“Hemos sustituido el sueño natural -esas fases donde se producen los trabajos de reparación y puesta a punto en nuestro cerebro para encarar el nuevo día-, por los somníferos que tienen más que ver con la anestesia”, me decía en una entrevista el periodista asturiano Miguel Ángel Delgado, a raíz de su libro La costumbre ensordece. Me confesaba que sentía cierta indignación cuando se alababa a esos ejecutiv@s o directiv@s que duermen poco como si fueran un ejemplo para seguir.
Hace un tiempo la revista Times hacía un repaso de las horas de sueño de varios mandamases mundiales. Raro era el que dedicaba un tercio del día para descansar. Para unos, dormir era una pérdida de tiempo. Otros, pasar cuatro horas en la cama ya era demasiado. ¿Se ha convertido en un secreto del éxito? “Nunca aplaudiríamos a alguien que se toma diez donuts cada día para desayunar, diríamos ¡qué barbaridad!”, me comentaba Miguel Ángel Delgado. Que el no dormir se haya convertido en un síntoma de genialidad cuando en realidad marca una disfunción en nuestra salud dice mucho de la única especie empeñada en privarse voluntariamente del sueño.
Casi la mitad de los adultos españoles no duerme bien a diario, las mujeres duermen peor que los hombres y se medican más para conseguirlo. La media del sueño está en 7,3 horas de lunes a viernes y sobre 8 horas los fines de semana, según la Radiografía del Sueño realizada por la 40dB para El País. Las causas que impiden conciliar el sueño son el estrés y las preocupaciones del día a día, pero pasa algo bastante preocupante en el sueño de los jóvenes: más del 85% presenta algún síntoma de insomnio y utilizan las pantallas antes de irse a dormir durante casi una hora. Dicen los expertos que el móvil no solo nos activa, sino que descoloca nuestro ‘reloj cerebral’. Esa luz azul es interpretada por nuestro cerebro como si fuera de día, lo que retrasa aún más la segregación de melatonina -hormona del sueño-.
En Asturias, el uso de psicofármacos crece cada año en todas las áreas sanitarias y en ambos sexos. Las mujeres consumen prácticamente el doble de pastillas para dormir que los hombres y es una práctica que va aumentando con la edad para estabilizarse a partir de los 90 años. Se ha notado en los últimos tiempos un mayor crecimiento de consumo en el tramo de 15 a 29 años, con una subida de cerca del 40% en mujeres y un 25% en varones. Por esta razón, el Servicio de Salud del Principado (Sespa) pondrá en marcha en los próximos días la campaña #DormirSinPastillas, que busca mejorar la prescripción de las ‘pastillas para dormir’ que en ningún caso tienen efectos curativos y se están utilizando como un tratamiento crónico. Su uso a largo plazo se ha relacionado con un aumento de caídas, fracturas, pérdida de memoria, concentración, mayor riesgo de accidentes de tráfico, despistes o demencia.
Esta campaña tendrá un doble enfoque. Por un lado, se informará de manera personalizada a cada paciente que consume este tipo de psicofármacos a través de una carta informativa con recomendaciones sobre la higiene del sueño y una pauta de retirada lenta y escalonada de pastillas para evitar posibles efectos adversos. Y por otro, se le ofrece ayuda médica para apoyarle en la decisión y acompañarle en todo el proceso. Puede parecer difícil, pero es posible y en este sentido los profesionales sanitarios pueden ayudar y mucho.
Vivimos en una sociedad en la que la dependencia de la medicación está a la orden del día, se ha convertido en una especie de recurso comodín -además de cómodo-, con el que pretendemos resolver nuestros problemas y estamos viendo que no es la solución. Nos toca reaprender buenos hábitos para recuperar nuestra salud física y mental, nuestra capacidad de soñar. Y para ello nos brindan ayuda.