La naturaleza en el concejo de Belmonte ofrece un espectáculo privilegiado de bosques, valles y montañas. Y aunque la capital se encuentra a menos altitud que Oviedo, el 70 por ciento del concejo se encuentra por encima de los 800 metros. Esto se traduce en un paisaje único, de tanta riqueza biológica que incluso una parte está incluida en el Parque Natural de Somiedo. Desde el Ayuntamiento se promocionan muchos de los recorridos senderistas que permiten apreciar su belleza.
A pesar de que para acceder a uno de los parques naturales más conocidos de Asturias hay que atravesar buena parte de la geografía belmontina, la realidad es que este concejo no goza del populismo mediático del concejo vecino. Su nombre pasa más desapercibido para el visitante, aunque no su paisaje, que llama la atención en cuanto se pisa su territorio. Por eso, es importante dar a conocer las rutas que se pueden realizar en este municipio del suroccidente asturiano. «Tenemos varias acondicionadas y perfectamente señalizadas, el visitante puede obtener toda la información que necesita sobre ellas», explica Menchu Tuñón, responsable de la oficina de turismo situada en la capital del concejo.
Algunas, como la ruta arqueológica, permiten conocer partes del patrimonio histórico y etnográfico del concejo. Si se elige este recorrido es posible ver una estela funeraria del siglo I y se pasa muy cerca de una antigua fragua que perteneció al monasterio medieval de Santa María de Lapedo, de propiedad particular. Otras, como la de La Castañal, hacen referencia al impresionante bosque que atraviesa el recorrido. La ruta Vaqueira recorre la parte de territorio más ocupada antaño por los vaqueiros de alzada; la de los Salmones Arriba acompaña en buena parte el curso del salmonero río Pigüeña e incluso es posible contemplar un capturadero de esta especie; la de La Viña hace referencia a plantaciones de viñedos existentes en la Edad Media; mientras que la llamada L’Altu La Brueba a Auviñana da la opción de desviarse hacia el pico Cauríu, desde el que hay unas imponentes vistas.
Para los que prefieren caminar por asfalto y disfrutar de las comodidades de la villa belmontina también existe un recorrido para conocer los elementos más característicos de la misma: El Convento -a un kilómetro de la villa-, el Barrio de Los Caleyos, la Plaza, el Parque, etc. Los más observadores podrán comprobar cómo en la arquitectura actual de la villa se observan partes del destruido Monasterio de Lapedo, convento que sufrió la ira popular de los habitantes tras la desamortización de Mendizábal, a causa de la actitud déspota de los monjes.
Entre los recorridos más populares se encuentra el tramo del Camín Real que atraviesa el concejo. La famosa calzada romana ha sido uno de los destinos elegidos para las marchas senderistas que se programan desde el propio Ayuntamiento, y que con cierta periodicidad estimulan el deporte y la convivencia entre los vecinos del concejo.
Por último, la subida a la peña Manteca o pico L’ Horru está reservada para los que aman las alturas. Aunque es el techo del concejo, con 1.527 metros, la subida es fácil y la vista desde la cima compensa el esfuerzo realizado.