Aún no existen en España estudios contrastados sobre el problema de la violencia vicaria. Solo existen datos desde 2013 porque antes no se especificaba, eso impide que puedan realizarse investigaciones contrastadas a día de hoy. Aún así, los datos están ahí. En Asturias hay 641 mujeres con protección oficial según el Observatorio contra la Violencia de Género. De ellas, 58 están protegidas ante el riesgo de una violencia letal. En el caso de menores hay 8 en el Principado que se encuentran bajo protección oficial para no ser víctimas de la violencia vicaria.
Con el corazón encogido, conocíamos el pasado junio que la Guardia Civil había encontrado en Tenerife el cadáver de la pequeña Olivia, la niña de seis años que, junto a su hermana, -un bebé de 14 meses-, habían sido secuestradas por su padre, Tomás Gimeno. “No las vas a volver a ver”, le dijo por teléfono a la madre de las pequeñas la tarde anterior. Este caso quizás haya sido el más mediático de los últimos meses, pero lamentablemente no ha sido el último.
Violencia vicaria es como denominan los expertos a las agresiones, manipulaciones e incluso asesinato de menores a manos de sus padres con un único objetivo: herir y dañar a la madre donde más le duele, en lo que más quiere, sus hijos.
Una reciente reforma legislativa retira el régimen de visitas a los padres en un proceso penal por la violencia de género. Pero la realidad es que aún encontramos sentencias donde se deja claro que ejercer la violencia hacia la mujer por lo visto no es impedimento para que el padre pueda seguir ejerciendo su papel. ¿Se puede creer alguien con un poco de sentido común que un individuo que maltrata a una mujer puede luego ser un buen padre? El asesinato es un caso extremo, pero los hijos de mujeres maltratadas también son víctimas de malos tratos reciban o no golpes, porque ven cómo cada día su padre maltrata a su madre. Se crían en un ambiente donde los niños ven normal que la frustración se pague con golpes y donde las niñas asumen que su papel es la resignación y el sometimiento para evitar males mayores. ¿Qué patrón de comportamiento tendrán cuando sean mayores? Si no se consigue rescatar a estos niños de ese ambiente tóxico van a tenerlo muy complicado en la vida. Dicen los expertos que a partir de los 16 años es muy difícil reeducar emocionalmente a los niños que se han criado en medio del maltrato.
Lo están denunciando hasta la saciedad las mujeres que han sufrido violencia machista: si realmente se quiere proteger a los menores, la custodia es algo vital y nunca un hombre que maltrata a una mujer puede ser un buen padre, nunca. Lo denunciaba hace unos meses María (nombre ficticio) en La Nueva España donde describía el calvario por el que estaba pasando y el miedo que tenía por sus hijas. Vive en Asturias con unos familiares -viene de otra comunidad autónoma- y una sentencia la obliga a llevar a sus dos hijas cada quince días a pasar el fin de semana al domicilio paterno. Existe un proceso penal abierto por violencia de género y una orden de alejamiento que su exmarido ha quebrantado varias veces. Los informes de valoración forense hablan de su instinto violento, dominante y de posición jerárquica superior hacia ella. A ello hay que sumar que María, cada quince días, escucha de forma machacona la amenaza de su exmarido: ‘me voy a llevar a las niñas y no podrás verlas más’. Después de muchas puertas cerradas, María se encuentra ahora bajo la ayuda del Instituto Asturiano de la Mujer.
Este es uno de los focos del problema pero, lamentablemente, cuando intervienen la justicia y las fuerzas de seguridad el daño ya se ha producido. Se sanciona una conducta y se protege a la víctima en el mejor de los casos, pero ¿hemos de conformarnos con esto? “Educar en igualdad es la única medicina preventiva frente a la violencia de género, y este ha de ser un trabajo a medio y largo plazo para que puedan realizarse verdaderos procesos de transformación”, dice la directora general de Igualdad del Principado de Asturias, Nuria Varela, al tiempo que asegura que este Gobierno ya trabaja con esta idea.
Por eso nosotros, desde aquí, queremos aplaudir la decisión del Principado, una de las pocas comunidades autónomas que ha pasado a regular de forma oficial la coeducación en los centros educativos, así como la formación del profesorado en ese ámbito.
Nos parece una buena noticia porque creemos que educar en igualdad es la base para construir un futuro más justo para todos y todas. Como sociedad, lo necesitamos.