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martes 19, marzo 2024

El trail que se comió a la “ruta”

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Recién entrados en la UE (1986), España se despertaba al deporte popular con algún slogan televisivo como aquel de “quien mueve las piernas mueve el corazón” y programas en la TV a primera hora de la mañana, con Eva Nasarre, para que nos moviéramos un poco.

De los primeros en aterrizar por las incipientes carreras en “ruta” fue Adidas, que organizó una serie de carreras por las principales ciudades españolas, de la mano de Martí Perarnau, y entre ellas Gijón. Dos ediciones y pocos participantes (no llegamos a doscientos). Claro que eran otros tiempos y las marcas comerciales buscaban (y buscan) rentabilidad. En Asturias había cuatro carreras en carretera (o tres) y el más famoso cross de Navidad en Avilés. La Oviedo – Gijón (y vuelta al siguiente año), la Gijón – Avilés con el mismo formato, una media maratón en Avilés y otra en Langreo (La Felguera), y otra de cinco km en Lugones más los cross de la Federación. Después vino el caos y la proliferación de carreras. Cada pueblo quería una y se ponían apellidos de “solidaridad”, “a favor de…” o “de…” y más tarde la “pandemia”, que acabó con la mitad de ellas y, buenas, lo que se dice buenas carreras, quedan cuatro o tres.

20 km de Gijón. 1987
20 km de Gijón. 1987

Desde hace un tiempo a esta parte proliferan las carreras de “monte”, los llamados “trail” que, como las carreras de ruta hace años, pasan por un auge desmedido y cada pueblo quiere o tiene ya una.
Reúne a corredores, paseantes, andarines y amantes del madrugón, los que antes se iban en grupos organizados – y siguen haciéndolo – a rutas de montaña y acogen, así mismo, a todo tipo de atletas que quieren hacer cosas distintas, correr por una naturaleza diferente a las calles de las ciudades, aprovechando las condiciones físicas que les proporcionan sus entrenamientos rutinarios.

Desde hace un tiempo a esta parte proliferan las carreras de “monte”, los llamados “trail” que, como las carreras de ruta hace años, pasan por un auge desmedido y cada pueblo quiere o tiene ya una.

Desniveles y distancias desproporcionadas que juegan con el ego de la heroicidad de cada corredor, o asequibles a cualquiera, se corre sin pararse – un número no elevado en porcentaje – o se camina aprovisionado del propio avituallamiento con sus sales, agua y geles, tiritas o vendas, etc. que, en las carreras de ruta, son proporcionados cada pocos kilómetros por la organización.
Se disfruta de la ausencia de tráfico y polución y, una gran mayoría, se lo pasa en grande sin tanto esfuerzo, por el barro o las piedras, con resbalones y caídas, con paradas y carreras agónicas y al final una meta anhelada en mitad del pueblo, con sus vecindarios esperando para insuflar el último ánimo.

Tanto la multiplicación de carreras en ruta como el auge de las de montaña, influyen en que las primeras escaseen, sin duda, y si fuéramos sensatos a la hora de organizar, debieran reunirse y acotar fechas que no pisen unas a otras; misión difícil por no decir imposible ya que cada pueblo quiere la suya en determinada fecha y no mira para los lados.

El otro inconveniente radica en la “ecología”. Deben ser muy cuidadosos con el medio ambiente y buscar un consenso entre la naturaleza y los plásticos, y no tardarán los gobiernos locales, autonómicos y el “papá Estado” en ejercer el control legal, cargando de impuestos, tasas y normas de obligado cumplimiento, a los organizadores.
¡¡Suerte a todos, todos!!

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