Sus manos son el instrumento que consigue que la madera adopte volúmenes y formas, antes inexistentes. Talla imágenes religiosas a partir de una pieza de madera de castaño.
-¿Cómo le influyó su padre, que también trabajaba la madera?
-Mi padre hacía madreñas cuando empezó a trabajar, y después realizó también tallas. Fue Primer Premio de Escultura de Asturias en 1968, y a él se lo debo todo. Me inició en la talla, me enseñó todo lo que sé.
-¿Qué cualidades se necesitan para tallar esculturas en madera?
-La predisposición es buena, pero se llega a un tope. Influye tener alguna cualidad innata, por ejemplo para visualizar los volúmenes. Es una capacidad que tenemos los que nos dedicamos a esto. Yo lo considero un don.
-Cuando le hacen un encargo, ¿qué posibilidades tiene de desarrollar su creatividad?
-Cuando hablamos de imágenes de iglesia, no se puede innovar mucho más allá de pequeñas cosas, como los pliegues de la ropa o la posición de las manos. He hecho otro tipo de figuras, y en ellas puedo dejar que mi imaginación trabaje.
-¿Qué ofrece San Tirso para trabajar?
-Nunca me planteé salir de San Tirso, en primer lugar porque soy un enamorado de la zona rural, me gusta muchísimo el río. La zona ofrece mucha tranquilidad, estás muy centrado en lo que haces, en el trabajo, con lo cual el ambiente es muy propicio para las actividades artísticas. Tal vez en una ciudad habría más oportunidad de que mis trabajos se reconocieran en prensa, pero eso tampoco me preocupa demasiado.
-¿Qué siente al ver una figura tridimensional que ha salido de sus manos?
-Es un disfrute que no tiene comparación, es difícil de explicar. Cuando empiezas a tallarla es bastante complicado: te ves en un atolladero, agobiado, paras cuando lo necesitas, otras veces no vas a comer a la hora porque estás concentrado… Sabes que dentro de ese trozo hay algo, el caso es darle la forma y sacarlo fuera. Pero una vez que terminas es todo lo contrario, es magnífico. Ha pasado de ser un trozo de madera a ser una figura. Cuando termino una pieza, paso bastantes horas mirándola a lo largo de quince días y casi no me creo que yo haya hecho eso.