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martes 19, marzo 2024

El Maratón del Valle del Nalón (II)

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Había que suplir medios por imaginación y hoy vamos a dar nombres de aquellos entusiastas que participaron y ayudaron y pusieron hasta de su dinero.

Desde un principio, el grupo de amigos estuvo cohesionado por lazos políticos y sindicales. Comisiones Obreras, y en mucha mayor medida el SOMA, fueron poniendo granitos de arena, cantos rodados y rocas, para que el Maratón saliera adelante. A partir de aquí tomaba cuerpo la presencia de HUNOSA, donde trabajábamos varios atletas y a la vez organizadores y de donde salían buena parte de materiales, fotocopias, teléfono y fax.

El primer año –1989– de carrera, íbamos tan agobiados que casi obviamos que había que atravesar un túnel, oscuro como una sima, en el mes de noviembre y a primera hora de la mañana lo cual acentuaba la negrura.
Días antes fuimos a hablar con Hidroeléctrica del Cantábrico (hoy EDP) y con el Ayuntamiento de Sobrescobio y hablamos con tanta gente que no sabemos a quién agradecérselo, así que a todos.
El caso es que el día de la carrera aparecieron unas bombillas aportando una luz mortecina e insuficiente a “todas luces”, pero al menos salvamos los trastes y los corredores no pasaron palpando las paredes.

Los organizadores siempre tenemos las espaldas abiertas cuando pedimos favores (lo fácil es gastar dinero y más aún tirar con pólvora ajena) porque hemos de ser conscientes que la buena voluntad choca, más de una y dos veces, con una tozuda realidad o con otros planes que impiden que el favor se cumpla y entonces los fallos pueden ser desde leves a estrepitosos y la culpa que siempre es soltera, la carga una persona –el que está a la cabeza de la organización– que las más de las veces trata de aportar cosas a base de esos favores. Luego vienen los malintencionados que además de saber de las necesidades, tratan de hacer leña del árbol caído.

Los organizadores siempre tenemos las espaldas abiertas cuando pedimos favores porque hemos de ser conscientes que la buena voluntad choca, más de una y dos veces, con una tozuda realidad o con otros planes que impiden que el favor se cumpla.

El tercer año, la iluminación corrió a cargo del equipo organizador, de parte de los talleres del Pozo San Luis de HUNOSA en cuanto a personal y permisos y de Coque y Rubén (omito apellidos, que son personajes conocidos, bien intencionados y carentes de culpa, todo lo contrario), que se encargan de instalar unas pantallas fluorescentes que nos habían dejado.

Subimos toda la organización a Campo de Caso y al pasar, abriendo la carrera montado en una moto, vemos las pantallas y los cables en el suelo. Eran las 7 de la mañana y la mitad del trabajo estaba hecho. Se colocan las pancartas, se entregan dorsales, se atienden las preguntas de última hora, corre el tiempo que se las pela y al final se da la salida.
Y todo el mundo a correr y el narrador, que esta era la primera edición que dejaba de participar, en moto aguantando hasta el muro del pantano para una vez allí adelantarse un poco y ver el recorrido.

Rioseco y llegamos al túnel donde, sorprendentemente, las pantallas estaban colocadas en la parte contraria a la carrera e iluminando el techo. El encargado de su colocación estaba corriendo y entre el piloto de la moto y el director de carrera, se disponen a trasladar las 25 pantallas hasta el carril correcto y colocarlas de manera que los atletas pudieran ver el suelo. Se logra por los pelos –como casi todo– y nadie se dio cuenta de la situación, que por otra parte y visto lo visto, no era tan grave.

José A. Varela y el concejal de deportes Avelino Terente
Foto cedida por Alejandro de Ancos

Aquel año –tercera edición– visitó el Valle uno de los padres del maratón español: Toni Lastra, ya fallecido y al que casi todos debemos algo o mucho (como este maratón) y el grupo valenciano de Correcaminos. En esta edición ocurrió el desembarco de los valencianos y se llevó la palma una inglesa residente en La Eliana, Judith Burnet que realizó la carrera en 3 horas 01 min. y 20 seg. En hombres fue el coruñés José A. Varela con 2 horas 22 min. y 10 segundos, amigo y entrenado por otro amigo: Antonio Postigo, otra gran persona que hizo bastante por aquel maratón.

En la cuarta edición sería el primer año que vendrían rusos a nuestra carrera –una aportación de Toni Lastra: Maratón de Valencia y gran valedor– y había que mejorar un poco; en las pantallas también.

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