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martes 19, marzo 2024

Atletismo de ayer y hoy

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En Asturias, años setenta del siglo pasado, competíamos en tres sitios: en el Cristo de las Cadenas de Oviedo, en la pista de la Universidad –donde los Colegios Mayores que aún existen –y en la pista de la Universidad Laboral de Gijón.

Jabón LagartoA las ocho de la mañana y en los meses del invierno escolar, en la calle Dorado delante de la OJE de Sama, un grupillo de chavales en torno a los 17 años esperaba al autobús desvencijado que traía más adolescentes desde Laviana –Fernando Piedra, su figura indiscutible– con parada en Blimea, Sotrondio y El Entrego –aquí Chus Sala Palacios era el líder– y la siguiente en Sama donde se subían al bus: Toni Mazola (campeón de España juvenil), Javi Ordax, Mortera, Manolín Cuesta, Jorge “Yulbri”, Manolo el “manco”, Polón, Cancio, Cadenas, Mánuel… el mejor equipo de cross de Asturias con el permiso de Avilés y Gijón, pero el mejor; hora y media para llegar Oviedo por Veguín, dormitando e incluso fumando; carretera infernal, pero derrochando buen humor. Cada uno con una pequeña bolsa/plástico de deporte, con las zapatillas de clavos los más afortunados, una toalla y una pastilla de jabón “Lagarto”; el chándal de algodón azul marino y los nervios precompetición que nunca faltan, ni antes ni ahora.

La pista del Cristo, ya desaparecida, era de tierra batida, con unas curvas perfectas y unas rectas tratables, pero ambas con algún defecto como los “baches” que, cuando llovía, se convertían en barrizales o piscinas, muy adecuadas para el cross pero impropias para las carreras de velocidad. En la curva Este del estadio se encontraba el pasillo para el salto con pértiga, inconfundible con su montículo de tierra, sin colchonetas “paracaídas”, un agujero en el suelo cuyo fondo era de cemento para introducir la pértiga –un tubo rígido de canalón de aluminio– al final de la carrera. En la curva contraria, zonas de salto de altura y lanzamientos de disco, peso y jabalina y todos en las mismas circunstancias, pero en el salto de altura tenían una especie de colchonetas de “saco relleno” con borra. Y en paralelo a la tribuna, a las duchas y la recta del “cien”, el pasillo del salto de longitud y triple.

La pista del Cristo, ya desaparecida, era de tierra batida, con unas curvas perfectas y unas rectas tratables, pero ambas con algún defecto como los “baches” que, cuando llovía, se convertían en barrizales o piscinas, muy adecuadas para el cross pero impropias para las carreras de velocidad.

La imagen del espejo consistía en ir a competir a la pista de la Universidad Laboral de Gijón; era una fiesta y si tocaba en los alrededores del verano más aún: tenía piscina; pero sobre todo el suelo de la pista, perfecto, de una materia que llamábamos tartán pero que realmente parecían bolitas de goma prensadas y aglutinadas de alguna forma, como los campos de hierba sintética actuales; de color rojo, proporcionaba una sensación especial de “flotar” y es que veníamos del ladrillo molido de las pistas de la Universidad o las de tierra del Cristo, así cualquiera. Como anécdota: una vez corrí, por una apuesta familiar, un “cuatrocientos” vestido con vaqueros y zapatos de verano, en cincuenta y ocho segundos.

Todo era muy gris en aquella época –excepto aquella pista mágica– y aquel ambiente global se mantuvo en el tiempo hasta bien entrados los años setenta. En los campeonatos de España Militares del 76 ya se veía cierta luz, muchos colores en las camisetas de cada selección, en las instalaciones casi perfectas, en el ambiente de camaradería en las tiendas/dormitorio, el viaje en un ferry maravilloso y, sobre todo, en las calles de Toledo. Otro mundo.

Florence Griffith
Florence Griffith

Si tuviera que decir quien fue la persona que más “colorines” puso al atletismo actual, sin duda, sería Florence Griffith (1959 – 1988) la elegida; no es que no los tuviera antes, pero las competiciones eran un poco planas, pasábamos del gris y plano a simplemente plano, mientras que ahora es un no acabar de colores e incluso sabores.

En la actualidad los chavales, cuando salen de su Autonomía, viajan a los campeonatos en avión y duermen en hoteles más o menos buenos; mallas, camisetas, manguitos, zapatillas, bolsas de lona, chándales y gorras, pértigas super flexibles y toda una parafernalia de colores y cualidades técnicas “ad hoc”. Entrenadores particulares y dietas perfectamente investigadas, suplementos alimenticios que “a veces” se extralimitan, complementos de gimnasio para entrenar más y mejor, compatibilidad y facilitación de estudios y a veces alguna beca (siempre escasa, seguro), concentraciones, etc., etc. y una multitud de competiciones televisadas por canales de toda índole.

Una ciudad que se precie tiene una pista de atletismo con unas condiciones que distan años luz de aquellas del siglo pasado –la evolución es lógica y deseable– con equipación de última generación, materiales de calidad excelente, tecnología al servicio de atletas y jueces, “tacos de salida” electrónicos y hasta con altavoz que avisa a todos al mismo tiempo, control monitorizado de salidas falsas, paneles cronómetro en cada curva, pantallas gigantes de televisión que te permiten controlar a los contrincantes sin tener que mirar hacia atrás, área de calentamiento cubierta, gimnasio, sala de conferencias o charlas y un sinfín de medios que eran impensables hace cincuenta años.

Quien diga que cualquier tiempo pasado fue mejor, o no es muy listo o solo añora su vigor y juventud.

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