Es Policía Local en Noreña y también presidente de la Asociación Española de Accidentología Vial. Todos los días, además de su trabajo habitual, recorre las calles de Noreña haciéndole llegar a los más pequeños -y a los no tan pequeños-, mensajes que les arrancan una sonrisa y les ayudan a comprender lo que está pasando.
Entiende a la perfección el lenguaje de Pikachu, ha leído mensajes que Harry Potter envió en idioma Pársel, recibió mensajes de Groot, entrevistó a Olaf… Raimundo García es un Policía Local un tanto atípico. Desde pequeño quiso pertenecer a este cuerpo porque siempre entendió que era una forma de estar al lado del ciudadano y ayudarlo en todo lo que pudiese necesitar. Ahora que el estado de alarma obliga al confinamiento, ese espíritu está más vivo que nunca y sobre todo lo vuelca con los más pequeños del concejo. A ellos les habla todos los días desde el coche patrulla y les transmite mensajes que le llegan de estos personajes reconociendo lo bien que lo están haciendo, llenándolos de ánimo y también, cuando es el caso, felicitándoles por su cumpleaños.
-¿Cómo lo estáis llevando?
-Esto ha servido para complicarnos un poco más la vida en cuanto a que tenemos más trabajo del habitual. Es cierto que no hay tanta gente, pero tienes que asegurarte de que las cosas funcionen, pero con unas medidas de seguridad que te ralentizan y te entorpecen el día a día. La verdad es que la gente está muy tranquila menos en alguna situación puntual de quien incumple, son conductas asilvestradas pero que no llegan ni al 1%. La inmensa mayoría de la gente está cumpliendo con las restricciones que nos dan y están haciéndolo bien, también hay quien tiene esa tendencia de ir siempre al límite para poder respirar un poco de aire. El esfuerzo que estamos haciendo todos, y ya hablando como ciudadano y no como policía, es inmenso y se está notando. Está claro que la ciudadanía estamos a la altura de lo que se nos exige y, quizá, más. Es mucho mayor todo lo positivo que está generando que lo negativo. En estos momentos es cuando se conoce de verdad a las personas, cuando se aprecia quién es cada uno y su forma de actuar. Hay mucha gente que con esto perdió la careta, que demostró esa falsa solidaridad que es muy guapa de boca, pero que a la hora de ponerla en marcha no es real. Sin embargo, la inmensa mayoría silenciosa, que en el día a día pasa desapercibida porque todo el mundo se dedica a lo suyo, es la que está dando todo de sí y quedando muy por encima de lo que exigen las circunstancias. Todo esto hace que recuperemos de nuevo la esperanza y la fe en el denostado factor humano.
“Hay muchas disculpas que pueden justificarlo todo, pero cuando llega el momento de hacer algo que hay que hacer, está claro que lo hacemos”
-¿A qué crees tú que nos está obligando esta crisis?
-Yo creo que a partir de aquí vamos a replantearnos muchas cosas a nivel personal. Por ejemplo, en lo que se refiere a relaciones sociales. Me refiero a ese egoísmo del ‘yo primero no vaya a ser que me quede sin algo, y el otro que se arregle’. Si todos hiciésemos eso al final no funcionaría nada. Te hablo tanto de servicios públicos como de servicios que se dan al público, desde los dependientes y dependientas de un supermercado, a transportistas, repartidores, limpiadoras… A estos colectivos que hoy están ahí y que todo funciona gracias al esfuerzo individual de ese montón de gente, y que era impensable ponerlos en valor antes de estos días. ¿Dónde están ahora todos esos grandes personajes, esos grandes directivos? ¿Debajo de qué baldosa se escondieron?
-¿Hace más quien quiere que quien puede?
-Muchas veces las personas están haciendo cosas que ni siquiera están obligadas a hacer, mientras otros han desaparecido teniendo cierta obligación de hacer más. Hay personas que han estado ahí con gestos que los dignifican. Por ejemplo, el último que me prestó especialmente y que fue muy significativo es el de los mineros de Hunosa que se ofrecen voluntarios a desinfectar calles o entregar alimentos sin ningún tipo de interés. ¿Por qué hacen esas cosas? Pues porque las hay que hacer. Decir “hay que hacerlo”, es muy grande. ¿Cómo no se va a tener miedo? Quien diga que no tiene miedo a contagiarse es que es tonto, ese miedo lo tenemos todos, lo que pasa es que hay que hacerlo. Este es un concepto que muy poca gente entiende, lo hacen aquellos colectivos que están acostumbrados a trabajar de una manera solidaria y en los que dependen unos de otros. Estas muestras de solidaridad son de aquellos que entienden este concepto sin necesidad de más explicaciones.
-¿Para ti qué significa la palabra solidaridad?
-Yo creo que ser solidario es ser uno mismo, ser empático, ponerte en el lugar de los demás y no pretender estar siempre por delante. Ser uno más. Ya no te digo que pongas al otro por delante, con que esté a la par ya llega porque si al otro no le va bien, a ti tampoco te puede ir. Yo no gano nada si quedo para atrás, si todos hacemos esto y nadie hace nada nos quedamos como estamos. Parece que hay cosas que se solucionan solas, el hecho de que salgamos de casa y los contenedores de basura estén vacíos, que en casa abramos el grifo y salga agua, que demos al interruptor y haya luz, que en la calle haya alumbrado público… Todas estas cosas no son gratis, ni funcionan solas. Siempre hay detrás alguien que las hace y que trabaja en ello. En estos momentos todo esto están haciéndolo con un riesgo añadido, pero ahí están. Y esto hay quien no lo valora, se mete en casa y dice “yo primero”. Pues no es así, porque si toda esta gente hiciese lo mismo al final no tendríamos luz, ni agua, ni el contenedor se vaciaría, ni encontraríamos nada en las tiendas. Esto hay que pensarlo mucho y creo que este es el mensaje que está faltando, el respeto hacia esas personas que están haciendo las cosas porque las hay que hacer, aún a riesgo de su integridad física. La muestra está en los sanitarios, en la gran cantidad de contagiados que hay y ahí siguen.
-¿Muchas veces es más lo que no se ve que lo que se ve?
-Tenemos que pensar en lo que hay detrás de toda esa gente. En estos momentos el que tiene que hacer estas cosas tiene un coste añadido muy grande. No puedes llegar a casa tranquilamente y saludar a la familia, echas un rato hasta que estás en condiciones de hacer vida normal, y tienes que hacerlo todos los días. Esto se suma a la tensión extra que te produce estar trabajando en unas condiciones que antes no había. Tienes siempre ese añadido de estar continuamente expuesto al riesgo y esto te pasa factura. Hay momentos en los que sin darte cuenta es normal que tiendas a relajarte y bajar la guardia, porque es imposible estar siempre con ese nivel de tensión. Todos los protocolos de autoprotección que llegan a ser tediosos, son componentes añadidos que te complican mucho la situación.
-¿Qué te encuentras cada día cuando sales a la calle?
-En el 99% de casos te encuentras con gente normal que salen a hacer aquello que necesitan y agradecen la labor que se está haciendo. Son gente respetuosa, educada y siempre hay ese pequeño porcentaje que se arriman al límite, sacan a pasear al perro y en vez de estar el tiempo mínimo posible pues dan tres vueltas y aprovechan para pasear ellos. Entiendo que es humano, pero son situaciones que sin llegar a ser sancionables o reprochables jurídicamente hay veces que rallan un poco en el egoísmo. Yo que puedo aprovecho y los que no, que aguanten. Son como mini faltas de solidaridad y tienen que entender que, si mucha gente está haciendo un esfuerzo, las mascotas también lo pueden hacer. Muchas veces te dicen “es que mi perro…”, pues trabaja con él y hazle entender que las cosas ahora son así. Pero está claro que el primer esfuerzo tiene que hacerlo cada uno, utilizamos a la mascota de escudo y las cosas no van por ahí. También hay algunos a los que les da todo igual y que no respetan a nada ni a nadie, pero esos son una inmensa minoría. No merece ni que se hable de ellos, porque lo que hacen es enturbiar la buena marcha de todo lo que se está haciendo y lo que estamos demostrando como sociedad. Muchas veces nos regodeamos en lo negativo, cuando están pasando un montón de cosas positivas que son mucho más importantes.
“Nos creíamos infalibles, prepotentes, y de pronto resulta que no es así. Llega algo que ni tan siquiera vemos y dice: “o paráis o esto se acaba”. La cura de humildad está siendo muy grande”
-¿Por qué decidiste hacer lo de los niños?
-Pues me pareció tremendamente injusto que los críos, sin entenderlo, tengan que vivir esta situación. Yo no entro en que sea algo necesario porque no tengo la capacidad ni el criterio para hablar de temas médicos, pero me parecía, desde su punto de vista, tremendamente injusto que tuvieran que estar encerrados en casa como si fuese una especie de arresto domiciliario, sin haber hecho nada y por algo que no entienden. Explícale a un niño de cinco o siete años que no puede salir a la calle porque hay un virus, que él no ve y que no conoce… Entonces pensé ¿de qué manera le damos la vuelta a esto y les ayudamos a que estén en casa? Y de ahí salió el idioma de Pikachu, de los Minions y funcionó. La idea surgió sobre la marcha y luego ya fuimos trabajándola más, pero lo que hicimos fue que, esos mensajes que había que lanzar a la ciudadanía en cuanto a quedarse en casa, respetar el confinamiento, decidimos hacerlo a nuestra manera, con humor, intentando arrancar una sonrisa y, sobre todo, haciendo un guiño a los niños que en Noreña son muchos.
-¿Y cómo lo reciben ellos?
-A mí hay cosas con las que se me encoge el corazón. Por ejemplo, el otro día una niña, cumplía siete años, su madre mandó un mensaje al Facebook del Ayuntamiento diciendo que su hija quedó encantada y que había sido el mejor cumpleaños de su vida. Lo único que hacemos es que vamos a su casa, nos pegamos a la ventana y mantenemos una pequeña conversación con ellos utilizando la megafonía del vehículo. Les decimos que cuando sean grandes van a presumir de esto porque van a poder decir que cumplió años en un confinamiento y que vino la policía a felicitarle y después les cantamos, de viva voz, el cumpleaños feliz. Ya lo advertimos: cantamos muy mal, pero lo que vale es la intención. Vamos recibiendo peticiones de cumpleaños para niños pequeños y para otros niños de ochenta años. Ya sabes eso que dicen que todos llevamos un niño dentro, pues es verdad. Fíjate que el otro día felicitamos a uno de veinte que había hecho un examen y cuando salió a la ventana no se lo creía, se mondaba de risa. Todo lo que sea arrancar una sonrisa a la gente en estos tiempos está bien, sin perder nunca el principio de autoridad. Es algo muy básico porque es: coche patrulla y megafonía. No hay nada más, alguna vez tiramos de música cuando queremos transmitir un mensaje de solidaridad o de ánimo a otros países. Lo hicimos con Argentina, República Dominicana y pusimos música típica un poco conocida y para reforzar el mensaje. Le decimos a la gente que se den cuenta de que no solo somos nosotros, sino que es todo el mundo con lo cual vas haciendo también un poco de pedagogía dentro de lo que se puede.
-Supongo que te lo habrán dicho muchas veces, pero eres un policía muy atípico…
-Sí, hay veces que pienso que confundí la profesión. A mí siempre me gustó la policía local por ese punto que tiene de proximidad con el ciudadano. Yo entiendo la policía como un servicio público de ayuda que tiene que tener esa parte sancionadora, porque hay quien no se ciñe a lo que son las normas de funcionamiento de la sociedad con lo cual impide que las cosas funcionen normalmente. Siempre digo que somos como el aceite de un motor, que es lo que permite que todo funcione y que lo haga bien, que no haya disfunciones. Cuando alguien hace algo a lo que no tiene derecho, lo que está es impidiendo que otra persona haga uso de su libertad y eso es lo que no puede ser. Me gusta trabajar así porque es como entiendo que se debe actuar.
-¿Estas acciones refuerzan el vínculo entre ciudadanos y policía?
-Yo lo hablo con compañeros y hay quien te dice que están de acuerdo y también hay detractores que dicen que la policía no está para esto. “Cada uno es cada uno y cada dos una piragua”, yo sí creo que la policía estamos para esto, teniendo en cuanta que lo que no se debe quebrar es el principio de autoridad, pero entiendo que con esto que hacemos no se quiebra en absoluto, al contrario, lo que haces es reforzar ese vínculo de unión con el ciudadano y sobre todo con los niños. Que vean en la policía un referente de ayuda, de auxilio y de respeto, que no de miedo. El respeto hay que ganarlo, no se impone. Ellos ven a la policía y es su referente, y de pronto ven que llegan, que los llaman por su nombre y que les dicen que saben que es su cumpleaños porque se lo dijo Pikachu y los pobres quedan con una cara que solamente por verlos ya te presta hacer lo que haces.
“Cuando alguien hace algo a lo que no tiene derecho, lo que está es impidiendo que otra persona haga uso de su libertad y eso es lo que no puede ser”
-Cuando nos unimos ¿hay algo que no podamos hacer?
-Esto está demostrando que no, que nada es imposible. Hay muchas disculpas que pueden justificarlo todo, pero cuando llega el momento de hacer algo que hay que hacer, está claro que lo hacemos.
-Cuando todo esto pase, ¿en quién crees que nos vamos a convertir?
-No lo sé. Por una parte, espero y deseo que salgamos fortalecidos de todo esto y con un espíritu crítico que tenga base y fundamento. Aquí están sucediendo cosas que nos deben hacer pararnos y reflexionar tranquilamente. Espero que como sociedad esto sea el empujón que necesitamos para madurar, porque esto es una cura de humildad grande. Nos creíamos infalibles, prepotentes, y de pronto resulta que no es así. Llega algo que ni tan siquiera vemos y dice: “o paráis o esto se acaba”. La cura de humildad está siendo muy grande. Las cosas ya no pasan lejos, pasan a la puerta de casa y hay gente pasándolo muy mal a veces injustamente. Yo espero que esto nos haga reflexionar y mucho.
“Cuando esto acabe hay que hacer una reflexión en clave individual. Cada uno consigo mismo y para adentro y, a partir de ahí, poner en común y llegar a conclusiones. Espero que haya gente que piense que efectivamente no estuvo a la altura de lo que se necesitaba y que después obre conforme a ese pensamiento”
-¿Cuál crees que es la reflexión más grande que deberíamos hacer?
-Yo creo que la reflexión hay que hacerla en clave individual, no de manera colectiva porque siempre se espera que lo hagan otros. Cada uno consigo mismo y para adentro. ¿Cuál fue nuestro papel en todo esto? ¿Qué hicimos? Si estuvimos donde se suponía que deberíamos de estar, si fuimos más allá, si no estuvimos y fuimos de los que desaparecimos… Todas estas cosas que indican nuestra posición en esta vivencia es lo primero sobre lo que debemos de reflexionar y, a partir de ahí, poner en común y llegar a conclusiones. Yo espero que haya gente que piense que efectivamente no estuvo a la altura de lo que se necesitaba y que después obre conforme a ese pensamiento. Si no es así, mal vamos.
-¿Piensas o sientes que estás haciendo lo que debes?
-Yo estoy obrando en conciencia. Siempre lo hice y mis disgustos gordos me costó muchas veces. Hice cosas que no fueron bien entendidas y muchas veces por este concepto que te comenté antes de como entiendo que debe ser la policía. Claro que me gustaría hacer más, pero uno tiene las limitaciones que tiene, con lo cual hago honestamente lo que puedo dentro de los medios y la situación en la que estoy. A veces sacrificas el estar en casa con los tuyos por hacer estas cosas, porque todo esto lo haces a mayores. Hago mi trabajo ordinario y después sumo todo esto de repartir ánimo e ir felicitando a los niños. La conciencia me deja dormir por las noches, apoyo la cabeza en la almohada y duermo a pierna suelta. Afortunadamente es así, aunque te digo que cuesta y que ha habido momentos malos y de disgustos porque no todo el mundo lo entiende así. Siempre me gustó venir a trabajar con alegría, me gusta ver la botella medio llena, aunque esté casi vacía y esa visión optimista, alegre, hay quien no la entiende. Quien piensa que tiene que estar todo el día envenenado y de paso se dedica a envenenar a los demás. Cuando ven a alguien a quien no le afecta el veneno que suelta no les gusta. Son estos que ahora llaman “tóxicos” y que casualmente son los primeros que desaparecieron. Lo malo es que vuelven, ahora están metidos en sus madrigueras y después saldrán intentando inyectarnos el veneno que les corre por las venas. Siempre nos quedarán fuerzas para reírnos de ellos a la cara, decirles que son venenosos y que, aunque molestan mucho, son los menos. Hay que inmunizarse contra ellos igual que contra el coronavirus. Dentro de mis humildes posibilidades, intento hacer lo que creo que debo hacer porque hay que hacerlo, aunque a veces cueste y te implique estar expuesto al riesgo. La filosofía siempre debe ser esa. Y la verdad es que nosotros agradecemos que nos faciliten el que lo hagamos. Todos dependemos de todos y no somos conscientes de hasta qué nivel esto es así.