El día 13 de febrero fue el día escogido. Las ocho de la mañana la hora señalada para comenzar la aventura. Iván Pinino, exfutbolista y desde hace unos años enganchado al trail, se prometió a si mismo que había que hacer algo para ayudar a Rafa y Nerea, los padres de Lucas. Lo que se le ocurrió fue recaudar fondos a través de una carrera solidaria que partiera de Mieres y recorriera los tres picos más emblemáticos del concejo: Escobín, Llosorio y Polio.
Super Lucas es un niño feliz. Sonríe, abraza, besa… Vive en su mundo particular, alejado de las preocupaciones de los mayores, ajeno a los esfuerzos que sus padres hacen día tras día para que no le falte nada. Tiene una enfermedad rara, una discapacidad del 75% y unas necesidades que implican gastos difícilmente asumibles para una familia normal. “Hace dos o tres años empecé a entrenar trail con el padre de Lucas -comenta Iván-. Casi siempre hablábamos de nuestros hijos y él un día no podía venir porque tenía que estar con Lucas, otro había pasado toda la noche en el hospital con el niño porque le había dado un ataque epiléptico y poco a poco fui conociendo su historia. Lucas tiene una enfermedad rara, casi no anda, no conoce y cuando fui consciente de todos los problemas que tienen me dije que había que hacer algo por ellos. Desde ese momento mi intención fue hacer un trail por los montes de Mieres, pero con la pandemia esta posibilidad quedó en nada. La idea no se me fue de la cabeza y un día que no podía dormir se me encendió la bombilla. No podía hacer una carrera, pero si podía correr yo”. La inspiración llegó a las cuatro de la mañana y como el padre de Lucas trabaja de noche, en ese mismo momento Iván le mandó un mensaje diciéndole que había que hacer algo por el niño y que ya tenía algo en mente.
“Lucas tiene una enfermedad rara, casi no anda, no conoce y cuando fui consciente de todos los problemas que tienen me dije que había que hacer algo por ellos”
Al día siguiente quedaron y tras comentar el proyecto la pregunta fue clara y muy sencilla: ¿qué necesidades tenéis? Ellos respondieron que hacía un mes habían tenido que comprar una silla que les había costado tres mil seiscientos euros y que no habían tenido ninguna subvención porque se considera un artículo de lujo. Sobra decir que, si ya la decisión estaba tomada, esto fue la chispa que prendió en incendio. “Esto me sentó como una puñalada -comenta Iván-. Ahí ya les dije que yo iba a hacer los tres picos de Mieres y que, si entre los del equipo y algún amigo más sacábamos algo, la cantidad que fuera, era para ayudarles”.
Ahí nació la idea, después la gente, los medios de comunicación y las redes sociales hicieron el resto. Iván y Rafa pertenecen al Cutrifera Trail Running, un grupo de locos enamorados del trail para los que las palabras difícil o imposible sumadas a largas distancias y desniveles de quitar el sentido, suponen un aliciente especial. Iván puso el reto sobre la mesa: 45 kilómetros, tres picos y 5.400 metros de desnivel acumulado en cinco horas y veinte minutos. ¿Quién dijo miedo?
El reto planteado por Iván fue: 45 kilómetros, tres picos y 5.400 metros de desnivel acumulado en cinco horas y veinte minutos.
El apoyo del equipo fue absoluto desde el minuto uno. Es cierto que los días previos asaltaron las dudas, que hubo momentos de lágrimas y de pensar si sería posible cumplir los objetivos. “Yo tenía mis dudas -reconoce Iván-. A la altura que estamos de temporada, tanto los ritmos como el desnivel y los kilómetros no los había hecho todavía. Los días antes, cuando iba a entrenar, le di muchas vueltas a la cabeza, eché muchas lágrimas cuando estaba solo en el monte y también hablando con mi mujer porque si te digo la verdad, las muestras de cariño que recibí desde que hicimos público el reto fueron abrumadoras. Creo que todavía no las entiendo porque para mí todo surgió de manera natural. La gente me decía que se necesitaban más personas como yo y en mi cabeza pensaba: pero si soy alguien normal, con mi trabajo, mi familia, mi deporte y mis defectos, como todo el mundo… Lo que más miedo me daba de todo era el tema del dinero, porque cuando está de por medio es muy fácil que la gente piense que te puedes aprovechar de ello. Desde el minuto uno dije que no quería tocar un solo euro. Todo se hizo como se vio en las redes, publicando lo que sentía, pensaba y las opciones que tenía. De hecho, en ningún momento busqué patrocinadores ni empresas privadas porque consideré que esa no era la idea. Es verdad que me propusieron un patrocinio para el día de la carrera, pero no quise hacer publicidad, yo quería que el que diera algo lo hiciese de corazón, no porque yo llevase su nombre en mi camiseta. El objetivo era Lucas y punto. Soy el protagonista indirecto, pero es él el que se merece todo”.
En cuanto la gente se enteró del proyecto, comenzaron a recibirse las primeras colaboraciones. Donaciones cargadas de solidaridad y sobre todo de mucho amor, que llegaron no solo de Asturias sino también de Galicia, Santander o el País Vasco. Super Lucas bien lo merece. La movilización fue tan grande que antes de comenzar a correr, la recaudación que se quería ya se había conseguido. Llegado el día Iván partió de La Mayacina -Mieres- acompañado de Igor, Roberto Pello, Diego, Alberto Palacio, Paulo Rozada, Jesús, Xurde y Jonathan Rico, sus compañeros de equipo que hicieron de liebres. “Como decimos entre nosotros, fuimos a machete. Yo me lo tomé como si fuera una carrera y mantuvimos un ritmo altísimo desde el principio hasta el final. El primer pico que fue el Escobín lo subimos en una hora y quince minutos y el ritmo general fue de 5:57 en movimiento, por debajo de 6 el kilómetro. La gente me decía que el reto ya lo había conseguido, que disfrutase de la carrera, pero en mi interior sabía que tenía que ser exigente para, de alguna manera, devolverle a la gente lo que habían dado, tanto al que puso un euro como al que aportó quinientos. Te puedo asegurar que fuimos a muerte, dos compañeros cayeron, uno pegó con una piedra en la cabeza, otro casi se rompe la clavícula, tres llegaron lesionados o con molestias… Fue algo realmente emocionante, pero lo conseguimos”.
“En ningún momento busqué patrocinadores ni empresas privadas porque consideré que esa no era la idea. Yo quería que el que diera algo lo hiciese de corazón, no porque yo llevase su nombre en mi camiseta. El objetivo era Lucas y punto”
El mismo sábado, cuando se traspasó la línea de meta, tras una celebración en la que se impusieron las mascarillas, las distancias de seguridad y faltaron los abrazos y los besos, Iván dijo que ya todo había acabado, pero fueron muchas las personas que siguieron aportando. La recaudación superó los 18.000 euros. Y la realidad es que todo lo que se consiga es poco porque las necesidades que generan este tipo de enfermedades son muchas. Fisios, logopedas, actividades extras… Ahora Lucas necesita un andador que vale cuatro mil euros, todo son gastos y el sueldo da para lo que da. “Soy consciente de que esto es un granito de arena en la inmensidad de problemas que tienen -reflexiona Iván-. Pienso que esto tendría que salir de las instituciones y que no fuesen los ciudadanos los que tengan que asumir de su bolsillo estos gastos. No entiendo que los políticos tengan chofer, dietas y unos sueldos de seis o siete mil euros y que esta gente tenga que pagar ese dinero por una silla que realmente necesitan”.
“Las muestras de cariño que recibí desde que hicimos público el reto fueron abrumadoras. Creo que todavía no las entiendo porque para mí todo surgió de manera natural”
Fue un éxito. Los vídeos de la llegada reflejan el resumen del día: la emoción de los que esperaban, la alegría de unos padres agradecidos, el orgullo de una esposa y una hija por lo que acaba de conseguir la persona a la que quieren, el compañerismo de unos amigos que saben sufrir juntos… y tras la mascarilla los sentimientos y la satisfacción de Iván, pero por encima de todo la sonrisa de Super Lucas que, ajeno a todo lo que había pasado se reía abrazado a los suyos. Ahora solo queda agradecer a todos y cada uno de los que quisieron participar las aportaciones que hicieron. Destacar el comportamiento ejemplar que tuvo la gente respetando las distancias de seguridad y usando mascarilla, pero lo mejor es lo que se demuestra con estas cosas. “Después de esto confío más en el ser humano -dice Iván-. Sé que todavía no soy consciente de lo que hemos logrado, pero creo que puedo creer en la gente. Se demuestra que todavía hay solidaridad”.
Por cierto, que al final fueron 49 kilómetros, 5.400 metros de desnivel acumulado en cinco horas y diez minutos. Más kilómetros y menos tiempo del planteado al principio…