No es de extrañar la cara de susto de Melchor, suceden tales cosas en estos tiempos que ni los mismos magos, estrelleros, predictores de acontecimientos, podrían imaginar.
Paseo por Avilés, lleno de gente, el 22 de diciembre, camino del concierto de Aute, y me encuentro con que en el nacimiento de la Plaza de los Caños no hay niño. Con el ambiente que propicia el buen tiempo, terrazas, concierto de rock unas calles más allá, supongo que habrá salido a tomar algo. Sin embargo a la salida de la Casa de la Cultura, las luces del portal están apagadas y Jesús no ha vuelto. Me dice Lourdes que es lógico, no es 24, todavía no ha nacido; entonces, creo yo, tampoco deberían estar aquí los reyes. ¡Esto sí que es un misterio!
Al día siguiente me entero de que la imagen del Obradoiro, plaza menos modesta que la de Avilés, pero también menos acogedora, ha sido secuestrada. Reivindica el acto el colectivo «Fomos Armala raptando Temporalmente Ao Susiño», si bien no llega la sangre al río y a los tres días aparece el rapaz a salvo, acogido al calor de un cajero automático. Es no obstante motivo de preocupación que la angustia que nos invade lleve la tensión a terrenos a salvo de ella hasta hoy; véase un ejemplo, gentileza de Patricia, exiliada en Pucela.
Con lo que no es de extrañar que otro lunes de diciembre apareciera un Papá Noel estrellado contra la acera en una travesía de la calle Marqués de Bolarque, en Langreo. No puedo publicar la foto por instrucciones del Juzgado de Guardia; está por determinar si se trata de un accidente, originado por material de escalada en mal estado, de un suicidio, producto del recorte de la paga de Navidad que imposibilitó la compra de regalos, o de un papanoelicidio, perpetrado por un comando monárquico radical. El asunto sigue bajo el secreto de sumario.
Es sabido que estos Santa Claus son altamente sospechosos de suyo. Un tal Constantino Bada, que manifiesta ser profesor del Seminario, hace un ejercicio de elegante polemista cristiano y, de paso que señala que sus opositores rebuznan, escribe sobre «los Papa Noel de importación» y contra «los colegios infestados de Halloween». Agradezco que me saque de las tinieblas, porque cuando yo era niño, sin que nadie utilizara esa palabreja, la noche anterior a los Difuntos, se contaban en la cocina historias de terror; la abuela la que más. Y aquellos hábiles de manos ahuecaban calabazas, les ponían una vela encendida, las dejaban entre las sebes y, como no había luz en la caleya, daban unos sustos de muerte. Al mes siguiente nos contaban otra leyenda de un chavalín de la parte de Palestina, que aquello sí que nos quedaba lejos, y la radio «nacional» nos infestaba a villancicos.
Pero, bueno, no nos despistemos, hablábamos de Papá Noel, extranjero para Don Constantino, que además no viaja en primera clase, sino en un trineíllo de tracción animal, que debe dar un olor a pueblo…Se hizo el hombre, pese a todo, popular, gracias a las pelis yanquis de la televisión, y sigue llamando la atención de los niños; primero porque entrega los regalos cuando empiezan las vacaciones, no como los Reyes, que te los dan justo el día antes de empezar a clase, y en segundo lugar porque guarda goces desconocidos, como se ve en la imagen, gentileza de David Suárez, riosano en la diáspora baleárica.
Tiempos de confusión, desorientado rebaño, ¡y mira que TVE hace lo posible por llevarnos al redil!, pero claro, lo hace con becarios, deficientemente pagados, con lo que no es difícil prever que los rótulos de los telediarios lleguen a decir preveer o que el Papa “ha impartido la bendición urbi et orbi”. Menos mal que a J.R. le ha dado por escribir un libro que nos ilumina.Yo sí lo he leído. No lo recomiendo, es más bien aburrido y no cuenta nada nuevo; aunque debería servir para ayuda de sus propios súbditos; en la página 65 deja bien claro Joseph Ratzinger que él habla de “un reino que abarca el orbe”.
Sin embargo el esfuerzo didáctico de Benedicto XVI en vez de tranquilizarme acerca de las ansias legisladoras de Wert ha multiplicado mis dudas. Me explico: Tienen entre J.R. y su traductor (pido perdón por no haber anotado su nombre), algún brillante atrevimiento; por ejemplo dicen: “…Y la palabra se hizo carne y acampó entre nosotros”, versión muy adecuada para un pueblo de beduinos. Ahora bien, aquellos que saben latín (y arameo y hebreo) se atascan con la prosodia al traducir el griego: “exegesis” y “exegeta” aparecen unas veces acentuado y otras no; la RAE autoriza ambas grafías para la primera palabra, pero escribe la segunda sin tilde; en un mismo texto debe mantenerse siempre el mismo criterio.
Me molesta más otro vicio en el que incurre frecuentemente el Papa en sus discursos en castellano; pág. 15: “un nuevo modo de ser persona humana”. ¡Dios bendito, otra vez!; a ver, tu santidad: “persona” es “ser humano”, ¿vale?, no hace falta el apellido, que no te lo tenga que volver a repetir. Claro que a lo mejor tiene razón Marta, siempre dispuesta a corregirme, como ellos creen en la “persona divina”…
Comento estos asuntos con el poeta F.J. Vallín, en la comida que, con la disculpa de Don Alvaro Flórez Estrada, reúne cada año a lo más granado del Ateneo Republicano de Asturias. Me señala otra redundancia igualmente habitual e indecorosa, las veces que los leídos hablan de “erario público”; efectivamente, el “erario” es por definición “tesoro público”, no precisa más calificativo.
De paso me regala Vallín otra divertida anécdota del ciudadano José Luis Iglesias, secretario general de USO, que, desafortunadamente, ya no nos acompañará en el regocijo del Oso Regicida ni en los sabrosos callos de Noreña. Andaban juntos, cumpliendo con sus obligaciones sindicales, cuando fueron a parar a una industria ubicada en uno de los polígonos de Gijón; Iglesias, con su habitual entusiasmo, hizo constar que el asunto del que se ocupaban no atañía “solamente a esta empresa, sino a toda la circuncisión”.