El pasado fin de semana el Gijón Industrial goleó al Marino de Luanco, ambos equipos de fútbol infantil, con el resultado de 41-1. Los niños que perdieron salieron del campo llorando de forma desconsolada. ¿Era necesario este resultado? ¿Qué han aprendido los niños en ese partido? ¿Alguien se ha puesto en la piel de los goleados?
La indignación y las críticas recorren las redes sociales, apuntando directamente a la actitud permisiva de los entrenadores locales que debían de haber hecho algo para evitar ese bochornoso espectáculo. Es más, por lo visto, la Federación Asturiana de Fútbol, establece que, ante este tipo de goleadas, el resultado oficial no debería ser de más de cinco goles de diferencia. Es decir, el resultado oficial sería un 6-1, pero eso no quedó recogido en el acta del partido que refleja un abultado 41-1.
Yo creo que con un resultado así no disfruta nadie, ni ganadores ni derrotados. Y si un niño no disfruta haciendo deporte, el resto no vale para nada.
En el fútbol formativo no pueden pasar cosas como esta. A esas edades el deporte tiene que ser un juego, una actividad divertida donde a través del balón los niños puedan aprender valores como compañerismo, nobleza, generosidad, sacrificio, esfuerzo, respeto… valores que van más allá de la simple competitividad. No todo tiene que ser ganar, ganar y ganar. La ambición no puede estar por encima de la educación y del respeto. Y ahí la figura del entrenador es esencial y debe ser el primero en dar ejemplo.
Hace unos años recuerdo que el entrenador de un club de fútbol infantil de la comunidad valenciana fue destituido por ganar 25-0 al equipo contrario. La Federación consideró a ese resultado como “antideportivo y dañino” para la formación de niños de esa edad (debían de tener 11 años).
Y también recuerdo el caso de un joven que entrenaba a un equipo benjamín -también valenciano- que cuando vio al equipo rival, lo primero que hizo antes de salir al campo fue reunir a sus jugadores y advertirles de que los visitantes eran más pequeños, que les estaban dando por todos los lados cada semana y que se pusieran en su lugar. Que no celebrasen los goles, no les presionaran en exceso para que pudieran jugar y disfrutar; y que fuesen en todo momento respetuosos con ellos. Su actitud, además de felicitada por los padres, también inundó las redes sociales.
De acuerdo con que una de las cosas más importantes en el deporte es la de saber perder, y hay que aprender a gestionar las derrotas y levantarse para el siguiente partido, pero lo que no se puede consentir es que eso llegue a convertirse en una humillación cuando los equipos están muy descompensados como ocurre en estas categorías.
Resultados de este tipo a edades tempranas pueden generar frustración y un sentimiento de rechazo al deporte. Para un niño jugar al fútbol es más que un partido, es como salir a escena a representar el papel más importante de su vida. Si se les da bien, serán aclamados, y eso también les genera cierta presión. De hecho, a estas edades es también cuando más se da el abandono no solo por la presión del entorno, sino también por la de los propios padres.
Soy de las que piensa que el deporte es una maravillosa herramienta para fomentar valores positivos en nuestros hijos, para educarles en ser mejores personas y lograr así una sociedad más respetuosa. Aprovechémoslo. Son la generación del futuro.