La primera novela de Minerva Piquero, Nacida Libre (Ediciones Alfar), cuenta la historia de Cora y Valentina, dos mujeres que se reinventan, que lloran, que aman y que son amadas. Que buscan encontrarse y se encuentran.
A pesar de que alguien nos quiera hacer sentir lo contrario, nacimos libres. Este es “el grito de guerra, el manifiesto de dos palabras” con el que la asturiana Minerva Piquero se ha lanzado a la aventura de contar historias de mujeres que a ella le gustaría leer. Al igual que las protagonistas de su libro, ella se ha reinventado. Sonríe de manera permanente, con la tranquilidad de quien sabe que ha dado un paso valiente y se siente a gusto en su piel.
-¿Qué fue lo que te inspiró para escribir este libro?
-Nació de un acto de rebeldía. Soy lectora de literatura femenina, erótica y romántica y me cansé de ver que todas las historias tenían el mismo cliché. Un personaje masculino, oscuro, poderoso, muy rico y muy guapo, casi siempre con gustos extraños y mujeres que se dejan arrastrar e impresionar. La sexualidad está muy masculinizada y está mal visto ver a una mujer hablar libremente de ello. Siempre ha provocado risas y pudor, y me parece muy hipócrita. Las mujeres siempre han sido santas o putas, pero una mujer que disfrute de su sexualidad, que tenga relaciones abiertamente y lo diga como una necesidad vital no está bien visto. Un día decidí que iba a contar una historia de amor, de mujeres que se reinventan, en la que no iba a cortarme y que todo lo haría desde los sentimientos. Yo creo que el sexo es algo tan natural, bonito e importante como comer o respirar. Estaba tan cansada de sentir esa crítica y esa acusación velada que me dije: tengo cincuenta y dos años, puedo hacer y decir lo que me dé la gana. No es una novela erótica, tiene veintisiete capítulos y hay sexo en cinco. Es una historia de mujeres y el sexo forma parte de ella. Tampoco es autobiográfica pero si lo fuera, ¿qué pasaría?
-Los personajes hacen reflexiones que parecen salir de tu propia forma de pensar…
-Las charlas que Nana Sara le da a Valentina es lo que a mí me hubiera gustado oír a cualquier mujer, sentir la necesidad de buscar el amor y reinventarse como Cora, de entender que eres libre, que está en ti y que tienes que despertarlo. La decisión de estar sola, y también el fracaso de Rita en esa vida que vivió de joven y en la que se equivocó. En todas sacas un poquito de ti, fue un proceso personal. La novela no es autobiográfica porque no es mi vida, pero es verdad que las cosas las sacas de dentro. Esa es la parte en la que te desnudas y no en las escenas de sexo. Todos o casi todos follamos igual, pero el desnudarse está en la parte de la reflexión, en cómo afrontas tú la vergüenza, el prejuicio, tu miedo, tu amor, tu desamor. Esa es la parte en la que te abres y para mí fue la más difícil. Follar es fácil, te quitas la ropa y dejas que la naturaleza guíe tu cuerpo. Hacer el amor es más complicado, tienes que desnudar el alma y eso es más jodido y no siempre estás en el mismo nivel. A veces uno desnuda el alma y otro solo desnuda el cuerpo, y cuando es así no salen bien las cosas.
«Hemos nacido libres, que no nos engañen, lo que pasa es que hay que ser valiente y dar el paso. Nacida libre es un grito de guerra y lo quiero dar. Voy a hacer lo que me hace feliz sin hacer daño a nadie, respetando a todo el mundo pero desde mí»
-¿Realmente nacemos libres? Libres para ser, como tú dices…
-Tengo una hija de veinte años que es libre. Ella detecta micro machismos donde yo ni los veo. Nació con las ideas muy claras y pertenece a una generación de mujeres que saben lo que quieren. Por el contrario yo tuve que vivir la transición, fui una chica de veinte años que pensaba que si se acostaba en la primera cita él iba a perder el interés por mí. Era como si yo valiese tanto como mi sexo, no tenía esa libertad. ¿Qué pasa si me apetece decirle que le quiero, llamarle o desnudarme? ¿Qué pasa si me apetece dar el primer paso en una relación o simplemente decir no? Las mujeres no podíamos desarrollarnos con nuestras necesidades vitales y emocionales. Fue así durante siglos y resulta que era mentira, que sí que podemos. Hemos nacido libres, que no nos engañen, lo que pasa es que hay que ser valiente y dar el paso. Nacida libre es un grito de guerra y lo quiero dar. Voy a hacer lo que me hace feliz sin hacer daño a nadie, respetando a todo el mundo pero desde mí. A raíz de escribir esta novela y verbalizar este discurso, me he quitado un traje. Estoy ya tan preparada para que me den por todos los lados que digo lo que siento cuando lo siento. No me callo más un “te quiero”. Si quieres salir corriendo es tu problema. Yo te voy a decir lo que siento.
-Cora y Valentina se reinventan a través de diferentes situaciones. ¿Tú también te has reinventado?
-Creo que sí, de hecho estoy en mi cuarta vida. Yo era una chica de veinte años que trabajaba en EEUU para prepararse la carrera. Lavé perros, fui secretaria, trabajé en un geriátrico y luego, por casualidad, llegó lo de la tele. Después decidí dejarlo y montar mi propia agencia de comunicación. Cuando tomé esta decisión me iba muy bien, pero cogí el pasillo y no miré atrás. Es verdad que cuando te asomas al abismo te da mucho vértigo y mentiría si dijese que no sentí nervios, que no dormí durante un tiempo, pero esa necesidad es la que al final te hace salir. Siempre le digo a mi hija que la vida se debe y se puede empezar las veces que haga falta. Hay que ser valiente para cerrar la puerta, dejar todo atrás y volver a empezar. Tengo cincuenta y dos años y sé que todavía haré muchas más cosas. Hay que reinventarse, yo lo hago cada día.
“Siempre le digo a mi hija que la vida se debe y se puede empezar las veces que haga falta. Hay que ser valiente para cerrar la puerta, dejar todo atrás y volver a empezar”
-¿Te encuentras a gusto en el lugar en el que estás a día de hoy?
-Estoy de camino. Es muy difícil en la vida parar y decir que estás donde quieres estar, pero sí te puedo decir que estoy cerca. Lo importante es saber que los caminos que vas tomando te van conduciendo hasta allí, el problema es cuando ves que te estás alejando. En mi caso, hace unos años sentí que quería contar historias, lo necesitaba. Trabajo en comunicación en una multinacional y me gusta mucho mi trabajo, tengo un equipo de gente estupenda con la que aprendo cada día, pero tengo unas necesidades vitales creativas a las que tengo que dar salida por algún otro sitio. Necesito levantarme cada mañana y sentir emoción. Necesito sentir que estoy camino de alcanzar ese objetivo. No sé vivir sin amor y sin sueños. Hace mucho tiempo que decidí que todo me saliese del corazón. La cabeza está muy bien para organizar la vida y para pagar la hipoteca, pero para la vida todo tiene que salir de otro sitio.
-Valentina aprendió que “la intimidad como la dignidad, no está entre las piernas sino dentro de una misma”. ¿Todo lo auténtico se fragua dentro?
-Absolutamente. Puedes fingir una mirada, un gesto, pero lo que emanan tus ojos o lo que tu cuerpo dice cuando tú no te das cuenta, es la verdad. Tenemos todo dentro, pero qué difícil es mirarse al espejo y decir: esto es lo que hay. Yo tenía un cuerpo a los veinticinco años que ya lo quisiera ahora, pero ya quisiera tener a esa edad la sensualidad y la seguridad que tengo ahora. Eso se traspira por la piel y por la mirada. Eso desarma. Si entras en un sitio sintiéndote una diosa, sabiendo lo que quieres, cómo lo quieres y cuándo lo quieres, es lo más sensual del mundo. Y todo esto parte de dentro. Cuántas mujeres hermosas están llenas de prejuicios y complejos, y cuántas que no tienen media torta arrasan. Todo está en ti. La sensualidad empieza por una misma, tienes que desearte y gustarte. Hay que empezar por mirarte al espejo, perdonarte y decir que te lo mereces. Cuando haces esto no te para nadie.
«Cuando una mujer se siente bien consigo misma tiene un brillo en los ojos. Si es feliz, libre, tranquila y se gusta, es preciosa. A mí me gustan todas las mujeres, en todas encuentro ternura, dulzura, valor, autenticidad… Vida»
-¿Hay algo más poderoso que sentirse hermosa y sexy?
-No. Te comes el mundo. No hay nada más erótico y más sensual que una mujer que se siente poderosa, deseable y sexy. Cuando vamos a una reunión, yo le digo a las chicas de mi equipo: vamos a seducir. Pero seducir a hombres, a mujeres y hasta al perro si hace falta. Proyectar esa seguridad, que esa persona desee estar contigo, escucharte y si eres capaz de desprender ese magnetismo, esa seducción es muy agradable para quien la recibe. Sexy es una palabra que me gusta mucho pero no la encierro en el sentido sexual. En la vida hay que seducir, pero hay que empezar por ti misma. Permitirte mirarte y decirte que estás bien contigo misma. Me preguntaron no hace mucho si había encontrado mi sitio en el mundo y la verdad es que he encontrado mi sitio en mí. Cuando una mujer se siente bien consigo misma tiene un brillo en los ojos. No conozco a una mujer fea. Si es feliz, libre, tranquila y se gusta, es preciosa. A mí me gustan todas las mujeres, en todas encuentro ternura, dulzura, valor, autenticidad… Vida.
-¿Cómo se vive la sexualidad con libertad?
-Pues teniendo cuarenta años y decidir no tener relaciones o no tener hijos siendo una mujer. Estos son actos de libertad y no te convierten en una mujer frustrada, que no se pueda realizar en la vida, una insatisfecha, o una frígida. Es una decisión. Tener treinta años y acostarte con un señor distinto cada tres días porque te apetece no te convierte en una puta, te convierte en una persona con necesidad de experimentar, de probar. La libertad es, para empezar, dejar de juzgarnos entre nosotras. Vivir esa sexualidad desde la libertad es ser honesta contigo misma y con lo que te hace feliz, no vivir para los demás. Una cosa curiosa que me pasó es que una persona que se dedica a hacer trabajos literarios, cuando leyó este libro la primera vez, me comentó que le parecía muy irreal la relación entre las mujeres de la novela porque era muy idílica y para darle algo de realismo tenía que meterle conflictos. ¿Por qué? En el libro hay mujeres de distintas condiciones económicas, culturales, sociales, de edad y tienen que ir desprendiéndose de prejuicios. A final crean ese universo en el que saben que, cuando ellas están juntas, todo está bien. No se juzgan, se apoyan y se entienden.
«Tener treinta años y acostarte con un señor distinto cada tres días porque te apetece no te convierte en una puta, te convierte en una persona con necesidad de experimentar, de probar. La libertad es, para empezar, dejar de juzgarnos entre nosotras»
-Hablamos mucho sobre la liberación de la mujer, pero también el hombre tendría que liberarse de los roles bajo los que vive.
-Yo quisiera romper una lanza por los hombres. Ellos han vivido encorsetados en un rol de masculinidad y si se salían un poquito eran un deshecho, un maricón, un despojo, ya no eran un hombre. Una cosa que yo digo siempre es que la dignidad no está entre las piernas. Yo no soy más digna por cómo gestiono mi sexualidad y un hombre tampoco. Alguien me preguntó si se podía perder la dignidad con el sexo y yo creo que no. Si pierdes tu dignidad por un tema sexual es que tenías otro problema. Yo quiero mucho a los hombres de esta historia, pero es una historia de hombres y mujeres valientes.
-En tu casa vivís mujeres de tres generaciones con tu hijo de 13 años. ¿Cómo enfocas su educación?
-Vive con su abuela, conmigo y con su hermana de 20 años. Siempre le digo que en casa tiene una escuela impresionante, que cuando sea mayor va a tener un conocimiento y una sensibilidad sobre las mujeres que va a agradecer toda la vida. Es un niño pero hablamos sin filtro y sin tapujos, no hay conversaciones que no tengamos delante de él y lleva oyendo todo desde siempre. Él expresa sus emociones cuando las siente y aguanta las burlas de los demás porque el resto de los niños no son así. Es muy libre y estoy muy orgullosa de mi proyecto de hombre. Tiene el pelo afro, es muy guapo de cara y se meten con él porque dicen que parece una niña. Un día se hartó y me dijo: “Mamá, es que yo me gusto así”. Me pareció perfecto, que vaya como le dé la gana. Yo veo a mis hijos y los veo tan distintos y tan a gusto en su piel que repito el discurso de mi madre: sé tú. Si dentro de ti algo te dice que está bien, que merece la pena, tira.
-¿El amor libera o encadena?
-Necesitamos sentirnos amadas y yo estoy peleando mucho conmigo misma para quitarme la dependencia de recibirlo. Es un trabajo diario. Hay una frase que leí siendo muy cría que decía: “No puedo alfombrar el mundo, pero puedo ponerme unas zapatillas”. Yo me he puesto las zapatillas. No puedo pretender que el mundo sea un lugar feliz porque hay mucha desgracia y mucha gente cruel, pero intento verlo con bondad. Pero tienes que partir de ti. No hay nada peor que machacarse una a sí misma, cuando empiezas a decirte cosas te destruyes en nada. Tienes que aprender a perdonarte y cuando consigues ser mejor cada día, inevitablemente das amor. Estás dando lo mejor hacia afuera y te viene de vuelta, porque todo lo que das lo recibes siempre. Cuando no consigues llegar a este estado las relaciones, sobre todo en pareja, son muy complicadas y siempre fallan porque confundimos el amor con la dependencia y la propiedad. Te quedas sin respirar si la otra persona no te llama, sufres, te sientes insegura. Cuando estás bien contigo misma y decides estar con otra persona aunque podrías vivir sin ella, cuando amas con esa libertad todo es mejor, pero ¡qué difícil es llegar ahí!
“Todo está en ti. La sensualidad empieza por una misma, tienes que desearte y gustarte. Hay que empezar por mirarte al espejo, perdonarte y decir que te lo mereces. Cuando haces esto no te para nadie”
-En un momento del libro una de las protagonistas reconoce lo que para ella se convierte en una gran verdad: el orgasmo es algo que debes permitirte tener y debes saber cómo hacerlo. ¿Es como lo piensas?
-Sobre los orgasmos podríamos escribir otro libro. Se supone que debes gozar de diversas maneras, que debes reaccionar antes las diferentes acciones de tu pareja y es muy complicado. Describir un orgasmo fue un ejercicio personal para mí porque es algo que tienes que permitirte porque te enajenas. Es un momento en el que no tiene que preocuparte si estás guapa, si la teta se te ha caído o si tienes un michelín. Todo eso no importa. En ese momento tienes que bajar a ese centro que está dentro de ti y abandonarte. De hecho en francés el orgasmo es la “petite mort”, la pequeña muerte, y llegar ahí es complicado cuando sabes que alguien te está mirando o cuando tú sabes que tienes complejos. Las mujeres tenemos que permitirnos ser. En el caso de Cora y Valentina, por circunstancias muy distintas, ellas necesitaban entender que eran perfectas como eran y dependía de ellas mirarse y decir ser. Es complicado y es un viaje al que llegas con cincuenta y pico tacos. Muchas veces pienso que ojalá hubiese sabido a los 25 que tenía el mundo a mis pies. Cuántas estupideces me hubiese sacado del medio, cuántos complejos, cuántas inseguridades, cuánta necesidad de intentar complacer.
-¿Las cosas pasan o haces que pasen?
-Me parece muy potente la frase de Matute de que “La vida hay que inventársela para que acabe siendo verdad”. Yo me inventé todo esto hace dos años y ahora está pasando. Podría hacer una retrospectiva en mi vida y te podría decir que todo ha sido así. Todo hay que inventárselo. Si voy a comprar un periódico y la persona tiene un gesto amargado, aunque no la vaya a ver nunca más, me esfuerzo especialmente en sonreírle con cariño y me voy. Lo hago porque entiendo que necesita ese momento de amor y yo se lo quiero dar. No sé el efecto que tendrá en ella, si la va a dejar descolocada o si va a tratar a alguien de manera distinta porque yo haya tenido ese gesto con ella. Me he empeñado en hacer de este mundo el sitio en el que quiero estar.
«Si voy a comprar un periódico y la persona tiene un gesto amargado, aunque no la vaya a ver nunca más, me esfuerzo especialmente en sonreírle con cariño y me voy. Lo hago porque entiendo que necesita ese momento de amor y yo se lo quiero dar»
-En otro momento del libro dices que la muerte es una parte de la vida. ¿Cómo te gustaría llegar a ese momento?
-Me gustaría morir de viejecita y sentir que di mucho amor. Hace poco falleció una amiga que no tenía que haber muerto y la muerte siempre te hace replantearte la vida. En ese momento fue cuando decidí que no volvería a callarme un te quiero, que no volvería a guardarme nunca una emoción, que iba a ser fiel a mí misma y a lo que sentía. En ese instante entendí que la vida te la construyes y tienes que hacer que cada día merezca la pena. Cuando llegue ese momento quiero sentir que amé, que me amaron muchísimo y que lo tuve todo.
-Dice Cora que le da miedo asomarse al vacío de la nada. ¿Te asusta la soledad?
-Creo que es nuestro gran cáncer. Me da miedo la soledad entendida como vacío, cuando no puedes compartir, cuando no tienes ganas de hacerlo, ni de saber. Mientras tengas curiosidad sigues vivo, cuando no tienes ganas de dar, conocer, ni de nada me da mucho miedo. Puede pasarle a cualquiera porque hay personas que se suicidan, que pasan por depresiones y yo no sé cuál es el camino oscuro que cruzan para llegar ahí, pero tiene que ser terrible. Luego también están las personas que están muy solas y destilan esa amargura y le joden la vida a todo el mundo que está a su alrededor. Hay que ser permeables.
-¿Por qué le dedicas el libro a tu madre?
-Mi madre lo tuvo muy difícil. Me tuvo soltera en una España complicada, se fue a parirme fuera y no le dijo a nadie que yo había nacido hasta que ya me tuvo. Es una mujer muy hermosa, lo es ahora con setenta y cinco, imagínatela con treinta. Era un auténtico escándalo. Me enseñó desde niña que yo era fuerte y que podía conseguir lo que quisiera, siempre me decía: “Solo sé tú, no lo que ellos quieren que seas”. Si no la hubiese tenido de madre y no me hubiese dado la educación que me dio, no hubiese vivido estas emociones, no tendría las ideas tan claras, ni hubiese contado esta historia. Se la debo. La foto de la contraportada es mi madre y ese tatuaje se lo hizo cuando cumplió setenta y tres. Esa frase es su máxima de vida y la usa siempre. De regalo de cumpleaños nos fuimos las dos a un local de Chueca a hacernos un tatuaje por primera vez. Cuando salimos me di cuenta de que ahí estaba el título de la novela.
«Tengo 52 años, mi talla es la 42, peso 70 kilos, mido 1,73 y estoy buenísima. Tengo 70 kilos de sensualidad moviéndose por el mundo. ¡Basta! Podéis opinar porque sois libres de hacerlo, pero no podéis decirme quién soy y no podéis decirme cómo debo sentirme»
-Cuando reapareciste en los medios todo se redujo a tu cambio de aspecto. ¿Cómo te sentiste?
-Se enfadaron conmigo porque dije que conocía a un montón de compañeros presentadores que estaban barrigones, muy machacados y nunca había oído una crítica sobre su físico. Cuando me preguntaron por qué estaba tan gorda me quedé parada. ¿No me vas a preguntar otra cosa? ¿No te interesa nada más después de tantos años? Al principio me dolió mucho. Me acuerdo de llorar en mi casa y no querer salir porque me sentía humillada. Me sentía muy mal porque yo valía tanto como mi aspecto. Ahora me da la risa. Ya lo dije para todo el mundo: tengo 52 años, mi talla es la 42, peso 70 kilos, mido 1,73 y estoy buenísima. Tengo 70 kilos de sensualidad moviéndose por el mundo. ¡Basta! Podéis opinar porque sois libres de hacerlo, pero no podéis decirme quién soy y no podéis decirme cómo debo sentirme. ¿Quisiera estar más delgada? Sí, pero este verano me voy a poner un bikini. No para lucir mi cuerpo, sino para sentir el sol y el aire en mi piel y disfrutar del mar. Me merezco sentir eso y disfrutarlo. No vengo a este mundo para adornarlo. Cuando entiendes que si te adornas, es para ti misma porque te apetece, te vuelves poderosa. En ese momento eres libre. He llegado a esto con dolor.
-¿Qué ha supuesto para ti este cambio físico?
-Hace poco me llamaron de un programa de televisión nacional y querían saber mi experiencia y mi testimonio sobre las dificultades y las pruebas que había tenido que superar en mi vida profesional y personal a causa de mi sobrepeso, y qué estaba haciendo para superar este bache en mi vida. Les dije que no tenía testimonio que darles porque no tenía problemas personales ni profesionales a raíz de mi sobrepeso. No ha condicionado mi vida, tengo un trabajo estupendo en el que me siento reconocida y valorada. En mi vida personal tampoco tengo ningún problema y no es un bache que tenga que superar, creo que la vida tiene etapas. A mí se me atrofió la glándula tiroidal de repente, coincidió con mi separación y con unos años que fueron muy difíciles a nivel emocional y no me di cuenta en ese momento, pero mi cuerpo lo acusó. En ese momento estás centrada en sacar la vida adelante y fue después cuando me di cuenta de lo que me estaba pasando. Antes no cenaba dos noches y estaba estupenda, ahora tengo que ir al gimnasio y machacarme un mes para bajar un kilo. Mi cuerpo y mi metabolismo han cambiado. He pasado de sufrir mucho porque pensaba en cómo iba a ir a sitios con este aspecto a decir un día: “Un momento, tampoco soy un monstruo. Que no pasa absolutamente nada”.