Okaeri es la única casa de té que hay en Asturias. Es un espacio para mentes abiertas, con ganas de experimentar y de dejarse sorprender. Es una iniciativa que propone otra forma de mirar y conocer nuevas formas de posicionarse en la vida. Okaeri significa “bienvenido a casa” y esto es lo que Cruz y David hacen que sientas cada vez que traspasas la puerta de su hogar situado en Gijón.
El día de Cruz Navarro comienza a las seis de la mañana. En una tetera chiquitina, con la que se siente tremendamente cómoda, prepara té y se toma tres tazas en absoluto silencio. Después escribe un poco, lee un rato. Respira, siente. Después conecta el móvil y da por iniciado su día. “Antes de ponerme a hacer nada, me respeto, me tomo este tiempo personal para sentir cómo estoy, qué es lo que me apetece y esto es un punto de partida impresionante. Muchas veces nos levantamos en automático, tomas algo caliente y ni tan siquiera piensas si esto te va bien o no en ese momento”. Huye de dogmas, de los adoctrinamientos y disfruta acompañando y viendo cómo la gente que se acerca a su casa descubre un mundo desconocido que le permite vivir de una manera más anclada al origen y, sobre todo, conectada.
-Empecemos por el principio. ¿Qué es una casa de té?
-Es un espacio en el que se acerca esta cultura y se hace un servicio muy fidedigno a lo que son los lugares de origen. Se utiliza té selecto y mezclas propias. Es un punto de reunión, de encuentro muy bonito pero, sobretodo, de acercamiento a una cultura que es desconocida. Es cierto que no tienes por qué saber nada de ella porque es algo que no forma parte de tu identidad.
Históricamente, lo más próximo es esa parte colonialista británica. Ellos deciden hacer una explotación muy bestia de una planta, la comercializan de forma adaptada a nuestra mirada occidental con un servicio muy escaso en cuanto a calidad, barato, que se sirve de forma rápida y práctica para que te enchufes y aguantes el día. Realmente esto nace en la era industrial para mantener a los trabajadores a tope. Antes hacían una pausa con la cerveza y los tenían a todos pimplados. Cambiaron eso por el té que además los activaba y eran más productivos.
“Okaeri es un punto de reunión, de encuentro muy bonito pero, sobretodo, de acercamiento a una cultura que es desconocida”
-¿Qué tiene el té para hacer que tu vida gire en torno a él?
-¿Qué es lo que no tiene? El té selecto y el noble tienen una conexión brutal con la naturaleza. A mí lo que me acercó a este mundo fue, primero, que no podía tomar otra bebida porque el café me empezó a molestar y, como en España no tenemos mucha cultura en cuanto al cuidado del producto, pasé a tomar las bolsitas de té Twinings de toda la vida.
Por otro lado, en aquel momento trabajaba en el sector de la moda y empecé a sentir que necesitaba otra cosa. Tropiezo con una casa de té en el año 92 cuando me voy a Manchester y empiezo a ver que hay un montón de opciones y lugares y me doy cuenta de que hay otro mundo. Detecto que es una bebida que me encaja, me funciona y me gusta. Después empecé a trabajar en una casa de té y ya fui profundizando más.
-¿Qué descubres que te sorprende?
-Conocí que hay categorías, que es una bebida cromática fascinante, que el colorido te proporciona sabores y un despertar en los sentidos brutal y que además es una bebida que, por los beneficios que tiene, proporciona un foco, una tranquilidad. Toda esta parte, que es la más espiritual, se puede trabajar también a través del té y está muy asociada con los monjes Zen, porque es a través de esa cultura donde nace. Son los estudiosos del Zen los que empiezan a consumirlo y a hacer servicios de té para focalizarse en sus meditaciones. Japón manda a sus estudiosos a China, empiezan a aprender esta técnica y la aplican de una manera maravillosa. Ellos crean una ceremonia que hasta ahora se mantiene en el tiempo en la línea original y China hace la producción. Siempre digo que China son productores y Japón son los diseñadores. Para mí no es sólo una bebida sino una forma de habitar el mundo, de entenderlo y comprender. Es una mirada.
Me asocio con una escuela de Zen y Té y comienzo a descubrir que hay una sensibilidad mayor, que hay una historia detrás y empiezo a pensar que esta bebida es algo más que esa parte reconfortante.
“El té es una bebida cromática fascinante, su colorido te proporciona sabores y un despertar en los sentidos brutal. Además es una bebida que, por los beneficios que tiene, proporciona un foco, una tranquilidad. (…) Son los estudiosos del Zen los que empiezan a consumirlo y a hacer servicios de té para focalizarse en sus meditaciones”
-¿Asociar el té a una bebida usada para estimular o curar es una visión muy limitada?
-Muchísimas veces la gente me pide algo para despertarse. Y siempre les digo que se lo voy a dar al momento: una buena noche de descanso. Tú no puedes buscar el estímulo en una bebida. Tienes que buscar un buen descanso y eso se hace cuidándote, no enchufándote. El 95% de nuestra mente está funcionando en inconsciente y sólo un 5% es consciente de lo que hace. ¡Es brutal!
En las ceremonias de té que hacemos, trato estos datos para hacer consciente a la gente y que utilice el té como un aliado y una herramienta para acompañarles en ese bajar revoluciones y conectar con uno mismo. Es importante el que estés presente, disfrutando de ese aroma, saborearlo y luego, si quieres, ya usas el piloto automático. Pero ese tiempo tiene que ser sagrado para ti.
-También es cierto, y más últimamente, que las infusiones son una industria ligada a la belleza y el bienestar…
-Yo llevo media vida transitando por esto que se llama Chado (Camino de té). Por eso cuando escribo mis Newsletter, a mis suscriptores, los llamo caminantes. Caminan conmigo, están creciendo, evolucionando, cada día dan un pasito con cada taza de té, prueban cosas nuevas y, si vieras el entusiasmo que hay, es muy emocionante. Esta es la parte bonita, cuando tú influyes. La idea es contribuir e influir de una manera positiva en el despertar de las personas. Y el despertar no solamente es a la cultura del té, es que estás sembrando conocimiento y sensibilidad. Al final, tú estás creando ese espacio en el que te sientes cómoda.
Yo también fui bebedora de infusiones y afronto, no enfrento, ese desafío constante de esa mentalidad de: sólo me tomo un té cuando estoy enfermo. Hay dos líneas muy importantes que está haciendo la industria y es trabajar sobre el foco de belleza y salud. Esta es una barrera que intento derrumbar para que se tenga una mirada más amplia y se acerquen a este mundo desde otro punto. Sobretodo desde el buen gusto, desde el saborear algo y destronar ese servicio tan comercial que hay en la restauración y que es pésimo.
“Hay dos líneas muy importantes que está haciendo la industria y es trabajar sobre el foco de belleza y salud. Esta es una barrera que intento derrumbar para que se tenga una mirada más amplia y se acerquen a este mundo desde otro punto”
-¿Qué es lo que te venden como inmediato?
-Las propiedades y no los beneficios. La sociedad quiere algo muy rápido. Tú te tomas una cápsula o un sorbo y tienes la impresión de que va a ser algo inmediato. El beneficio requiere tiempo, paciencia y nadie quiere invertir en esto. Es un ejercicio de compromiso contigo misma. Todos estamos supermotivados pero poco comprometidos.
-¿Qué encuentra la gente cuando llega a Okaeri?
-Desde el primer momento te das cuenta de que es un lugar diferente. Automáticamente te bajan las revoluciones al dos mil por mil y esto es un impacto que está buscado y estudiado para que sea así. Además, está pensado para que no sea para todo el mundo. Lo que quiero decir con esto es que no es discriminatorio, pero sí selectivo, igual que la madre naturaleza. Quiero gente respetuosa y quien viene, lo es. Es cálida, acogedora, inquieta y hermosa. Cualquier nota discordante está fuera y quien no viene en esta línea se siente incómodo.
“Cuando llegas a Okaeri automáticamente te bajan las revoluciones al dos mil por mil y esto es un impacto que está buscado y estudiado para que sea así”
-¿Cómo se puede ir a la contra de las tendencias y tener “éxito”?
-Este negocio es exitoso porque estamos haciendo lo que queremos hacer y de la manera en que queremos. Nosotros trabajamos sobre la paciencia y la comprensión de que cada cosa tiene sus tiempos. Saber esperar es un don y te da apertura de mente y autoconocimiento. Para mí, el éxito es ser libre en mis decisiones. No a todo el mundo le apetece probar cosas diferentes. Estamos muy arraigados a la conformidad, a las cosas fáciles y fíjate que, muchas veces, las personas que vienen no quieren ni leer la carta. A mí me fascina porque pienso: ¿te vas a meter algo en el cuerpo y no sabes lo que es?
-En un mundo que cada vez se mueve más por estímulos, ¿vosotros apostáis por parar y conectar?
-Tenemos tantísimos impactos y distorsión que esta nueva era es un desafío constante para la especie humana. Nos estamos poniendo en un lugar muy complejo y de mucha desconexión, por eso hay tantos problemas de ansiedad, depresión y de falta de sentido. Yo insisto en que el té es ese aliado que te ayuda a conectar y sentirte, pero tienes que encontrar estos momentos, permitírtelos y estar abierto a descubrir. Lo tienes que hacer tú de manera individual. Yo te puedo guiar, pero tiene que formar parte de ti. Y puede ser esto, como hacer macramé o mandalas. Yo lo asocio al té porque para mí es una bebida transformadora; llevo seis años con una casa de té abierta y observo esa transformación en la gente que viene. Y veo nuevas generaciones que están viniendo, gente joven que tienen una actitud diferente y están muy abiertos, sin esos pesos educativos, sin esos condicionantes. Muy ligeros, divertidos, empáticos y curiosos.
“Muchas veces, las personas que vienen no quieren ni leer la carta. A mí me fascina porque pienso: ¿te vas a meter algo en el cuerpo y no sabes lo que es?”
-¿Hay vida más allá de las bebidas comerciales y las últimas infusiones de moda?
-Hago una cosa que se llaman mócteles, que son cócteles sin alcohol para proporcionarte una idea más fresca de consumo de refrescos alternativos a la famosa Coca-Cola o sus derivados. Hay un mundo más allá de la Kombucha que ahora está de moda. Se crean patrones y tenemos el lenguaje copiado y pegado. Además, nos volvemos expertos muy rápidamente. Desde la observación aprendo muchísimo y, al final, funcionamos por impulso. Si siempre recibimos la misma información, la vamos a incorporar como una verdad absoluta. Por eso hacemos muchos talleres, para divulgar y darle el conocimiento a la gente. Darles herramientas y que hagan preguntas. Yo no quiero posicionarme en el mundo del té como experta de nada, sino como una parte incómoda y provocadora.
-¿En algún momento ha llegado a pesar la responsabilidad de asumir abrir mentalidades?
-Todos los que somos pioneros en algo siempre vamos a tener esa dificultad añadida de abrir camino. Pero también tienes una recompensa maravillosa porque entiendes que tienes tu lugar. Al final, ganas el respeto a través del trabajo, de ser generoso con esa disposición de estar mostrando continuamente de dónde vienen las cosas, de tratar con cariñoa la gente, de ser cuidadosos con el lenguaje, de intentar aproximar desde la humildad y no desde el la parte de experto que genera muchas barreras.
“Hago una cosa que se llaman ‘mócteles’, que son cócteles sin alcohol para proporcionarte una idea más fresca de consumo de refrescos alternativos a la famosa Coca-Cola o sus derivados. Hay un mundo más allá de la Kombucha que ahora está de moda”
-¿Podemos decir que somos bebedores de infusiones pero ignorantes de lo que hay detrás?
-Hay una frase que corrijo muchísimo cuando viene un cliente y me dice “soy un ignorante del té”. Yo siempre le digo que no. Si han atravesado la puerta de nuestro local, ya están mostrando una predisposición a atender, comprender y entender. Eso no lo hace alguien que no quiere saber nada y que automáticamente, se pone en posición de rechazo. Eres un desconocedor de esta cultura. Este es el término que tienes que utilizar. Ahí es dónde queremos estar nosotros, acompañando en el despertar de esa curiosidad, alimentarla y que seas un disfrutón o disfrutona de muchas tazas de té y que las acompañes de la comida que hace David, que es una gloria.
-Llegáis a Asturias, donde gran parte de la alimentación se basa en la proteína animal, y abrís una casa de té que ofrece comidas cuyos protagonistas principales son los vegetales. ¿Nivel de provocación diez sobre diez?
-Estudiamos toda la restauración y, de quince propuestas, todas llevan proteína. La alcachofa, si no lleva una anchoa o un taco de jamón, no es válida. Hay mil maneras de cocinar eso de maravilla, dejándole que sea protagonista. Lo que pasa es que tenemos también muchas ideas preconcebidas como que, si comes sólo verduras, no te alimentas. Yo te digo que en Okaeri, empiezas con un plato y no puedes con el otro. Pero es porque está compensado, estudiado, es nutritivo, divertido y tan saciante que no te empacha. Haces buenas digestiones y a la hora y media estás normal, no tirado en un sofá queriendo dormir 24 horas. La idea es poner como protagonista el vegetal, hacer que deje de ser un desconocido y darle su lugar que es supermerecido. Hay mucho trabajo por hacer y a mí esto me estimula, me da un chute porque me hace ser consciente de todo lo que tenemos por despertar en las personas.
“Tenemos también muchas ideas preconcebidas como que, si comes sólo verduras, no te alimentas. Yo te digo que en Okaeri, empiezas con un plato y no puedes con el otro”
-¿Restricción o integración?
-Siempre digo que hay un momento para todo. Este espacio no es restrictivo. Nosotros intentamos evitar las etiquetas porque resultan muy pesadas y son un condicionante extremo. No estrictamente tienes que ser vegetariano para venir a Okaeri. Aquí vienen personas que comen vegetales y la gran mayoría de los veganos que vienen son de un nivel de respeto extraordinario, conviven con personas que no lo son y no pasa absolutamente nada. Hay que desmotar muchas ideas que tenemos, tal vez porque haya una parte que es más activa y el lenguaje que se ha utilizado no ha sido el del acercamiento. No hay que estigmatizar a nadie porque todo son opciones; hay que ser inclusivos en este sentido porque estamos viviendo el despertar de muchas consciencias y me parece interesante, a nivel social, estar atentos a estos cambios y a las pequeñas revoluciones. Que tengas esa mirada abierta. No me gustan los dogmas, ni la parte radical. Me gusta que haya un punto de reflexión.
-¿Orgullosos de lo creado?
-Siempre me fustigo bastante pero este año me he permitido una licencia. Es tanto el esfuerzo que has puesto, la emoción, el trabajo, la ilusión que los resultados los ves a posteriori y tienes que ser muy paciente, sobre todo cuando es algo desconocido. Me parece de estúpidos esperar un resultado rápido, más cuando superamos una pandemia que nos pilló cuando estábamos floreciendo y se empezaba a hablar de nosotros. En aquella época hacíamos cenas privadas con maridaje de té para diez personas. Los que venían no sabían lo que iban a comer o beber y todos eran desconocidos en la mesa. Fue tan mágico y divertido que de ahí salieron amistades extraordinarias y conexiones de amor hermosas. Hay que atreverse a romper barreras, hacer cosas que no hacen los demás y ser el punto de mira.
“Todos los que somos pioneros en algo, siempre vamos a tener esa dificultad añadida de abrir camino”
-¿Apostar por lo diferente es un signo de valentía?
-La valentía la asocio mucho a un dicho brasileño que me encanta que dice: “Tengo miedo. Claro que lo tienes, pero anda con miedo. No dejes de hacer cosas por él”. Tienes que saber que tienes miedo, pero que lo atraviesas. No lo superas, ni lo afrontas, ni lo luchas. Lo atraviesas. Y esto es ponerte en un lugar muy interesante de crecimiento continuo y, además, te estás mostrando. Esto hay que ponerlo en valor con las personas. Cuando eres honesto y te muestras tal cual eres, no tienes tantos problemas. Tú ofreces lo que tienes y quien lo quiere, es bienvenido. Aquí estamos para cuando quieras, estés preparado o te apetezca. Con esta actitud, hemos conseguido dos cosas: una, ser un lugar de referencia en Asturias y, otra, crear una pequeña comunidad que nos protege y de la que la gente presume cuando recibe a otras personas que no son de aquí.
-¿Okaeri ha creado una comunidad de gente afín?
-Ha sido un proceso de mucho esfuerzo y seis años de trabajo. Ahora sí me permito disfrutar de estas pequeñas sonrisas, ver el local lleno, de que alguien me diga que es su lugar preferido de desayuno o de gente que viene de Madrid, repiten y pasan a saludarte. Lo que crea Okaeri es un sentido de comunidad muy bestia y aquí se concentran unos perfiles de personas superinteresantes. Nos hemos asociado entre nosotros con una mirada totalmente cómplice y nos damos soporte, cariño y calidez. Esto nace también de esa mirada, esa unidad y esa forma de entender la vida. Una vez una chica me dijo que era el único lugar donde realmente se sentía cómoda, protegida. Y no porque en otros lugares esté en peligro, sino porque aquí se sentía ella misma. Haber conseguido esta parte es lo que más me importa de todo.
“Esto no es un plan de marketing de hostelería. Es una forma de habitar el mundo. Es nuestra forma de ser”
-Por el contrario, ¿produce también un sentimiento de rechazo en algunas personas?
-Sí, y agradecemos mucho que sea así. Me parece importante matizar que no lo digo con arrogancia sino desde el respeto. A nosotros, que somos tan sensitivos, tener a un cliente descontento e incómodo no nos beneficia en absoluto. Se lleva una mala impresión, está pagando algo que no está pidiendo, no es lo que quiere y no está bien. Yo no quiero gente que no se sienta bien en el local o personas que no encuentran lo que buscan. Como negocio es importante cuidarlo y protegerlo. Hay que saber decir que no a algunos clientes y no pasa nada. Pero por respeto a ellos. Yo no les puedo ofrecer lo que están buscando en este momento y no quiero robarle el tiempo ni el dinero a la gente.
-Vuestro planteamiento, ¿es un compromiso?
-Yo quiero provocar inquietud, un espíritu crítico y remover conciencias. Que sepas que tienes un espacio donde acudir para tomar un buen té, una comida equilibrada, reconfortante, de base vegetal y acompañada de un buen espíritu que promueve las buenas relaciones y el respeto. Esto no es un plan de marketing de hostelería. Es una forma de habitar el mundo. Es nuestra forma de ser. Somos personas que tienen muy claro cómo quieren estar viviendo su vida y no somos influenciables. Es difícil, pero también es una madurez importante y trabajada.