Bueno, pues nada, que se han terminado los Juegos Olímpicos más largos de la historia, que son de 2020 y acaban en agosto de 2021. Como suele suceder, algunos informadores y mandatarios del deporte generaron amplísimas expectativas de medallas que luego no se han traducido en realidades. Determinados pronósticos eran claramente disparatados; por ejemplo, no se puede esperar una presea de un mediofondista que se presenta con la decimosegunda marca entre veinte finalistas. Habría sido un milagro, enorme éxito fue para el chaval acabar noveno.
Pero, en fin, dejaremos estas valoraciones para el amigo Alejandro de Ancos, que lleva en esta revista una página mejor documentada al respecto; vamos a dar trabajo a ese cíclope del idioma español que es Toni Cantó, para que empiece a corregir a los desaforados comentaristas, castigados por la escasez de mano de obra y el exceso de jornada. Hemos podido escuchar en Teledeporte, hablando de fútbol, que “los que lleguen a semifinales con tarjetas amarillas serán limpiados”. En ocasiones hemos contemplado imaginativos tropos, como cuando el comentarista de la SER dice “Los griegos los han secado a ellos en semifinales, y ellos hoy nos han secado a nosotros”; imagen más divertida si se tiene en cuenta que narraba un partido de water polo.
En un resumen sobre una prueba de velocidad entre varones dicen en La 1, “Gardiner, que campeona…”; frase que no debe interpretarse como ejemplo de error de concordancia, sino de erudición: el Diccionario RAE considera el verbo campeonar como modismo peruano. En otro resumen informaban de la inesperada medalla en escalada, “Ginés tiene una marca mejor como mejor marca”.
Uno intenta sustraerse del deporte profesional, aunque luego aparece por todas partes. Leo en Boñar un folleto que informa sobre la localidad de Felechas, pequeña en población, grande en su empeño de mantener la cultura leonesa; dice que la encantadora iglesia del pueblo está dedicada a San Martín de Tour. Todo se queda en Francia, pero el santo que cortó su capa para compartirla no era aficionado al ciclismo, -al menos que yo sepa-, sino un húngaro, al servicio del ejército romano, que llegó a obispo de la ciudad gala de Tours.
Más delito tiene el hecho que señala Diario de León acerca de la nueva versión de “Las Edades del Hombre”, exposición que en cada certamen baja de calidad, y que, a pesar de los años, -está en la XXV Edición-, ha sido incapaz de cambiar su desafortunado título. ¿Qué tal, digamos, llamarla “Las Edades de la Humanidad”?
En la sede de Sahagún, que comparte espacios con Burgos y Carrión de los Condes, cuenta el Diario que han plantado un panel donde se equivoca de soberano. Copio la noticia, con falta de tilde incluida: “En el letrero se puede observar como se hace referencia al rey Alfonso XI cuando se debería referir a Alfonso VI”. No parece que la equivocación numérica exija echar a nadie a los leones, pero lo que ha disgustado al vecindario ha sido la forma de rectificar; en vez de sustituir el rótulo no se les ocurrió mejor cosa que rasparlo; “rayar sobre el error daña la vista y no hace ningún favor a la empresa encargada de difundir el evento”.
Por tanto, no es de extrañar que, en la información que aparece al final del recorrido por el Santuario de la Peregrina, los organizadores hayan preferido ignorar el nombre de la sociedad impresora. Claro que, como en el cartel que denuncia el periódico, valía más dejar el espacio en blanco que rellenarlo con unos sospechosos signos de interrogación.