Contribuir al envejecimiento saludable de las personas mayores, este es el objetivo con el que trabaja a diario Ramón Suárez Díaz. Para ello imparte talleres semanales de teatro terapéutico en diferentes residencias geriátricas de Asturias.
Ramón Suárez es licenciado en Periodismo por la Universidad Pontifica de Salamanca y además de sus tres años de formación actoral ha realizado estudios de filosofía. Lleva ya cinco impartiendo talleres de teatro terapéutico en los que enseña a los mayores expresión corporal y verbal, gestión de emociones a través del teatro, talleres narrativos, abrazoterapia, risoterapia… Con ellos busca mantener la plenitud de la persona y evitar su deterioro. El resultado se traduce en ancianos mucho más activos, a los que todavía les queda mucho por aprender pero sobre todo mucho por enseñar.
-¿En qué consiste el proyecto que estás llevando a cabo en residencias de mayores?
-Utilizo el teatro como herramienta terapéutica para los ancianos y sobre todo persigo varios objetivos como, por ejemplo, que despierten sus sentidos, que exterioricen más y mejor sus emociones, que trabajen y entrenen la capacidad de razonamiento y sobre todo que hagan cosas y se sientan útiles y activos. El teatro tiene mucho potencial para ayudarlos y transformarlos y esta terapia es muy completa porque trabajan el cuerpo, la mente y el alma. Hacen improvisaciones, socio dramas, trabajamos noticias que salen en el periódico y las llevamos al teatro para que estén en contacto con la realidad social y no piensen que el mundo se reduce a las cuatro paredes de la residencia. Trabajamos la risa, la abrazoterapia y la idea es usar el teatro como herramienta terapéutica. Se trabajan los sentidos, las emociones, el razonamiento y sobre todo la acción. Como les incitas a hablar y los estimulas, empiezan a ser cada vez más amigos, interaccionan entre ellos y se atreven a contar cosas de su vida o a hacer otros papeles.
“En los talleres procuro mezclar tres vertientes que son fundamentales: el entretenimiento, lo educativo y lo terapéutico”
-¿Este tipo de talleres está dirigido a algún perfil determinado?
-Tengo gente de todo tipo. Desde personas que tienen un poco de Alzheimer o una demencia senil leve a gente que está bastante bien pero que viven en la residencia. Son talleres fijos porque voy todos los lunes y viernes, les hago un seguimiento, elaboro informes donde me pongo objetivos y hago valoraciones. En los talleres procuro mezclar tres vertientes que son fundamentales: el entretenimiento, lo educativo y lo terapéutico.
-En estos cinco años de teatro terapéutico ¿qué descubrimientos te han ido sorprendiendo?
-Dos veces al año hacemos obras de teatro y me sorprende mucho ver cómo los familiares que asisten se emocionan y me dicen que no se imaginaban que su familiar fuese capaz de hacer eso, que pudiese seguir con su memoria un papel y no desviarse. Es muy bonito ver esa emoción y también que sus mayores pueden seguir aprendiendo y enseñándoles cosas. Me gusta la manera que tienen de abordar el tema de la muerte, los sentimientos y cómo cuando se sienten escuchados mejora su autoestima. También es bonito ver la relación que se establece entre ellos, gente que no se conocía y acaban haciéndose amigos. Al principio les cuesta mucho perder el sentido del ridículo, porque tienen un cierto pudor por educación, pero una vez que lo pierden se atreven a todo.
“Me gusta la manera que tienen de abordar el tema de la muerte, los sentimientos y cómo cuando se sienten escuchados mejora su autoestima”
-¿El teatro les ayuda a encontrar facetas que desconocían de sí mismos?
-Sí. Lo que yo quiero es que cada uno sea como es y que tenga su propio carácter. Algunos descubren que pueden ser más asertivos, que pueden defender sus argumentos con más vigor y energía y otros al contrario. En una ocasión, una señora se puso a llorar porque se había dado cuenta de que su marido la quería mucho, pero ella no había sido lo suficientemente cariñosa con él y le hubiese gustado decir en el momento adecuado la palabra cariñosa que merecía esa persona. Otros aprenden a exigir más sus derechos… Es algo muy completo.
-A nivel personal ¿qué percepción tienes de este sector de población? ¿Qué extractas de esta experiencia?
-Son personas que tienen una cierta angustia y melancolía porque piensan en lo que eran y ven en lo que se han quedado, se dan cuenta del trabajo que dan a la gente y luego se angustian por el futuro. No quieren sentirse un estorbo, se apenan por ello pero aún así cuando los animas a que contacten con la realidad y que descubran que son útiles, cuando ven que se les escucha y que pueden enseñar, se sienten de otra manera. Ellos te cuentan cómo ha sido su vida, qué cosas le asombran del mundo en el que estamos hoy y se abren de otra forma.
-¿Qué te aporta el contacto con ellos?
-Los mayores siempre me han llamado la atención porque me gusta relacionarme con gente que tiene otra sabiduría y que tiene necesidad de que la ayuden. A mí lo que me aporta es comprobar que a casi todas las personas, si se les estimula adecuadamente, se les anima y se les instruye, ganan en autoestima, en autonomía y eliminan esa tristeza. Eso ya me reporta porque siento que hago una labor no solo de entretenimiento sino también de ayuda.
-¿Tienes algún otro proyecto en el que estés trabajando?
-Tengo dos retos. Uno es poder hacer una obra de teatro con los ancianos en alguna asociación o institución más allá de las residencias. Sé que tienen talento y se atreverían. Por otro lado, me gustaría promocionar en Asturias los talleres de abrazoterapia porque son muy buenos para despertar el sentido del tacto, la efusividad, para hacer a la gente más cariñosa y más delicada a la hora de expresar sus emociones. Hay personas que cuando se sienten abrazadas o entran en contacto con otra mano mejoran mucho a nivel emocional y neuronal. Estos talleres persiguen despertar esos sentidos y que mejoren nuestras relaciones personales. Son buenos para no quedarnos con la sensación de que no nos atrevemos a decirle ‘te quiero’, ‘gracias’ o ‘perdón’ a las personas que tenemos más cerca, y que no nos arrepintamos cuando ya sea tarde.