Hacia 1995 murió Amparo López, más conocida como A Roxua o A Bruxa de Brañavara (Bual). En realidad se trataba de una vedoria, una persona que «hablaba con los muertos».
Se creía que los difuntos que debían alguna misa o tenían alguna promesa por cumplir podían intervenir en el mundo de los vivos provocando desgracias y enfermedades al ganado e incluso a las personas, por eso se hacía imprescindible recurrir a este tipo de personajes que podía comunicarse con los difuntos. Se decía que Amparo tenía este don por haber sido bautizada con la estola negra que el cura ponía durante la Semana Santa. Personajes así se conocían en muchos conceyos asturianos, todavía queda recuerdo en Aldín (Valdés) de Consuelo, que veía los entierros prematuramente y pronosticaba quién iba a morir, Xuan de Samboldro, y Genaro de Ca la Torre de Serín (Xixón). En Castrillón a esta facultad se le llamaba «Tener el Calderín» y en Gozón, «Tener la Caldereta». En 1925, en Corvera se hablaba de gentes que hablaban con los muertos y que se denominaban «Martones». Generalmente los difuntos terminaban aplacándose al ofrecer unas misas gregorianas o misas cantadas, mezclándose así creencias paganas con el cristianismo. Otro personaje similar fue El Paxarón de Fontes (Tinéu) que decidía cuando debían de ofrecerse los banquetes funerarios y ejercía de «oracionero», en lugar del cura, hacia los años 40.