Un nombre sonoro, una naturaleza contundente y unas gentes que preservan el medio ambiente a través de la artesanía. Taramundi permanece unida a la naturaleza.
En el concejo sobresale el patrimonio etnográfico sobre el histórico-artístico, entre el que se cuentan el poblado de Os Castros -que se puede visitar todo el año, con ayuda de audioguías-, la iglesia de San Martín de Taramundi y la de Nuestra Sra. del Carmen, ubicada en San Julián de Ouria. Del siglo XVIII es la antigua Casa Rectoral de Taramundi, que hoy es un establecimiento hotelero, y como recuerdo de la arquitectura indiana ha quedado la antigua escuela de Bres. Sin embargo, las piezas etnográficas son mucho más numerosas, debido probablemente a que el modo de vida rural ha llegado casi intacto hasta finales del siglo pasado. Son tantas y tan bien conservadas, que todas ellas son el centro de varios museos que pueden visitarse en el concejo y que permiten admirar mazos, molinos de diferentes lugares del mundo, batanes, navajas, telares, fraguas, inventos sorprendentes para aprovechar la fuerza del agua, objetos antiguos que se empleaban en la vida diaria… incluso en muchos de ellos hay demostraciones en vivo.
El día a día ya no es una dura pugna por sobrevivir en unión a la naturaleza, pero en Taramundi pervive la vida natural a través de la artesanía. Comenzando por la elaboración de navajas de gran calidad que tanta fama tienen, y terminando en la artesanía del telar que domina Pilar Quintana y su familia, entremedias aquí hacen joyas, trabajan el cuero, se hacen jabones… Los artesanos no sólo trabajan para vivir, consideran su profesión un estilo de vida que transmiten en cada una de sus piezas. Gracias a su labor fueron el primer municipio del Principado que, junto con la Comarca de la Sidra, logró en 2005 la denominación de “Zona de Interés Artesanal” (Z.I.A.), que reconoce a las comunidades en las que la artesanía tiene especial relevancia, tanto por el número y diversidad de artesanos, como por el impacto económico en la zona.
El turismo rural, un concepto que precisamente se inventó en esta localidad, ha permitido preservar este modo de vida, sin alterar prácticamente el entorno, lo que hace que la naturaleza permanezca pura y a la vez salvaje, sólo domada a la hora de adecentar caminos que permitan conocer los pueblos y museos a pie, olvidando el coche en el lugar donde se aparcó al llegar.