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domingo 24, noviembre 2024

Las lágrimas de San Lorenzo

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‘Yo soy más de San Lorenzo…’ decía una devota en tertulia sobre santos y vírgenes; otra afirmaba ser más de Santa Gema, pero ésta tenía razones: ‘…como me crié en El Puente no se me olvidó nunca el 8 de agosto’.

Parece que su devoción tiene lagunas, en la fecha que ella cita se celebra a San Esmaragdo. Al día siguiente se recuerda a San Román, que era el guardia romano que vigilaba a Lorenzo y al ver que era tan bueno, tan bueno, se convirtió a su religión. Román se recuerda mucho en Asturias; la parroquia que lleva ese nombre en Candamo merece la pena por el entorno paisajístico y gastronómico. En Lada se celebra su fiesta en el lugar del Nalón, espacio común entre la Barriada y el Barrio, por eso en la iglesia hay una efigie del soldado romano que se saca en procesión con su uniforme reglamentario, casco y espada y todo; algún niño atrevido se la quitó y llevó un gran desengaño: no era auténtica, ¡era de madera! Así empieza la pérdida de la fe.

San Lorenzo es el 10; merece la pena prestarle atención porque es santo ligado a conocidas leyendas. Dicen que sufrió el cruel martirio de la barbacoa; los malos lo asaron, que es cosa que da grima, sólo de pensarlo. Durante estas fechas de agosto, en los sitios donde no hay contaminación lumínica, puede verse una lluvia de estrellas fugaces que los entendidos llaman las Perseidas porque al parecer proceden de la constelación Perseo, nombre de un héroe mitológico que se las traía; se cargó a la monstruosa Medusa, sale en las fotos de la época mostrando su cabeza y eso le dio un cierto éxito entre las señoras. Sin embargo no podía con Dafne, así que la fecundó transformado en lluvia dorada, una expresión que hoy día tiene otros significados menos poéticos, pero entonces era literalmente de oro.

Popularmente el fenómeno de la Perseidas se denomina Lágrimas de San Lorenzo, aunque eso no es muy preciso porque cuentan que el santo mantuvo el tipo en el martirio; he llegado a leer en una de sus biografías que les dijo a sus torturadores: «Dadme la vuelta, que por este lado ya estoy hecho». Esa profesionalidad exigiría que fuera nombrado patrono de los parrilleros, pero no está el gremio por la labor. Lágrimas de risa en el campamento que se organizó en Guimarán para diversión de Luis, Diego y Martín, avispados infantes cruce de asturiana y cordobés. Amén de lúdicas se dispusieron actividades de botánica, zoología, entomología y astronomía; para esta última se habilitó un maravilloso telescopio de color anaranjado, con su profesional trípode. Llegada la hora nocturna se prepararon las observaciones; por una extraña razón no hubo forma de ver nada, salvo la Luna, que se observó a simple vista. Las hipótesis del fracaso fueron variadas, a cuál más técnica, la capa de nubes, las luces artificiales, una teoría sobre la refracción del aire… En la sobremesa de cena de la noche siguiente reconoció Vicente la verdadera razón: como yo me temía no le había quitado el tapón a la lente.

Lágrimas de risa me trae a la memoria el centésimo trigésimo aniversario del Capricho de Gaudí, en Comillas. Lo terminó el arquitecto catalán en 1885, por encargo del señor marqués. Como la nobleza de sangre ha ido a menos, en su momento tuvo que venderlo y así en 1977 pasó a la nobleza del dinero, a manos de un empresario local. Entre 1989 y 1999 fue un magnífico restaurante. Durante algún tiempo fue regentado por una empresa japonesa, que ya es tener ganas, desde el Lejano Oriente hasta Cantabria; la jefa de sala se manejaba sólo regular en castellano, de modo que tuvieron que contratar un maître para que se entendiera con la clientela. Lo que no hicieron fue contratar a una filóloga y así entregaban con los objetos que vendían en la tienda de recuerdos (souvenirs, para los más viajados) un certificado de garantía como el que se reproduce en la foto adjunta. La defenición firme me animó a guardar el certificado, el maestro de obra en acabado a enmarcarlo.

Se ve que esta sorprendente mezcla de japonés y español es contagiosa, porque justo en estas fechas informa Duro Felguera de que inaugura sede en Madrid (después de desmantelar sus raíces langreanas, para su desgracia y la nuestra) y que celebra cuarenta años de alianza con la japonesa IHI. Era exótico, cuando montaron las tuneladoras en el taller de Barros, ver a las cuadrillas de japoneses comiendo el menú del día por los bares próximos, hoy cerrados. Bueno, a lo que iba, la información del periódico dice que ambas empresas «celebraron el 40% de aniversario de la filial conjunta IHI Felguera». No hay datos acerca de si la reducción se debe a criterios de ahorro ni cuándo se celebrará el 60% restante; como Montoro con la paga de los funcionarios, podría ser a pequeños tramos.

La inmediatez de la noticia hace que los redactores no puedan ser exquisitos, en este caso se publicaba en la sección de Economía, donde los porcentajes abundan. Corregir a una periodista me ha servido para observar una defensa corporativa, en mi molesta opinión innecesaria, porque todos nos equivocamos y cuando lo hacemos desde un espacio público debemos asumir que nos tiren de las orejitas. Sin embargo he recibido una lección de humildad de Mario Antuña, director de la edición Cuencas de La Nueva España; en un inesperado encuentro con otras amistades como Kike Mejuto o Chus Pedro comentamos el ascenso del Sporting y le hice la observación de que en su columna había usado un término inadecuado: «tuve una reacción compulsiva: me puse la camiseta blanquirroja». Le sugerí que la expresión correcta, a mi parecer, debía ser «impulsiva». Me contestó que le sorprendía, porque tiene una buena crítica en casa, pero que lo miraría. Anteayer, más de un mes después, nos saludamos y me dijo: «Tenías razón, era impulsiva«. No quiero tener razón, Mario; te felicito, el gesto te honra en lo profesional y en lo humano.

Los errores expuestos al público multiplican su efecto. El café La Plaza en Posada de Llanes exhibe un cuadro con fotos de ésas de cazadores con sus piezas que parecen cosa del pasado, ahora que los jabalíes vienen a pacer a los jardines jugándose la vida al cruzar la calle sin mirar. En medio de las dos imágenes se puede leer así, con notable ahorro de mayúsculas y puntuaciones: Excelente año de caza en el coto de llanes 360 jabalíes abatidos, 72 de ellos en posoda. De todas formas prefiero compartir con usted otra imagen más poética y un tanto irónica, una pintada de inusual color rosa que se puede ver entre las ruinas de una carpintería metálica en Posada Vieja.
teobaldo2-082015

Quiero terminar esta página deseando a usted felices vacaciones, y recomendándole que si tiene que organizar un viaje lo haga con mapas, no se fíe de los crucigramas. Desafortunadamente son poco cuidados, como si se tratara de una cosa menor, cuando podrían ser magníficas herramientas para conocer la lengua, ayudar a manejar definiciones científicas, entre otras cosas, y gimnasia para desarrollar el ingenio y la memoria. Cuatro vertical: ¿República democrática del Congo? Respuesta: ¡Surinam!

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