Acaba de conquistar su “13” ochomil. Un dato irrelevante para un alpinista directo, sincero, que defiende sobre todo la pureza de las experiencias, el sentirse vivo en la montaña.
Acaba de salir en todos los periódicos: el asturiano Jorge Egocheaga acaba de conquistar su “13” ochomil, el Lhotse (8.516 metros). Y lo sabemos a través de otros montañeros que le acompañaron en la aventura, como el vasco Alex Txikon. Porque quienes le conocen, saben que las cifras para él no son importantes a pesar de haber subido a las cumbres más altas de los cinco continentes y los dos casquetes polares, un circuito conocido internacionalmente como “Seven Summit”, -uno de sus mayores sueños- y haber coronado las trece cumbres más altas del planeta. Para Jorge la montaña es vida y la exprime en cada momento: “La vida es acumular experiencias, aprender de ellas e ir creciendo como persona. Eso lo vivo en la montaña. Ella forma parte de mí y yo de ella”, nos comentaba en una entrevista. Su mimetismo con las cumbres le ha permitido desarrollar un tipo de montañismo sin estridencias, sin llamar la atención.
“Prefiero morir sintiéndome libre que vivir estando muerto. Es parte del riesgo asumido”
Tiene especial cariño a estas montañas que le vieron nacer, a las que considera “un lugar privilegiado”. Aquí se ha entrenado antes de lanzarse a la conquista de las cumbres más altas del planeta. En diciembre de 2005, realizaba con nosotros la siguiente reflexión: “Hay montañas que se enfadan contigo, montañas a las que les caes bien y otras que no. Montañas con las que puedes hablar y otras que les hablas y ves que no les gusta. Te abren o te cierran sus puertas”.
Su filosofía de ascender en estilo alpino, y con la menor parafernalia posible, ha chocado siempre con las grandes expediciones comerciales. Y las pocas experiencias en las que ha compartido estas circunstancias le han ratificado en su estilo de subir a las cumbres. “La comercialización de la montaña lleva a una pérdida completa y absoluta de valores”, comentaría a su regreso del Everest. “Se pasa por encima de quien sea, se sube como sea, se cuenta o se inventa y eso no es así”.
Las montañas tenían reservadas para Jorge muchas emociones, alegrías y también sufrimientos, ya que ha perdido a muy buenos compañeros y compañeras, algunos como Iñaki Otxoa de Olza con la categoría de “hermano” para él. La pérdida de la italiana Nancy Silvestrini, en julio de 2003, en el Gasherbrum I y la de su compañera suiza, Joëlle Brupbache, en el Makalu hace dos años, también le han marcado profundamente. Pero por duro que fuese nada le ha hecho renunciar a sus cimas, a las sonrisas de los niños del Nepal, a todo aquello que le devuelve a la vida. Y como él mismo nos compartía hace algunos años: “El sufrimiento está implícito en la montaña. Yo no creo que nadie suba un ocho mil sin sufrir, pero lo importante es la capacidad de aceptación de este sufrimiento, ahí es donde hay que progresar”.
“La comercialización de la montaña lleva a una pérdida completa y absoluta de valores”
Jorge, además de montañero es médico, algo que le acompaña allí donde va. “No hay expedición en la que no tenga que atender algún caso, unos más complicados que otros, algunos incluso peligrosos para mí, pero es algo que no me supone carga. Es mi responsabilidad y si puedo ayudar a que alguien no se quede allí, mejor”. Durante esta última expedición, después haber hecho cima en el Lhotse y llegar al Campo Base, se puso en marcha una operación de rescate para ir a buscar a Juanjo Garra, accidentado a ocho mil metros en el Dhaulagiri desde hace varios días y sin posibilidades de descender sólo. Jorge, junto a otros montañeros, se suma a esta expedición, que termina trágicamente según hemos conocido. Juanjo no pudo resistir cuatro noches al raso a esa altitud, a pesar de los esfuerzos de todos. Según sus familiares, “la montaña ha decidido quedarse para siempre con la compañía de quien tanto quería”. Una posibilidad que también contempla Egocheaga, “todo el mundo sabe que va a morir pero en el fondo, nadie se lo cree. Yo lo tengo en mi cabeza, no soy un loco ni un suicida. De todas formas -y esta es frase mía-, prefiero morir sintiéndome libre que vivir estando muerto. Es parte del riesgo asumido”, nos confiesa.