Investigan si se trata de un delito de odio con la colaboración del FBI. Mala cosa, como si ya no tuviera desagradable fama el Federal Boureau of Investigation por sus poco transparentes métodos, ahora viene TVE con este titular, sugiriendo que colabora con los malos. Pero no, se trata simplemente de un rotulista que se ha ahorrado un par de comas, esos signos pequeñitos que parecen no tener importancia. Investigan, con la colaboración del FBI, si se trata de un delito de odio. Las mismas palabras, dos minúsculos trazos inferiores, y ya se entiende todo mucho mejor.
La siguiente imagen, -un collage de andar por casa-, nos enseña la manera según la cual una humilde tilde cambia radicalmente el sentido de las cosas. Es normal que un incendio abrase, ahora bien, si es una instrucción de uso, debe ser imperativo, por ende, llevar tilde, “ábrase”. La que se ahorraron ahí sobraba en el Fernando del cartel anunciador de Puerto de Vega; el autor se deja sorprender por el parentesco con Fernández, pero las normas ortográficas cambian según la terminación de la palabra.
Me resulta más molesto ver el anuncio de un colegio expuesto en un escaparate langreano, “Los perros necesitan tu ayuda”, quiere decir. Alguien debería haber evitado que un alumno o alumna confundiera el “tu” como posesivo del “tú” pronombre personal, sobre todo si estaba dirigido a exhibirse en público, y a mayor abundamiento en una librería. Es muy recomendable el respeto a los animales, a la naturaleza en general, pero no es incompatible con respetar la gramática.
Acabamos de cumplir diez años de colaboración en estas páginas, mirando y aprendiendo; en algunos casos ha servido para que se rectificaran errores. No es nuestro mérito, evidentemente, aunque es una alegría ver cómo lo hace, sin que se le cayeran los anillos, el Boletín Oficial del Estado. Necesaria corrección, porque se trataba de un nombramiento; graciosa, porque usó una vieja y popular expresión: “Donde digo Digo debe decir Diego”. Aplausos.
Es bueno corregirse. Eso debería hacer un amable equipo que ha digitalizado parte de los fondos de la Biblioteca Nacional. Un trabajo que debemos agradecer, porque ponen en nuestras manos textos que ya no existían en el mercado editorial y otros que se pueden manejar sin coste. Tarea plausible.
Plausible, pero mejorable. El escáner no lee lo que copia, confunde letras en ocasiones y es menester revisar lo que imprime; por ejemplo, en el caso que nos ocupa, ha suprimido el humilde, -si bien importante, fundamental-, travesaño de la “t” y la convierte en “l”, con lo que aquello que está resuelto pasa a convertirse en el resuello; todos se hacen desagradables lodos. Más adelante se hace incomprensible el sentido de las frases cuando de manera sorprendente convierte unas cartas en caídas.
Hablo de la primera obra de Valle Inclán, llamada originalmente “Femeninas”, (1895), que luego fue recibiendo otros nombres; en la edición de 1907 que estoy leyendo se llama “Cuentos perversos”, conserva el prólogo de Manuel Murguía, galeguista primigenio, compañero de Rosalía de Castro y primer presidente de la Academia Galega, a quien muy probablemente disgustarían estas erratas.
Algunas pasan a ser divertidas, como cuando, para señalar a un personaje encorvado, lo escribe con “b”, con lo que lo hace un poco más jorobado. O en la ocasión en que, al contrario que antes, cambia “l” por “t”, y relata que Tula Varona “no tardó en aparecer envuelta en una bata de seda azul celeste, guarecida de encajes. Posado en el hombro, traía un torito, que salmodiaba el estribillo de un fado brasileño”. Elegante, pero complicada pose, sin duda.
Dejo para el final la errata más espectacular, a riesgo de dejar un mal sabor de boca. El texto parece más propio de otro gallego, Camilo José Cela, que usaba este tipo de lenguaje, si bien voluntariamente. Un ligero error en una letra, como se ve en la siguiente imagen, cambia el pelo indomable del joven estudiante por un asunto maloliente.