Nel Amaro alguna habría montado para denunciar como abunda la indiferencia e incluso las alucinantes justificaciones mientras ya van quince cuerpos de inmigrantes localizados tras intentar alcanzar las playas de Ceuta y morir ahogados, repelidos por disparos de fogueo y de pelotas de goma.
Todos echamos de menos a Nel Amaro y más en estos días en el que la actualidad le daría, desgraciadamente, buen material. Como a todos los que lo vimos en acción, nos resulta difícil olvidarle y no sonreír cuando evocamos cualquiera de sus performances. Me he acordado de él porque alguna habría montado para denunciar como abunda la indiferencia e incluso las alucinantes justificaciones mientras ya van quince cuerpos de inmigrantes localizados tras intentar alcanzar las playas de Ceuta y morir ahogados, repelidos por disparos de fogueo y de pelotas de goma. A buen seguro que habría tenido que pasar por la oficina de expedición del DNI para hacerse otro nuevo, porque sacarlo de la cartera y quemarlo, por vergüenza y espanto, es un gesto político, o al menos un alivio, que tiene sentido y razón, si el Estado que dice ampararte y te documenta maneja entre sus formas de proceder que las autoridades encargadas de hacer cumplir la ley la contravengan (devoluciones en caliente incluidas) y desprecien la vida ajena hasta facilitar que quince desgraciados la pierdan a unos metros de la orilla. Sin que haya destituciones; con una contestación social más bien escasa (me temo que todos estamos en el sálvese quien pueda); prácticamente sin muestras oficiales de condolencia (por muy hipócritas que resultasen); admitiendo como parte del paisaje que el responsable de la Guardia Civil amenace abiertamente a quien critica la insoportable inhumanidad; tragando con explicaciones a medio camino entre la falsedad (hubieran negado el uso de material antidisturbios si no fuese inocultable) y el descaro; contemplando la estrategia, quizás exitosa, de argumentar la necesidad de defender la impermeabilidad de la frontera, a cualquier precio e incluso contra las propias normas que nos hemos dado.
Todo ello en nuestro supuesto beneficio, como ciudadanos regularmente identificados.