El xabaril, jabalín (Sus scrofa) es el nombre dado en asturiano al jabalí. Su grasa cocida era aprovechada para hacer cataplasmas para curar dolores reumáticos.
Pero además de aprovechar su carne, a los colmillos de este animal le conferían poderes mágico curativos. Engarzados en plata y engastados en forma de creciente lunar, se creía que eran un amuleto que favorecía la dentición de los más pequeños. Este tipo de colgantes era muy frecuente en Astorga. En Illaso (Villayón) un curandero llamado Avelino Méndez empleaba el colmillo de xabaril para «curar» las pulmonías.
Si la afección estaba en el lado izquierdo de la persona se raspaba el colmillo de ese lado y se echaban las raspaduras entre agua; si era del derecho, pues en el colmillo derecho. Esa agua debía ser bebida por el paciente.
En la leyenda de la fundación de San Antolín de Bedón (Llanes), el conde Muñazán persiguiendo un xabaril descubre una cueva que despide una extraña luz, dentro de ella encuentra una imagen de San Antolín. Es por eso que el conde Muñazán, hijo de Don Rodrigo Álvarez de Las Asturias erigirá una capilla por considerar el hecho una señal divina. En este caso el animal servirá de guía o conductor.