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domingo 28, abril 2024

Adrián Ordieres: “Te tiene que gustar la fotografía, pero más la naturaleza”

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Adrián Ordieres es fotógrafo de naturaleza y diseñador gráfico. Tras trabajar en diversos lugares del planeta ha regresado a Asturias y, junto a su pareja Naia Pascual, ha creado Nido Nómada, un proyecto lleno de ilusión en el que la fotografía, el vídeo, el desarrollo web, el diseño gráfico y el marketing verde y sostenible se dan la mano. Actualmente ambos son embajadores de OM System.

Adrián se recuerda a sí mismo de pequeño, sentado delante de la tele con su ColaCao y su merienda viendo los documentales de La 2. Todo lo que veía era para él algo totalmente alucinante. La mente de aquel guaje al que le encantaba la naturaleza todavía no fichaba que, tras aquello que tanto le gustaba ver, había personas grabando con cámaras y haciendo fotos. Le hubiese gustado dedicarse a la fotografía de conflicto social o de guerra, pero en su casa no les hizo mucha gracia el planteamiento, así que apostó por convertirse en fotógrafo de naturaleza. Trabajó durante muchos años como diseñador gráfico hasta que sintió que ya no podía más, que necesitaba un cambio, algo que le hiciese retomar aquella ilusión que sentía de pequeño cuando veía todo a través de una pantalla.

-¿Cómo fueron los pasos que convirtieron a aquel niño amante de la naturaleza en un fotógrafo profesional?
-Tenía intención de estudiar Ciencias del mar por toda esa pasión que sentía, pero me parecía que tenía que estudiar demasiado y decidí hacer algo más práctico, por eso acabé estudiando fotografía. Todo esto fue en Andalucía porque, aunque nací en Gijón, cuando tenía un año toda la familia nos trasladamos a Huelva por cuestiones laborales de mis padres. Los años de estudio fueron espectaculares y la verdad es que cogí una base brutal en cuanto a conocimientos técnicos. Después viré un poco hacia el diseño gráfico que tiene ciertos puntos en común con la fotografía y acabó siendo, en parte, mi profesión. Después de vivir un año en Extremadura volví a Gijón y tras quince años trabajando en diseño gráfico me quemé de estar sentado en una oficina delante de una pantalla de ordenador trabajando en proyectos que no me motivaban.

“Tras quince años trabajando en diseño gráfico me quemé de estar sentado en una oficina delante de una pantalla de ordenador trabajando en proyectos que no me motivaban”

-¿Cuál fue el punto de inflexión?
-Siempre pensaba: cualquier día cojo la maleta, rompo con todo lo que estoy haciendo aquí y me marcho. Pero se quedaba en nada y al día siguiente volvía a la oficina. Se me acabó el contrato y me fui al paro. Mi amigo Diego me envió una oferta de trabajo que encontró a través de Instagram en la que una empresa italiana pedía fotógrafos para trabajar en una especie de reservas haciendo fotos de naturaleza. Mandé el curriculum sin demasiadas expectativas y ¡me llamaron! Un mes después estaba en Madrid cogiendo un avión rumbo a Letonia. Fue un poco loco porque yo no sabía ni a dónde iba exactamente, pero después de haberme planteado tantas veces marcharme, me vi en el aeropuerto y me di cuenta de que lo que estaba esperando había llegado. También te digo que si hubiese seguido mucho más tiempo así, hubiese entrado en una depresión.

-¿A dónde te fuiste?
-A un pueblín que está cerca de la frontera con Rusia. Necesitaban a alguien que tuviese experiencia como fotógrafo de naturaleza, pero también alguien que se dedicase al mantenimiento, desarrollo y construcción de unas estructuras llamadas Hide, una especie de cabañitas que se utilizan para hacer esperas en los avistamientos de animales. Había que hacer un trabajo de seguimiento de fauna y conseguir buenas fotografías que son las que después sirven para vender este producto. Para mí era un sueño porque el 90% del tiempo lo pasaba con las botas puestas en plena naturaleza buscando animales y haciendo fotos.
Después de esto, a mí ya no me sorprende nada. Si antes de esto me hubieses preguntado si la vida da muchas vueltas, te hubiese dicho que, si empiezas trabajando de diseñador en Gijón, te jubilas haciendo lo mismo. Me llevé una cura grande de humildad.

Martín Pescador. Delta del Danubio, Rumanía. Fotografía de Adrián Ordieres
Martín Pescador. Delta del Danubio, Rumanía

-¿Qué fue lo que te atrapó de la fotografía y ya no te soltó?
-La pregunta es complicada… Hay compañeros que buscan coleccionar especies y observar cuantas más mejor. En mi caso voy por otra vía diferente, yo busco la estética. La gente hace viajes a sitios para buscar especies nuevas o exóticas, pero tenemos muchas cosas aquí cerquita que no requieren grandes inversiones ni desplazamientos y que son muy interesantes. Conseguir una fotografía impactante e interesante de una especie común como puede ser un gorrión, es mucho más difícil que una de aves exóticas que a poco que hagas ya es llamativa. Creo que esta búsqueda me viene de aquellos años en los que estuve estudiando para diseñador gráfico que es donde adquirí una base. De aquella no era consciente, pero ahora me doy cuenta de que es lo mismo componer un trabajo en Illustrator que una imagen con un ave en su entorno. El lenguaje visual es universal. Es el pájaro, pero también la iluminación, la composición o el color. Y eso no solo en fotografía sino también en vídeo, que es un campo que me está interesando cada vez más y en el que me estoy formando desde hace dos años.

-¿Qué ingredientes tiene que tener una fotografía para que llame la atención? Hay veces que lo bonito no es suficiente…
-Es algo muy subjetivo. En este sentido, he ido evolucionando. Al principio me llamaba la atención los retratos de aves como las de los libros, pero simplemente era porque no había llegado al nivel de poder hacer algo así. Me encantaban los detalles que tenían. Cuando fui adquiriendo conocimientos de cómo hacer esas fotos, dónde, las épocas del año en que es más fácil realizar esas fotos, sus costumbres, etc. y consideré que había alcanzado ese nivel con el que flipaba, empezaron a interesarme otro tipo de cosas. Fotos que, técnicamente, no eran tan perfectas porque eran menos nítidas, el color no era tan espectacular, pero me interesaba que se reflejase algún tipo de interacción entre individuos de la especie, algún comportamiento que adoptan en la época en la que están en celo… Un retrato te puede servir para identificar un ave, pero realmente las que muestran algún comportamiento excepcional son las que más sorprenden. También me interesan mucho las imágenes que vinculan la situación de diferentes especies con los comportamientos humanos, las zonas urbanas o el calentamiento global. Ahora me importa más contar historias y hacer divulgación.

“Me interesan mucho las imágenes que vinculan la situación de diferentes especies con los comportamientos humanos, las zonas urbanas o el calentamiento global. Ahora me importa más contar historias y hacer divulgación”

-A la hora de contar una historia, ¿qué poder dirías que tiene la imagen?
-No me atrevo a decirte un porcentaje, pero por supuesto que tiene mucho. También es cierto que pocas fotos he visto que no necesiten un escrito que las contextualice. Hay alguna y sorprende cuando la encuentras, pero es difícil ponerte delante de una imagen y que entiendas al 100% lo que está sucediendo. Este es el motivo por el que me está empezando a atraer mucho el vídeo: con una fotografía congelas un instante. Esto suena muy romántico, pero se pierde mucha información. Hay gente que se dedica a lo que se llama Fine Art, que son fotos con mucha edición que no poseen un fin divulgativo y cada espectador las interpreta a su manera. Pero cuando hablamos de una foto de naturaleza en la que se observa el comportamiento de un ave, si no hay un contexto en el que expliques lo que estás viendo, se pierde el sentido final.

-¿Dirías que cada foto cuenta una historia?
-Sí, totalmente. Pero es importante que esa historia se transmita para que la información no se pierda. Yo utilizo mucho Instagram porque creo que es una herramienta muy potente que, bien utilizada, es muy poderosa para contar cosas, divulgar, llegar a mucha gente y aumentar el público que tienes y eso es importante. El que diga que no le gusta tener cada vez más seguidores que valoren su trabajo positivamente, evidentemente, miente.

Colonia Charrán. Kongsfjord, Noruega. Fotografía de Adrián Ordieres
Colonia Charrán. Kongsfjord, Noruega

“Cuando hablamos de una foto de naturaleza en la que se observa el comportamiento de un ave, si no hay un contexto en el que expliques lo que estás viendo, se pierde el sentido final”

-Últimamente todo se fotografía o se graba. ¿Se pierde el mensaje de lo que debe ser la imagen? ¿Son fotos “vacías”?
-Decir que son fotos vacías me resulta un poco duro porque no sabemos lo que está sucediendo detrás. No podría decir que hay demasiada fotografía, pero sí que se pierde su valor por la forma en la que la estamos consumiendo. Igual que te hablaba de las bondades de Instagram, también te digo que vamos a una velocidad brutal, dedicamos menos de tres segundos a ver cada foto, con lo cual todo te pasa desapercibido. ¿Qué sentido tiene que continuamente estés compartiendo tu vida con gente que si te la cruzas por la calle no sabes quiénes son? Lo más honesto es decir que ves lo que quieres ver, porque eres tú quien decide a quien sigues o en qué perfil te metes. Si entras en mi cuenta vas a ver aves, animales y algún paisaje de vez en cuando. No va a ver otra cosa. Hay mucha información, pero no podemos limitarnos a quejarnos porque nosotros tenemos tanto el poder como la responsabilidad de ejercer de filtro.

-Lo que sucede delante de ti ¿se ve diferente a través de una cámara?
-Absolutamente. Hay veces que acaba siendo más bonito lo que ves a través de la pantalla por el proceso de postproducción, pero en la gran mayoría de los casos, cuando veo la imagen, el resultado no hace justicia a la escena real. En esa percepción influye todo lo que sientes cuando estás haciendo la foto: la temperatura que hacía, el olor que había, la compañía que tenías en ese momento, si tenías un día bueno o malo… La imagen, sumada al recuerdo de ese momento, hace que tú veas todo de una forma muy diferente y es imposible disociar todas las sensaciones de ese momento y quedarte solo con la imagen. Hay veces que, gracias a la magia de la postproducción, consigues que una imagen sea más impactante, pero estamos hablando de una reinterpretación del fotógrafo. La cámara no deja de ser un sensor que capta una imagen, pero, aunque mejores la imagen con una serie de herramientas, es imposible reflejar al 100% la situación real. Para mi gusto, cuando se hace una interpretación más artística, se desvirtúa lo que es la fotografía en sí. No quiero decir que sea malo, simplemente es otra cosa.

Abejaruco. Villafafila, Zamora. Fotografía de Adrián Ordieres
Abejaruco. Villafáfila, Zamora

-Se dice que dentro de cada fotógrafo de naturaleza hay un conservacionista. ¿Estás de acuerdo?
-Sí, pero con alguna excepción. Si no fuese así no se entendería lo que hacemos. Ten en cuenta que la gran mayoría de los que hacen fotografía de naturaleza son aficionados, personas que durante la semana trabajan o estudian y, el fin de semana, se pegan un madrugón para irse al campo, plantar su cámara y pasar cuatro, cinco o seis horas sin moverse del sitio para conseguir una fotografía. Si esto no te sale de dentro, tienes un espíritu o inquietud conservacionista y una necesidad de aprender cosas de la naturaleza, no lo puedes hacer ni entender. También hay excepciones y te encuentras con fotógrafos con más o menos ética que solamente buscan la imagen por los ‘me gustas’ en redes sociales. Son los menos y también los que desvirtúan el trabajo espectacular de mucha gente. Cada vez hay más jóvenes que se meten a hacer fotografía de naturaleza, incluso antes era un sector muy cerrado a los hombres y últimamente se ven cada vez más mujeres. Son personas que vienen de estudios ambientales o biología y a los que ya se les presupone un interés por todo este campo. Están haciendo trabajos espectaculares.

-¿Qué te produce el hecho de pensar que tal vez haya generaciones que conozcan algunas especies por tus fotos?
-Es una realidad. A mí me sucedió en su día. Veía los documentales y no era consciente de que eso era algo que yo podía hacer y ahora resulta que me codeo con gente que se dedica a ello y eso es una satisfacción enorme. Realmente el momento en el que yo me di cuenta de que podía hacer fotografía a nivel profesional fue un día haciendo una ruta por el Sueve, concretamente subiendo al Pienzu. Iba con una cámara muy básica y de pronto, al subir un remonte, me encontré con un gamo macho enorme echado, mirando para mí. Tuve cinco segundos para hacerle una foto antes de que se levantase y se fuese tranquilamente. Cuando después la vi en el ordenador, fue cuando de repente sentí un clic. Me dije: “esta foto se parece a cosas que he visto en revistas y televisión. Quizá exista la posibilidad de que yo pueda dedicarme a esto”. Me parece algo lógico y normal que gente joven que no ha tenido la oportunidad de descubrir la fauna, lo haga así. Además, hoy tenemos una gran facilidad con los medios de comunicación y si estas fotografías que publicamos encienden una chispa en alguien y le generan curiosidad, ya están justificadas. Por una parte, claro que es triste, pero por otra quiere decir que algo estamos haciendo bien entre todos, sobre todo si no se queda en un consumo rápido e improductivo de imágenes. Si prende en alguien lo que prendió en mí conseguir esa fotografía, ya me parece un camino interesante.

“Hoy tenemos una gran facilidad con los medios de comunicación y si estas fotografías que publicamos encienden una chispa en alguien y le generan curiosidad, ya están justificadas”

-Para hacer buenas fotos, ¿tienes que estar enamorado de lo que haces, sentirlo de una manera especial?
-Sin duda. Es difícil que consigas una fotografía de la que estés satisfecho en un primer intento. Llegas a ella tras hacer muchas pruebas, insistir y dedicar horas. Hay veces que suena la flauta y sin tenerlo muy preparado la consigues, pero no es lo normal. Con lo cual, si no hay un componente de pasión y estás enamorado tanto de la naturaleza como de la fotografía, no aguantas. Cuando sales un par de horas con todo el equipo siempre intentas ir solo o con gente que le apasione porque, como vayas con alguien que no lo sienta igual que tú, vas a caminar un kilómetro y te vas a dar la vuelta porque es un suplicio y yo lo entiendo. Te tiene que gustar la fotografía, pero más la naturaleza. Si quieres ir un poco más allá y hacer algo con más profundidad, tienes que hacer esperas de horas, madrugar mucho o gastarte una pasta en equipos que te permitan hacer una foto más profesional.

-¿Cómo se trabaja con lo impredecible?
-Gestionas lo que puedes gestionar. Son animales salvajes y que normalmente actúen de una manera, no quiere decir que siempre lo vayan a hacer así. El no saber qué va a suceder es la aventura. Hay veces que te encuentras cosas espectaculares que no te podías imaginar y este es uno de los componentes divertidos de la fotografía de naturaleza que no existe en otro tipo de fotografía. Tienes que improvisar y adaptarte sobre la marcha a la situación.

Zorro. Península de Varanger, Noruega. Fotografía de Adrián Ordieres
Zorro. Península de Varanger, Noruega

“Es difícil que consigas una fotografía de la que estés satisfecho en un primer intento. Llegas a ella tras hacer muchas pruebas, insistir y dedicar horas”

-¿La naturaleza nunca defrauda?
-Está feo decir que la naturaleza defrauda, lo que sí hace es frustrar. El índice puede ser mayor o menor, pero es como te vas para casa la gran mayoría de las veces. Son tantos componentes que, aunque consigas una buena fotografía, siempre piensas: si no estuviese esa nube, si no hubiese viento, si el ave se hubiese posado un centímetro más allá… Lo bueno de esto es que las cartas están sobre la mesa y sabes cuáles son las reglas del juego, con lo cual lo aceptas y ya está. Si alguien no es capaz de hacerlo, igual tiene que revisar un poco sus valores y asumir que tiene un problema porque, siendo un fotógrafo de naturaleza, te vas a ir muchas veces a casa con las manos vacías o con un resultado que no es el que esperabas. También te digo que siempre nos vamos sonriendo a casa porque nos hemos pasado la mañana o el día en plena naturaleza disfrutando de lo que más nos gusta.

-¿Observar, entender y luego fotografiar o no necesariamente en este orden?
-Sí, es totalmente imprescindible. Evidentemente puedes salir a fotografiar sin haber observado y sin saber nada de naturaleza, pero evidentemente para desarrollar un trabajo que tenga sentido y éxito, normalmente, hay que hacer mucho trabajo de campo con prismáticos, leer, hablar con compañeros que te puedan aconsejar… Hay mucho trabajo que hacer con la cámara guardada, no improvisas. Hay veces que sales a dar un paseo sin un objetivo concreto y consigues alguna foto bonita o algo interesante, pero los trabajos que realmente merecen la pena son los que tienen horas de preparación detrás.

“El no saber qué va a suceder es la aventura. Hay veces que te encuentras cosas espectaculares que no te podías imaginar y este es uno de los componentes divertidos de la fotografía de naturaleza”

-Tras tantos años ¿sigues aprendiendo y dejándote sorprender?
-Sí, continuamente. Cada vez que sales aprendes algo nuevo o conoces a alguna persona. Hace poco mi pareja y yo estuvimos en el parque de Somiedo, en un encuentro de observación de naturaleza que se llama natureWatch. Estaba invitado Antonio Sandoval, que es una de las mayores eminencias en cuanto a ornitología en España, y el hecho de poder conocerlo fue impresionante. Además, coincidió que el día que estuvimos con él era un día especial para la gente que le gusta la ornitología porque era el Big Day, que consiste en que sales a la calle e intentas hacer el mayor registro que consigas de observación de aves, la mayor cantidad de especies. Todo esto se carga luego en una aplicación móvil y se hace una base de datos que sirve para hacer ciencia ciudadana y una estadística de poblaciones en todo el mundo. Con todo el conocimiento que tiene, es un tipo super humilde y que te cuente anécdotas de especies que tienes a la puerta de casa, que te descubra cosas sobre sus comportamientos que desconocías, es impresionante. Parece que muchas veces hablamos con cierto menosprecio de algunas especies porque pensamos que conocemos todo sobre ellas, pero nada más lejos de la realidad. Es un mundo del que sabemos muy poquito y hay mucho margen de aprendizaje. No creo que llegue nunca el día en el que deje de sorprenderme el mundo de la naturaleza.

-¿Qué tienen las aves que de manera especial te atrapan?
-Para mí que vuelan, tan sencillo como esto. Cada una lo hace de una manera diferente y viéndolas a lo lejos puedes identificar qué especie es, a qué familia pertenece. Hay especies que cada año hacen unas migraciones del polo norte al sur y cada año tienen unas vidas tan épicas y completan unas hazañas que es imposible no asombrarse. Muchas veces, cuando no sabes mucho sobre ellas, das por hecho de que son todos pájaros, pero en cuanto escarbas un poquitín, profundizas y aprendes sobre sus comportamientos, te enganchas. Las aves, para alguien que se inicia en el mundo de la observación, son muy agradecidas porque es fácil verlas volando o posadas. Los mamíferos u otro tipo de animales son más complejos, más esquivos, muchos de ellos suelen tener comportamientos nocturnos así que es más difícil verlos. Si tú sales y el primer día pretendes ver un oso, seguramente te acabes frustrando porque te puedes tirar meses hasta que consigas ver uno. En cambio, con las aves, es relativamente fácil y a nada que vayas a algún sitio concreto o con alguien que sepa un poco, es fácil ver especies interesantes y menos comunes.

“Cuando no sabes mucho sobre ellos, das por hecho de que todo son pájaros, pero en cuanto escarbas un poquitín, profundizas y aprendes sobre sus comportamientos, te enganchas”

Mochuelo. Villafafila, Zamora. Fotografía de Adrián Ordieres
Mochuelo. Villafáfila, Zamora

-¿Dirías que te expresas mejor con palabras o con imágenes?
-Creo que con imágenes, aunque estoy intentando cambiarlo un poco. Me interesa mucho la redacción, el poder desarrollar un escrito y poner en contexto las fotos que hago. Es un campo que tengo todavía por explorar. Voy avanzando y poco a poco voy desarrollándome porque considero que escribir es una herramienta muy potente que hay que tener en cuenta.

-Junto a Naia Pascual has creado Nido Nómada. ¿En qué consiste?
-A finales de 2020, mi pareja y yo fuimos juntos al Ártico para trabajar en la misma empresa. Estuvimos allí un año, ella trabajando en marketing y yo en diseño gráfico y, al mismo tiempo, haciendo fotografía y vídeo. Tras este tiempo, empezamos a ser conscientes del potencial de Asturias en cuanto a naturaleza para poder generar un producto que no solo interesase al público español sino a mucha gente de Alemania, Holanda o Inglaterra que además suelen ser usuarios con un poder adquisitivo medio/alto. Dejamos la empresa y tras un viaje por diversas zonas de España y una pequeña presentación de nuestra idea en la Feria Internacional de Ornitología en Monfragüe, nos lanzamos a ello. Es difícil poner un límite a nuestro trabajo, pero podemos decir que los proyectos en los que trabajamos tienen mucha relación con el turismo responsable, el desarrollo rural y este tipo de cosas. Hacemos marketing, diseño gráfico, desarrollo web, producción audiovisual y todo lo necesario para crear un paquete de comunicación y conseguir un desarrollo sobre todo orientado a zonas más bien de un entorno rural.

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