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sábado 5, octubre 2024

El Tesoro de Moñes (Piloña)

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En el lugar de Carenda (Moñes-Piloña) existía la leyenda que contaba que en la noche de San Xuan salía el Príncipe Carendón a pasear a sus hijas en carroza de oro.

A finales del siglo XIX, al sacar piedra para construir una cabaña se hallaron varias piezas de orfebrería castreña de oro, entre ellas la conocidísima diadema de Moñes, pieza señera de la orfebrería céltica asturiana, decorada con guerreros a caballo armados. Esta pieza fue considerada, por diferentes vicisitudes, como “diadema cacereña de guerreros”, “diadema de Ribadeo” o “diadema de Samartín d’Ozcos”.

Gracias a los diarios del cronista oficial de Cangues d’Onís, Sebastián de Soto Cortés, hoy podemos saber su verdadera procedencia, así como de otros objetos de oro, por él adquiridos, que figuraban como “Colección Soto Cortés”, en el Museo Arqueológico de Madrid. Entre ellos un torques (collar rígido propio de la aristocracia céltica) que, ahora, sabemos que procede del lugar de Moñes, aunque lo que llegó hasta nosotros se halla fragmentado al igual que otras muchas piezas arqueológicas obtenidas en las rebuscas de los buscadores de tesoros (chalqueiros en el occidente asturiano).

En Moñes se habla, además, del hallazgo de una empuñadura de espada fabricada en oro que al agitarla “sonaba como campanines”. Dicha pieza a día de hoy se encuentra en paradero desconocido.

En cuanto a los fragmentos de la diadema de Moñes, a día de hoy se encuentran distribuidos entre el Museo Arqueológico Nacional, el Museo Valencia Don Juan (Madrid) y el Museo del Louvre (París), un ejemplo más del patrimonio arqueológico asturiano en el exilio y que no parece preocuparles a las autoridades pertinentes.

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