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sábado 4, enero 2025

Mariana Fano. Cuando la pintura pequeña se hace grande

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La exposición Arte Ovoide, en la que reproducía obras de arte famosas utilizando como soporte huevos de ave, ha dado a conocer las buenas mañas de Mariana Fano. Conocida también como la pintora de los Huevos Pintos, la ovetense ha demostrado que el arte no tiene tamaños ni lienzos determinados. Su innovación y pasión por la pintura han llevado a esta artista a experimentar y romper con todo tipo de normas establecidas.

-¿Cuándo empezaste a destacar por tus habilidades artísticas?
-En el colegio había cada año un concurso de postales de Navidad y yo empecé a ganarlos desde parvulitos hasta EGB y también en 1º de BUP. Siempre me gustó pintar, de hecho, estudiaba muy mal y todos los libros los tenía pintarrajeados, también me gustaban mucho las manualidades, sobre todo la carpintería. Mi idea inicial era hacer Restauración de Arte, pero mi padre me dijo que tenía que estudiar Bellas Artes, así que me marché a hacerlo a Bilbao, pero elegí la mayoría de las asignaturas enfocadas a la restauración.

-¿Pudiste poner en práctica tu pasión por la restauración?
-Sí, al acabar los estudios trabajé en dos empresas y pude dedicarme a la restauración de obras como las cúpulas de zinc de la Alhóndiga de Bilbao y la fachada de la Iglesia de San Pedro en Mungia. Y durante las prácticas de Bellas Artes estuve en el Bosque de Oma, de Agustín Ibarrola, y también durante una temporada en el Museo de Reproducciones de Bilbao.
Luego, como ya no había más obras, me metí en hostelería durante un tiempo, pero en Bilbao era todo mucho más caro así que volví a Asturias y me fui a vivir a Pola de Siero. Una vez allí hice alguna exposición de mis obras en bares donde lo vendía casi todo.

-¿Cómo comenzó tu idilio con los huevos pintos?
-Fue mi padre quien me animó, me dijo que ya que quería seguir pintando por qué no hacía huevos pintos para la fiesta de La Pola, que además se vendían bastante bien; y empecé sin tener ni idea. El primer año los hice de temas muy asturianinos, vi que se vendían y aquello me gustó. El segundo año, empecé a pintar otras cosas que era conocidas para el público y que también gustaban mucho, como La noche estrellada de Van Gogh o El beso de Gustav Klimt. Me podía pasar dos horas pintando un huevo, porque como lo hago en acuarela y voy capa por capa, me llevaba un poco más de tiempo. Viendo que tenían muchísima aceptación decidí invertir un poco más de tiempo y pensé en experimentar también con huevos de oca, ya que los de gallina eran pequeños y no los podía vender a un precio que compensara el trabajo que llevaban. Y el primero que hice fue el de Las Meninas de Velázquez. Estuve un mes trabajando en él, dedicándole varias horas al día, y la verdad es que el resultado me sorprendió hasta a mí, quedó muy bonito.

-Este 2024 ganaste el premio el Concurso de Güevos Pintos.
-Sí, este año y en los anteriores que me presenté, lo que pasa es que la organización cambió y en esta edición le dieron mucho más bombo al premio. Hubo algunos años en los que no participé porque todos los huevos que se presentaban se los quedaba la Sociedad de Festejos y había gente que me preguntaba si yo iba a presentarme, me decían que, si lo hacía, ellos ya no lo harían. Esas cosas a mí tampoco me gustaban, pero ahora la participación es anónima y la verdad es que se presentan unos huevos guapísimos.

-A la dificultad de pintar en un lienzo curvo como es la superficie de un huevo se añade la preparación para su decoración y conservación. ¿Cómo es el proceso de elaboración?
-Lo primero que hago es vaciar bien los huevos, luego los limpio con un estropajo por fuera, y después los vuelvo a rellenar con agua caliente y vinagre y los dejo sumergidos en esa misma mezcla durante un tiempo que depende del tipo de huevo, porque el vinagre es abrasivo y degrada un poco la cáscara. Si son de gallina, los dejo un par de horas; si son de oca, los dejo tres, y cuando son de avestruz, los sumerjo un día entero. Luego los saco y los paso por agua limpia, y una vez vacíos de nuevo los dejo secar durante un mes. Necesito que estén bien secos, porque luego los relleno con espuma, y así no tienen peligro de romper e incluso puedes arreglarlos si hay una grieta.
Y como lo que hago son miniaturas y el soporte es ovoide, no es una superficie plana, tengo que adecuar lo que es el cuadro para dar esa curva sin que se note, así que cambia un poco la perspectiva del cuadro.

-Tu método de elaboración es innovador ya que tradicionalmente los huevos pintos se cuecen antes de pintarlos.
-Por lo visto, el primer huevo que apareció decorado se encontró en una tumba en Egipto, el huevo era de avestruz, así que esto viene ya de muchos años atrás. Y la tradición de los Huevos de Pascua venía porque en esa época no se podía comer carne, y la manera de que se conservaran los huevos era cociéndolos.
Tradicionalmente utilizaban la técnica de cocer los huevos para poder pintarlos mientras estaban calientes, porque un huevo frío y vacío no coge la tinta china. También lo que hacían era cocerlos dentro de una malla en la que metían flores del campo, hojas de lombarda, castañas o cáscaras de cebolla, de tal forma que al quitar la malla quedaban impresas esas hojas, flores, etc.
Yo los hice cocidos el primer año, pero quise guardar en casa unos que tenía muy guapos y al año siguiente estaban todos podres. Los pintaba con acrílico y los barnizaba enteros, pero con la pintura y el barniz los poros no respiraban y algunos estallaban. Ahora lo relleno con espuma, a través de un agujerito muy pequeño que hago por debajo. El trabajo es bastante más laborioso, porque tienes que dejar pasar más tiempo y utilizar más material, pero a la hora de manipularlos, barnizarlos o pintarlos es mucho mejor.

Acuarela sobre huevo de avestruz. Mariana Fano
Acuarela sobre huevo de avestruz.

-Tus huevos también han salido fuera del ámbito popular y festivo de Siero con la exposición Arte ovoide, en la que hiciste un recorrido cronológico por las obras más famosas de la historia del arte. ¿Cómo surgió esta oportunidad?
-Fue a raíz de participar en un mercado nocturno que hacían en una escuela-galería de arte, en Oviedo; ahí empezaron a conocerme otras personas. Y en una de estas veces que estaba en el mercado, se me acercó una señora para proponerme si quería hacer una exposición. Me daba dos años para prepararla y llegué a hacer 68 huevos, sin parar. Fue muchísima gente a verla, me decían que nunca había pasado tanto público por la sala y vinieron muchos medios de comunicación a interesarse por la obra. Ahora, cuando es la fiesta de los Güevos Pintos, la TPA viene a mi casa, charlamos un poco, les enseño el taller y me conocen como pintora de huevos pintos.

-¿De qué obra estás más orgullosa?
-Antes me daba igual y lo que hacía para los Güevos Pintos lo vendía todo, pero, por ejemplo, el de Las Meninas de Velázquez, que fue el primero que hice en una línea diferente, ese no lo vendo. Tampoco el de Artemisia Gentileschi, le tengo un cariño horrible. Y también dejo para mí el cuadro que pintó Lavinia Fontana, el de una niña lobo, esos tres son los que nunca querría dar, aunque otros también me gusten mucho.

-De tu pasado como restauradora en el País Vasco a pintora de huevos pintos en Asturias, ¿alguna vez echas en falta dedicarte a esa otra parte?
-Sí, sobre todo de cara a la jubilación, porque sigo trabajando en hostelería. Y, de hecho, estoy preparando oposiciones para trabajar en institutos, aunque lo que me gustaría es meterme en la Escuela de Artes y Oficios, porque en ciertas técnicas me puedo manejar, pero en otras como la informática no tengo ni idea, por eso no tengo ni página web.

-¿Tienes algún proyecto a medio plazo?
-Por un lado, estoy haciéndome mis propias peanas para los huevos, pero también quería empezar a pintar mis propios cuadros, algo a lo que todo el mundo me está animando. Y como mi vista todavía me permite hacerlo y es algo que me gusta mucho, me he metido a pintar cuadros pequeños, miniaturas con la temática que a mí me apetece. Además, hoy por hoy, con las casas tan pequeñas que podemos llegar a tener, es más fácil colocar un cuadro de menor tamaño que uno grande.

Cuadro de Mariana Fano. Acrílico y resina sobre lienzo con base de huevos.
Cuadro en acrílico y resina sobre lienzo con base de huevos.

-He visto que algunos de tus cuadros tienen relieve gracias a texturas creadas a partir de cáscaras de huevos.
-Sí, porque cuando vacío huevos, pierdo mucha materia, muchos se rompen. Y es un material que ya está limpio y tratado, así que empecé a tratar esas cáscaras con resina, esmaltes y barnices y quedaron unos cuadros muy decorativos. Es un material que creo que nadie ha utilizado.

-Te gusta pintar y sacas tiempo para hacerlo en tus ratos libres, no sin dificultad. ¿Hay momentos en los que te preguntas si realmente merece la pena?
-Sí, muchísimas veces. Yo creo que desde que salí de la facultad, porque al principio, como restauradora tenía trabajo y todo iba muy bien, pero luego cuando vine a Asturias mandaba muchos currículos, pero no me conocía nadie y alguna vez me desmoroné. En cuestión de restauración aquí hay trabajo para algunos, pero no para todos, así que he tenido otros trabajos, en una residencia de ancianos, en una tienda de ropa… He tenido días de bajón, como creo que tiene todo el que se dedica a la pintura, pero hoy por hoy tengo mi taller en el salón de mi casa y todos los días me voy a la cama pensando en ideas y planeando los cuadros que quiero hacer.

-En Arte Ovoide diste también notoriedad a mujeres artistas que históricamente han sido invisibilizadas ¿Cómo llegaste a ello?
-Para preparar la exposición cogía muchos libros de enciclopedia, pero veía que todos los pintores que salían eran hombres. Buscando mujeres pintoras en la historia vi a Artemisia, que fue contemporánea en la época de Caravaggio, y que sí salía en los libros de arte, pero era solamente una mujer, algo que me extrañaba. Luego ya pasamos al siglo XIX, y aparecían muy pocas y cuando te pones a investigar ves que son mujeres o hijas de pintores, de alguna forma todas estaban relacionadas con algún pintor, como pasó con Rodin y su amante. Pero, en ese momento de mi vida conocí a una chica por Internet que se llamaba La Gata Verde, que daba visibilidad a las mujeres olvidadas del arte y con ella empecé a descubrir un montón de pintoras. A la par que ella iba haciendo algún vídeo sobre esta temática, yo iba investigando sobre las artistas y supe que había mujeres tan buenas como los hombres e incluso mejores. Y fue cuando pensé en presentar en la exposición un número igual de hombres que de mujeres.

Huevo pintado por Mariana Fano con motivo de la visita que hizo el Papa a Perú en 2018.
«Retrato del Papa Francisco saludando», huevo pintado con motivo de la visita del Papa a la localidad peruana de Maldonado, en 2018.

-¿Hasta dónde han llegado tus obras? Porque tengo entendido que una de ellas pudo acabar en el Vaticano.
-Sí, fue por una visita que hizo el Papa a Perú y coincidió que el chico que me hacía las peanas iba a hacerle una con una cruz, y me preguntó si yo podría pintar un huevo de avestruz en el que se viera al Papa saludando y de forma que también se viera el puente de Puerto Maldonado. Lo hice, y una vez que el huevo pasó todos los controles que tenía que pasar, se lo entregaron. Y lo que me contaron es que –aunque habitualmente no se suele llevar los regalos, que suelen quedar para dejar constancia de que estuvo allí el Pontífice– después de la visita vieron al Papa con el huevo debajo del brazo.

-Te propongo un ejercicio ¿cómo te soñarías de aquí a unos años?
-Pues soñaría poder entrar en alguna escuela de arte y poder estar tanto enseñando como pintando. La verdad es que yo no paro y aunque soy de Oviedo -que es donde trabajo en un bar-, mi vida en La Pola se resume a estar en casa, en el taller y poco más. Me gustaría poder dedicarme a pintar o a hacer cosas relacionadas con el arte y luego, los fines de semana, poder ir a tomar algo tranquilamente o quedarme en casa haciendo mis cosas.

-¿Cuáles son los momentos más gratificantes que te da la pintura?
-Sobre todo cuando llega el momento de la exposición y al estar allí oyes los comentarios que hacen sobre tu trabajo, cuando escuchas ‘qué bonito’ ‘qué pasada’. Entonces voy a ver qué es lo que están mirando y pienso: ¿eso lo hice yo? Lo único que escuché malo fue el día que oí decir: “eso son pegatinas”. En realidad, era algo bueno para mí porque si les parecían pegatinas era porque estaban bien hechos.

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