y del montador, pero el teatro es el arte del actor. El actor es el último de la cadena, pero es el más importante, y a mí me gusta actuar”

-¿La escena forja grandes guerreros?
-Sí, pero también hay muchas deserciones. Tal y como es el mundo occidental hasta los 30 años, en general, todos vivimos muy protegidos por la familia y puedes hacer teatro, pero de los 30 a los 40 la cosa ya se complica más, y si eres mujer más todavía porque igual quieres tener un hijo. De los 40 a las 50 ya no hay vuelta atrás, y de los 50 para arriba ya hay que aguantar y esperar a la jubilación. Mucha gente lo deja, pero también es verdad que como aficionado puedes hacer cosas maravillosas.

-No llevas una espada contigo, pero tus palabras han fustigado a políticos y gobiernos, ¿es algo a lo que no vas a renunciar?
-No, y encima me generó un pequeño problema este año porque formo parte de la Asociación de Compañías de Teatro y vi una cosa en La Nueva España que no me gustó nada. Mandé un escrito diciendo que esa Asociación siempre había sido muy combativa y preguntando que qué era eso de publicar en este periódico que la Consejería es maravillosa y que lo que hacen es maravilloso.
Tenemos que ser más combativos. Yo no me he cortado nunca y el lío que tuve fue con otro teatrero compañero de la Asociación porque los políticos pasan de nosotros. Como dice Calderón: ‘Dadme paciencia mi dios’.

-¿Qué obra icónica te falta por preparar antes de tu retirada?
-Es complicado, porque entre actuar y dirigir siempre te apetece actuar. El cine es el arte del director y del montador, pero el teatro es el arte del actor. El actor es el último de la cadena, pero es el más importante, y a mí me gusta actuar. Y no me gustaría morirme sin meterle el diente a La vida es sueño, aunque después de lo que hizo Donnellan es difícil porque fue tan perfecto que dices: “no, esto ya está hecho”, pero me gusta cualquier obra de Lorca. Algunas como Bernarda Alba no las puedo hacer porque son demasiados personajes. Tienes que limitarte a 3 o 4 máximo, y es complicado porque hay que buscar obras que recosiendo y haciendo una labor de dramaturgia puedan entenderse con pocos actores.

“No me gustaría morirme sin meterle el diente a ‘La vida es sueño’, aunque después de lo que hizo Donnellan es difícil porque fue tan perfecto que dices: ‘no, esto ya está hecho’”

-Te presentan, no solo como director y actor, también como investigador de la escena.
-¿Investigador? Pero si en España no hay estudios para ser crítico o historiador de teatro, no existen, y esto es como si faltase la pared de enfrente en la que rebota la pelota antes de volver a nosotros. Nos falta ese estudioso que realmente te diga qué estás haciendo, porque a veces no sabemos lo que estamos haciendo, no es tan fácil. Sí los hay en Portugal, Italia y en Francia.
El año pasado nos dieron una ayuda europea Next Generation para hacer un archivo del Teatro del Norte y ahora hemos pedido otra para acabarlo y llegar a los 40 años de trayectoria. Quizás estoy un poco obsesionado con que hay que dejar algo de nosotros, una herencia nuestra, de forma que si algún día hay estudiosos, puedan conocer qué hizo Teatro del Norte desde el año 85. Porque si desde la Administración o desde la Universidad nadie jamás se planteó hacer algo sobre el teatro, ¿qué haces?

-Tras sufrir una crisis económica global y luego una pandemia, ¿el teatro es un ejercicio de supervivencia a todos los niveles?
-Sí, lo has definido muy bien, de supervivencia. Tras la pandemia el que mejor se portó fue el Teatro Jovellanos, porque el 13 de marzo nos confinaron y el 29 de julio ya estábamos actuando en el Jovellanos. Por parte del Ayuntamiento de Gijón hubo una voluntad clara de apoyar lo asturiano, algo que no ocurrió en Oviedo, Avilés o Pola de Siero.

“En ‘Malas noticias acerca de mí mismo’, un monólogo que hacía yo solo. Me identifiqué de tal manera con el personaje que me trastornó bastante mentalmente hacer las funciones”

-En Oviedo quizá no te perdonaron la obra De Vita Beata, la sátira descarnada sobre la ciudad carbayona que hiciste en tu época con Margen.
-Posiblemente. Mira, eso me gustaría volver a hacerlo pero tendría que contar con aquellos actores que eran maravillosos. Hubo mucho lío con esa obra en la que hacíamos todo con máscaras como en un espectáculo que se hacía entonces en el Teatro de Solei de París. Yo no había visto ese teatro, pero en París había comprado un libro que habían hecho sobre la función, de ahí cogimos ideas y otras cosas. Cualquiera que se dedique al arte tiene que robar, es inevitable, porque qué vas a pensar ¿que eres el genio de los genios? Sería de tontos pensar eso.

-Cuando todavía estabas con Margen hiciste un prolongado viaje a Italia que te marcó profesionalmente ¿Qué fue lo que experimentaste?
-Fue en la ISTA (Escuela Internacional de Antropología Teatral) que dirige Eugenio Barba, en el año 81, y me cambió la mirada teatral. Vi otra manera de entender el teatro y de practicarlo fundamentalmente. Fue una revelación, aunque aquello era como un campo de concentración porque tenías que levantarte todos los días a las 6 de la mañana y no apeé las agujetas en los dos meses que estuve allí, con esto te lo digo todo. Pero aquello se convirtió en una especie de faro que me sigue iluminando, me sigue mimando y al que no voy a renunciar y más estando todavía Eugenio Barba vivo.

“No me gustaría morir de repente porque lo quiero dejar todo atado y bien atado y que todo esto quede para la posteridad y que lo disfrute el que tenga interés”

-Sé que en una función el público os tiró vasitos de yogur vacíos, aunque con esto ya contabais, pero ¿alguna vez te quedaste sin espectadores sin contar con ello?
-Lo de los vasitos de yogur era en la guerra que había en Ubu Rey, mi madre recogía todos los vasitos que podía de la zona de Lugones y el público nos los devolvía tirándonoslos.
Lo de quedarme sin público me tocó en Egipto, en el Festival del Cairo haciendo Pasajero de las sombras en lo que ellos llamaban la Sala experimental del Teatro Nacional, que está en unas islas en el Nilo. En realidad, era un cuartucho grande donde tú ponías las butacas como querías. Yo iba con dos técnicos que estaban en el piso de arriba y veían la escena a través de un ventanín y el primer susto fue para ellos, porque cuando ya había empezado la función el encargado que estaba allí del teatro sacó la alfombra y se puso a rezar.
Luego, cuando llega un momento en el que estoy de espaldas, desnudo y arrodillado y me voy tocando por la espalda, oigo ‘plon, plon, plon…’ eran los pasos de todo el público que se marchó porque los árabes no pueden ver el cuerpo desnudo. Yo no podía volverme y mirar, así que seguí haciendo mi función como pude y cuando acabó ya vi lo que pasó.
Al año siguiente íbamos con una obra de Lorca en la que había una escena en la que se pisaba un pan. El egipcio que nos llevó explicó primero a la gente que en la función había un pan que se pisaba, pero que estaba sin consagrar y que lo que hacíamos no era pecado.

Etelvino Vázquez, dramaturgo asturiano
El dramaturgo asturiano en El Pasajero de las Sombras, de Teatro del Norte

-En una entrevista decías que tú eras muy de viaje interior. ¿El teatro ha sido para ti como un camino hacia ti mismo? ¿Qué has aprendido en este viaje?
-Sí, importantísimo, porque trabajas contigo mismo por así decirlo. No sabría decir una cosa en concreto que haya aprendido pero algo en mí cambió y cambia. El teatro tiene otra cosa buena y mala al mismo tiempo y es que se hace con otra gente y puede ser una cosa maravillosa o puede ser un infierno.

¿Qué ves cuando miras hacia el futuro?, ¿cómo lo ves?
-Complicado porque no puedo tener jubilación teniendo una empresa. De momento con la gestoría vamos a esperar al 2025 y luego a ver qué hacemos. Cuando me dices dejar el teatro, me dan ganas de llorar ¿cómo lo voy a dejar? pero esta burocracia dichosa…. Algo tendré que hacer, de momento estos dos años no sé si serán los últimos. Yo, por ejemplo, siempre cuento que no me gustaría morir de repente, porque lo quiero dejar todo atado y bien atado y que todo esto quede para la posteridad y que lo disfrute el que tenga interés. Aquí se han hecho muchas cosas interesantes y además con una continuación que en toda Asturias no la hay, y no debe de haberla porque es producto de mi cabezonería, no hay más razón. Pero con este nivel de ayudas era para decir que haga Canteli teatro, Canteli y señora.

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