Jugadora del Liberbank Gijón de balonmano y Policía Nacional, a esta dominicana afincada en España no hay nada que se le ponga por delante. Si hay algo que defina la vida de Débora Torreira es esfuerzo. Dice que no le gusta perder el tiempo así que piensa, diseña el plan, se fija el objetivo y comienza a trabajar sin descanso hasta que llega a él.
Nacida en República Dominicana, llegó a España con ocho años de la mano de sus padres, que dejaron atrás una vida más o menos acomodada para darle un futuro a sus cuatro hijas. Deportivamente se forjó en la cantera del Balonmano Corvera y pasó por otros equipos como el Gijón, Morvedre y La Calzada hasta que llegó al Liberbank Gijón donde actualmente juega de defensa. Combina el balonmano con su trabajo como Policía Nacional y también con los estudios de criminología que quiere acabar por dos motivos: uno porque le gusta la investigación y otro porque es una forma de ascender dentro del cuerpo.
-¿Cómo fue el inicio de tu relación con el balonmano?
-Cuando llegamos a España, mi tía siempre decía que nos teníamos que apuntar a algún deporte para relacionarnos con más niños. Dio la casualidad de que nuestras vecinas de al lado, que tenían nuestra edad, jugaban al balonmano en el Corvera y justo necesitaban gente para que el equipo no desapareciera, además era el único equipo femenino que había. Nosotras somos cuatro hermanas, pero como la mayor nunca quiso hacer deporte, empezamos las otras tres y ya llenamos el equipo. Empezamos a jugar, nos entretuvimos, se nos daba bien y ya continuamos. De hecho, los veranos los pasábamos jugando entre nosotras y con más niños de Gijón. Igual éramos quince los que entrabamos en la cancha de un colegio y pasábamos el verano jugando. Nos encantó.
-Con la perspectiva de los años ¿qué te ha aportado el balonmano?
-Yo creo que soy lo que soy gracias a él. La disciplina que tienes que tener para cumplir horarios, entrenar y demás te ayuda mucho. Yo creo que lo que más me ha aportado es disciplina y también compañerismo. Mi vida siempre ha sido: llegar de clase, hacer los deberes, ir a entrenar, volver, acabar las tareas y a la cama. El fin de semana se resumía a jugar y de tarde ponernos monas para ir a ver partidos de balonmano de los mayores en Corvera. Salíamos a las tres y aunque el partido era a las seis, ese rato estábamos alrededor del polideportivo que está cerca de nuestra casa. La vida fue llevándome poco a poco por este camino, pero la verdad es que para mí entrenar era mi desahogo. Iba, me entretenía y me volvía para casa, nunca lo entendí como algo profesional. Cuando era pequeña lo vivía así y cuando estaba opositando igual. Nunca lo vi como un trabajo porque yo me dedico a muchas otras cosas, no soy como algunas jugadoras que viven por y para el deporte. Siempre llevé y sigo llevando una vida muy programada. Si tengo dos horas para estudiar, sé que tengo que aprovechar como mínimo hora y media. Tengo poco tiempo con lo cual no puedo desperdiciarlo. Esto también me lo enseñó el balonmano.
“Yo creo que soy lo que soy gracias al balonmano. La disciplina que tienes que tener para cumplir horarios, entrenar y demás te ayuda mucho. Creo que lo que más me ha aportado es disciplina y también compañerismo”
-¿Qué quisiste ser antes policía o jugadora de balonmano?
-Quise ser policía desde pequeñita, siempre se lo dije a mi madre. En Balonmano Corvera, casi todos los entrenadores eran policías. Cuando venían a los partidos siempre los veía de uniforme y me llamaban mucho la atención. Recuerdo que siempre le decía a mi madre que yo quería ser como ellos. Cuando acabé bachiller me iba a marchar fuera para estudiar idiomas porque primero quería aprender inglés y después, opositar. Estaba empezando la crisis y todo el mundo decía que no iba a haber plazas así que ya tenía planeado irme a Londres con un dinero que tenía ahorrado. Fui con una amiga a buscar el título del último curso que había hecho y cuando lo tenía en la mano le dije: ¿para qué quiero esto si lo que yo quiero es ser policía? En ese mismo momento cogimos un tren de Oviedo a Gijón y me apunté a la academia. Cuando llegué a casa y se lo conté a mi madre se llevó un disgusto enorme porque ella decía que era muy peligroso, aunque en cierto modo se alegró porque, por lo menos, me quedaba en casa. La verdad es que fueron cuatro años con muy mala suerte y lo que yo me decía era: “si me sé el temario aprobaré”, siempre tuve esa ilusión y esa esperanza. Así fueron tres años hasta que el cuarto aprobé. También coincidió con que eran oposiciones con muy pocas plazas y éramos muchos los que nos presentábamos. El primer año eran 153 plazas, el segundo 140 y el tercero 264.
-Cuatro años manteniendo una idea a base de sacrificio y esfuerzo. ¿Cuándo te fijas un objetivo vas a por él?
-Sí, cuando tengo algo claro voy a por ello. La primera vez que me presenté aprobé el examen práctico y el temario. La entrevista también la saqué y el psicotécnico, que es todo matemáticas, no lo aprobé por milésimas. Ese fue mi primer año. Después de esto seguí con mi vida normal y cuando llegó la crisis, con el balonmano se ganaba poco, prácticamente lo que gastaba en desplazamientos, con lo cual tuve que plantearme si seguía en la academia. Yo no quería que mis padres me pagasen nada, siempre fui muy independiente y me gustó hacer lo que me diese la gana cuando yo quisiese. Quería ser policía, pero también quería saber cómo se gana el dinero trabajando por mí misma, que saliese de mi esfuerzo, así que empecé a trabajar de camarera. Estudiaba, trabajaba y jugaba al balonmano. En el trabajo estaba tres días a la semana unas nueve horas, así me ganaba un dinerillo y el resto del tiempo lo repartía. Al tercer año tuve que dejar el balonmano al nivel en el que estaba porque el grado era más exigente y tenía que viajar, con lo cual me centré en estudiar y trabajar de camarera. Trabajaba todos los días, pero me lo pasaba bien. Tres meses antes del examen lo que hice fue trabajar viernes y sábado de noche y entre semana estudiaba.
“Siempre llevé y sigo llevando una vida muy programada. Si tengo dos horas para estudiar, sé que tengo que aprovechar como mínimo hora y media. Tengo poco tiempo con lo cual no puedo desperdiciarlo. Esto también me lo enseñó el balonmano”
-¿Por qué tomaste la decisión de jugar con la selección de tu país de origen?
-A los dieciocho años dio la casualidad que en el equipo en el que estaba jugando en Gijón ficharon a una dominicana. Yo no sabía que allí existía el balonmano, pero ella les habló de mí a los responsables de la selección y cuando aquí acabamos la liga, allí se estaba jugando el premundial y me cogieron de prueba. Entrené con ellas y me quedé. Como no me llamaban de la selección española tomé esta decisión y la verdad es que no me arrepiento de nada. Aparte de todo lo que me han ayudado económicamente, está la experiencia que vives, los países a los que viajas, la gente que conoces…, es algo inolvidable. Juegas el Panamericano que son como unas Olimpiadas, pero de toda América y también el Centroamericano en los que somos campeonas de Centro América. Es una pasada.
-Si le dijesen a aquella niña que llegó de República Dominicana con ocho años que sería policía y jugadora profesional de balonmano, ¿se lo creería?
-Eso era impensable. Todo lo que tengo es gracias al balonmano, esa es la realidad. Si volviera a nacer haría otra vez lo mismo, no dejaría nada, lo haría todo igual. Solo tengo que ver a mis hermanas que dejaron de jugar y ellas mismas me dicen que se arrepienten de no haber seguido. No todo el mundo puede decir que ha jugado un mundial, pero también te digo que discotecas conozco pocas. Desde pequeña los veranos los pasaba viajando con la selección asturiana o con la dominicana. Mis amigas iban a las espichas de la universidad y te aseguro que solo fui a una porque era en Gijón y la hicieron al lado del pabellón. A las siete me fui a entrenar y, al acabar, las fui a recoger para llevarlas a casa. No cambiaría nada de lo que hice por hacer otra cosa. Me gusta invertir el tiempo en algo productivo, yo no soy de salir a tomar algo por ahí porque me parece que pierdo el tiempo. Ahora que soy joven tengo que aprovechar porque después sé que no voy a poder.
“Me encanta encontrar la forma en la que puedes ayudar a alguien. Buscar hasta llegar al punto en el que resuelves las cosas”
-¿De qué te sientes más orgullosa de toda tu trayectoria?
-A nivel laboral de sacar la oposición porque me costó un montón y en balonmano de todos los ascensos que he tenido. Creo que a nivel deportivo lo he tenido todo excepto unas Olimpiadas que sería ya lo máximo a lo que podría aspirar. Profesionalmente me gustaría acabar la carrera, hacer un master y dedicarme al inglés porque creo que, en mi profesión, aunque no es fundamental, ayudaría mucho ya que muchas veces vienen ingleses y no eres capaz de comunicarte como te gustaría porque no sabes. A nivel personal me gustaría ser madre. Así me veo en el futuro: trabajando, con mi familia, viviendo y disfrutando de la vida. De momento todo lo que me he propuesto lo he conseguido. Cuando volví a jugar después de haberlo dejado, la gente me preguntaba porque seguía jugando, me decían que podía disfrutar y vivir la vida porque ya tenía un trabajo, que tenía tiempo libre, que viajase. Yo siempre les dije que, de momento, disfrutaba así, ya tendré tiempo para hacer otras cosas.
-¿De tu trabajo como policía que es lo que más te gusta?
-Me gustan las investigaciones. Cuando haces las prácticas pasas por todas las especialidades y cuando estaba en los grupos me gustaba investigar, buscar la lógica de las cosas, intentar encontrar la razón por la cual pasan. Me encanta encontrar la forma en la que puedes ayudar a alguien. Buscar hasta llegar al punto en el que resuelves las cosas. Hasta hace poco estaba patrullando, pero ahora estoy en seguridad porque es mucho más fácil para compaginarlo con los entrenamientos.
-Tu padre es español y tu madre dominicana, ¿qué heredaste de cada uno de ellos?
-A mi madre me parezco en que siempre me estoy riendo y a mi padre en la perseverancia. Él a los dieciocho años tuvo que embarcar y no pudo estudiar, por eso siempre me inculcó que estudiase, que aprendiese inglés. Desde el principio estuvo pendiente de que nos formásemos porque así podríamos tener una vida mejor ya que tanto él como mi madre no pudieron hacerlo. En mi país vivíamos de maravilla, mi padre se quedó a vivir allí porque además de que le encantaba la isla, estábamos bien a nivel económico. Cuando llegamos aquí él se metió en la pesca en Avilés, porque con cuatro niñas y mi madre sin trabajo había que trabajar duro. Al final mi madre encontró trabajo, pero imagínate lo que es sacar a cuatro niñas pequeñas con un sueldo de marinero y otro de limpiadora. Se sacrificaron por nosotras y ver que lo hemos conseguido para ellos es un orgullo.