Tenía esbozada la página cuando el diario me aporta un par de matutinos argumentos suplementarios. Titular: ‘El Principado plantea una red nacional para atender las patologías infrecuentes‘. ¡Cielos, qué nueva amenaza acecha nuestra salud!, el artículo suministra una explicación más fácil de entender para los de mi barrio: ‘…se celebró el día Mundial de las enfermedades raras‘. ¡Ah bueno, era eso!, ¿por qué se empeña el firmante, un tal P.A. en dificultarnos la lectura?
Unas páginas antes se hace referencia a Don Iñaki Urdangarín, trabajador impertérrito por la Tercera República. Se informa del larguísimo interrogatorio “cuya copia manuscrita de 43 páginas fue dada a conocer…” Lo siento por el pobre periodista, leerse tantas páginas de pesados términos jurídicos y encima con la dificultad añadida de estar escritas a mano debe ser un trabajo serio.
“¡Ché, Otero Silva, qué manera de revisar el manuscrito, carajo!” Julio Florencio Cortázar se enfadaba con los malos editores, por lo que cuentan Jorge Edwards y Jesús Marchamalo, explorador de bibliotecas ajenas.
Para ver si tuvo suerte en carne propia repaso un viejo ejemplar con sus cuentos, solamente aparece una errata insignificante; me alegro por él, hay ediciones españolas serias. Sin embargo otro libro de bolsillo, -o sea, barato-, de una editorial mejicana publicado el mismo año, lo tengo, con el mismo vicio de Cortázar, lleno de anotaciones a lápiz; sale a una media de pifia cada dos páginas. Para colmo de males es una obra de filosofía alemana, Humano, demasiado humano, del Señor Nietzsche. ¡Esto sí que son dificultades para leer!
Schopenhauer: “Que en breve los gusanos roerán mi cuerpo es una idea que pueda soportar, pero que los profesores de Filosofía lo hagan con mis obras es algo que me horroriza”
Reconozco que la tarea del traductor no es fácil; poner en cristiano Menschliches, allzumenschliches, Friedrich Wilhelm Nietzsche no es sencillo, aunque me imagino que si uno cobra por ello debería esmerarse. Y a donde no llega su cuidado deberían actuar los correctores de pruebas. No sucede así y empezamos con muy mal pie, título y nombre de autor son agredidos desde el principio. Luego debe existir algún problema con los ordinales, porque el capítulo cuarto es señalado como “Capítulo VI”; las ganas de acabar pronto, supongo, o que el día que explicaron los números romanos faltó a clase.
A partir de aquí se produce una fastidiosa relación de errores mecanográficos, repeticiones, agresiones a los verbos y otras gracias. Digo gracias porque a veces esbozas una sonrisa, “Todo esto pasa en los treinta primeros años de un hombre. Exactamente lo mismo pasó en los treinta primeros años de un hombre”; pero se transforma en mueca de disgusto con “ideas levantadas” por elevadas, “garantir” y “garantirse” por garantizar, asegurarse, “retrogradar” por retroceder, “enunicado”, “producencia” y otras gloriosas aportaciones al español americano.
Desconozco cómo llegó este ejemplar a mi biblioteca, aunque me viene el recuerdo nebuloso del posible olvido por parte de una amistad, en aquella época trotskista y hoy neocatecumenal; en tal cacao mental seguro que influyó esta edición. Leer a Nietzsche es de suyo ardua labor, hacerlo en este libro de Editores Mexicanos Unidos S.A. exige bíblica paciencia.
Apreciaba el amigo Nietzsche la obra de un tal Arthur Schopenhauer, otro nombrecito que no apetece leer. Misógino, como él, cascarrabias y un punto pedante, no se cortaba un pelo a la hora de criticar a Hegel, “ese miserable charlatán”, a los profesores de Filosofía, “Que en breve los gusanos roerán mi cuerpo es una idea que pueda soportar, pero que los profesores de Filosofía lo hagan con mis obras es algo que me horroriza”, a los periodistas que destrozaban el idioma, “ esos operarios alemanes torpes, brutos y groseros del gremio de los escribidores”, a los judíos, a los cristianos…Sin embargo estaba contra el maltrato a los animales; era como hoy Brigitte Bardot, que ama a las focas y odia a los argelinos.
Esta forma de expresarse con el prójimo, cruda y directa, seguramente la recibió Herr Schopenhauer de su propia madre, que le escribió: “Conozco tus sentimientos y sé que hay pocos mejores que tú, pero, a pesar de eso, eres fastidioso e insufrible y considero penoso en extremo vivir contigo”.
Me imagino cómo se pondría el hombre si caen en sus manos las páginas que vamos a comentar. Senilia es una obra de senectud, una especie de diario con reflexiones sobre Filosofía, sobre el idioma, sobre la vida en general; más una libreta de trabajo que un libro en sí mismo. Ha salido recientemente en una muy cuidada edición de Herder Editorial con la que me divertí mucho. En las primeras páginas me encuentro con esta frase: “Ella misma contiene SODA CÁUSTICA y silicio seco preparado a partir de pedernal negro pulverizado, que se une con la soda formando una suerte de cristal…”
El traductor, Roberto H. Bernet, muy amablemente, atiende mi correo y tiene a bien responder a algunas de mis observaciones; en lo que se refiere a la soda: …remito al DRAE, donde “soda” se reconoce como nombre alternativo a “sosa”. Ciertamente hubiese sido mejor mantener la constante la denominación “sosa”. Originalmente, había traducido “soda. Corregí más tarde a “sosa”, pero, como puede usted ver, me quedaron ocurrencias de “soda” sin reemplazar.
La revista Filosofía Hoy dedica su número de septiembre a Schopenhauer y adjunta en formato bolsillo el libro Fragmentos sobre la Historia de la Filosofía, tan poco cuidado que molesta. Se come espacios y parece que quiere imitar al alemán: “fechadepublicacióndeParergayparaliponema”, “SchopenhauerseinstalaenFrankfurt”, un paréntesis mal colocado da a entender que Thomas Mann es un autor español, como Unamuno; habla de Bacon: “la verdad no estaba en aquel esquema del saber humano, sino más bien fuera de él; que no había que deducir de él, sino introducirlo” (no había que deducir de él, sino inducirlo). O frases sencillamente sin sentido, por ejemplo: “…puede uno caer en la suposición de que el uso raro y misteriosa casi absurdo, de la palabra ‘logos’ en la introducción del Evangelio…” (Me ha costado trabajo, pero lo he copiado literalmente, puntuación incluida; para colmo “logos” está en griego)
La ira de Don Arturo caería sobre semejantes perpetradores con frases tales como “Soy de la muy seria opinión de que sería mejor…arrancar la Filosofía de las manos de los comerciantes de la materia” o, más propiamente, no hacer caso de aquellos cuyos escritos sobre los autores “con el ánimo de mejorarlos los tergiversan, dejándonos realmente pasmados” ¡Y es que además el libro se desencuaderna, hombre, y se caen las páginas!
Para terminar vamos a dejar a los grandes teóricos y a regresar al barrio. Jose, el de la Sidrería El Leonés, me cuenta la penúltima de nuestro amigo común L. (se dice el pecado y no el pecador). Para su desgracia tiene que andar camino de Oviedo por culpa de una seria enfermedad de un familiar (mis votos por la recuperación). Oyó allí hablar de las excelencias del equipo de transplantes y de la necesidad de colaboración ciudadana; corazón generoso, solicitó inmediatamente el carné, que exhibía con orgullo a la hora de la botellina: “¡Mira, fíceme donante de orgasmos!”.
No nos cabe duda de que tan altruista postura ha de reportarle abundantes satisfacciones.