Normalmente, pensar en arqueología sugiere remover las ruinas de grandes edificios y yacimientos. Sin embargo, el proyecto de investigación que se está haciendo en Vigaña es mucho más modesto y a la vez mucho más ambicioso. Los asentamientos humanos en la zona se remontan hasta el Neolítico y llegan hasta nuestros días: una oportunidad excelente de estudiar la relación del hombre con el paisaje rural asturiano.
Margarita Fernández Mier es la directora de la excavación, que combina con otros proyectos. Gracias a su vinculación personal con Vigaña, aquí cuenta con la ventaja de jugar en casa: «Tengo la infraestructura, la complicidad con la gente y sobre todo el conocimiento del terreno que me permite afrontar los estudios con mucha más profundidad».
La financiación de este tipo de trabajos es evidentemente complicada. De momento los fondos vienen del Plan Nacional de I+D, pero también se está optando a proyectos europeos y, con la colaboración del Ayuntamiento de Belmonte, a una posible ayuda del Principado. A pesar de los inevitables recortes, los trabajos de investigación siguen en marcha un año más.
-¿Por qué excavar en Vigaña?
-En primer lugar, había una serie de yacimientos arqueológicos ya catalogados: un pequeño castro de la Edad del Hierro y un túmulo megalítico de la época neolítica. Además, existe documentación del monasterio de Belmonte que habla ya de Vigaña en el siglo XII. Partiendo de ahí excavamos en distintos lugares del pueblo, para intentar comprender cómo ha ido cambiando el paisaje desde época antigua hasta nuestros días. Normalmente, cuando se habla de arqueología siempre se refiere a los grandes edificios y yacimientos, pero nuestro planteamiento se dirige a intentar comprender el paisaje rural de Asturias.
-Los trabajos empezaron en 2009. ¿Qué han encontrado desde entonces?
-Varias cosas interesantes. El castro nos dio muchísima información, porque tiene ocupación desde la Edad de Hierro hasta la época romana, y hemos visto que ya entonces sus habitantes eran ganaderos. Excavando cerca, encontramos el primer yacimiento neolítico que ha aparecido al aire libre en Asturias. Fue algo totalmente inesperado, este tipo de asentamientos son muy difíciles de localizar.
También excavamos en el pueblo, donde hay ocupación desde el siglo VII hasta nuestros días. En el entorno de la iglesia encontramos cosas muy interesantes, como un enterramiento con una espada del siglo VII. Y por último hicimos una prospección en el límite entre Vigaña y Castañera, donde encontramos un poblado altomedieval. Se sabe muy poco del mundo rural en esa época, así que nuestra intención es seguir excavando ahí este año.
«En Asturias, más que hablar de paisajes naturales, habría que empezar a hablar de paisajes culturales»
-A la labor científica se unen actividades de divulgación. ¿En qué consisten?
-Estamos convencidos de que hay que buscar canales que expliquen a la población en qué consiste ese patrimonio que ellos también han ayudado a generar. Ya desde el principio organizamos unas charlas en Belmonte sobre arqueología y patrimonio; y una vez a la semana hacemos visitas guiadas a la excavación.
El año pasado organizamos unos talleres de dos días en agosto, en colaboración con el Ecomuséu La Ponte, pensados especialmente para los niños, con tres actividades distintas: la reconstrucción de una cabaña neolítica, un taller de cerámica, material que empieza a utilizarse en esa época, y por último, aprovechando un horno antiguo, reconstruimos el proceso de elaboración del pan, y comimos lo que cocinamos. Fue todo un éxito, la participación superó todo lo que nos habíamos imaginado, tanto de niños como de adultos, y por eso este año la intención es repetir.
-La ocupación humana en la zona se remonta hasta el final del Neolítico. ¿Cómo ha evolucionado la relación del hombre con el paisaje?
-Nosotros intentamos comprender el paisaje de una manera compleja, no sólo ver dónde vive el hombre, sino también cómo va transformando su entorno. Por ejemplo, al excavar siempre encontramos un primer nivel en el que se ve que se ha preparado el terreno para crear espacios de pasto o de cultivo. Y estamos hablando del cuarto milenio antes de Cristo.
La conclusión, yo creo, es que en Asturias nos hemos equivocado en los últimos años a la hora de dar tanta importancia al paisaje natural, cuando en realidad está muy transformado por la acción del hombre: tendríamos que empezar a hablar de paisajes culturales, en vez de paisajes naturales. No podemos olvidar al principal elemento transformador del paisaje, que son los paisanos, que además ahora mismo están en proceso de desaparición. Por eso, para dar solución al campo primero hay que saber cómo se ha gestionado hasta ahora, no se puede legislar por encima de la gente que vive allí. No se puede obviar el conocimiento adquirido a lo largo de milenios de gestión de un territorio, los protagonistas que han modelado el paisaje tienen un punto de vista y unas necesidades que hay que tener en cuenta. Pinche aquí para ver más reportajes de este concejo