Un verano de fábula, en las cajas registradoras. Más turistas que nunca, menos desempleados. La asociación de hosteleros, OTEA, brazo armado de la Federación de Empresarios, bate palmas con entusiasmo, apostando por el aumento del peso de su gremio en el PIB.
Sin embargo, las cosas no son tan lineales. Si observamos este fenómeno en otras latitudes, vemos que en Palma de Mallorca la llegada diaria de miles de personas en los cruceros pone en riesgo el centro histórico. En León el Procurador del Común ha dado un toque de atención al Ayuntamiento por el problema del ruido en el Burgo Nuevo; dice el Diario que en junio ha habido 169.000 visitantes, para una población de 121.000. En el casco viejo de Donosti cuentan que han entrado cada día el equivalente a ocho veces la población del barrio; lógicamente está adornado con carteles de quejas vecinales: no se cabe, los repartidores no pueden suministrar, el sistema de basuras colapsado, los pisos turísticos desplazan a la población tradicional…
¿Tomamos nota? Otra cuestión, una vez alojados y fartuquinos, ¿qué harán los visitantes el resto del día? Las opciones de manual son playa, monte o Cultura. Hago lo mismo que ellos; gracias a la hospitalidad habitual de Milagros y Vicente, participo en el campamento anual astur-cordobés de Guimarán, una celebración privada que va por su novena edición. Múltiples actividades que finalizaron con la representación de la obra “Guimarán me deja sin palabras”, por el grupo de artes escénicas Fernández, Fernández y los Hermanos Brothers, ruidosamente aclamada por el público.
Por cierto, sin ánimos de hacer competencia a los clásicos Cursos de la Granda, -que no de la Granada-; se inauguraban cerca con la presidencia del amigo Raimundo Abando. El solapamiento de fechas hizo imposible atender su amable invitación. (Le aviso de la errata y me dice que ya la han corregido, era una prueba de imprenta)
Entre las actividades guimaranienses se incluye habitualmente una excursión al Monte Areo, con dos áreas de dólmenes y un entorno natural altamente recomendables para visitantes de todas las edades. Fue declarado Bien de Interés Cultural en 1997, sin embargo, da la sensación de que no se ha limpiado desde entonces: Sin desbrozar, sin segar, sin recoger la basura, con las láminas explicativas quemadas por el sol…
La maleza seca me recuerda que todavía no hace un año del último incendio. El abandono es más lamentable en lo que llaman “Arboreto infantil”, con una plantación de más de 30 ejemplares de distintas especies. “Cada árbol ha sido apadrinado por un niño que se encarga de su cuidado”, y que sigue el ejemplo de sus mayores, según parece, también aquí reina la desidia.
Los letreros y planos están firmados por el Ayuntamiento, la Mancomunidad del Cabo Peñas, el Principado y FADE, instituciones que tanto han aplaudido los datos sobre visitantes, como suscriben el abandono con el que se encontrarán los excursionistas.
Bueno, se lo encontrarán si consiguen llegar. Ardua tarea. La página informativa del Ayuntamiento de Carreño se las trae. Para empezar, si uno quiere acudir el Aula del Neolítico, que anuncia “tienda, bar, pista polideportiva”, llamará a un teléfono que ya no está en uso. Al otro lado de la línea una voz algo cansada se lamenta: “Es que ya no estoy ahí… además llevo un mes de baja por un accidente, acabo de llegar del hospital; ya dije mil veces a los del Ayuntamiento que cambiaran el número”. Amablemente me facilita el nuevo. Hago votos porque se recupere la paciente ciudadana.
En la misma página municipal aparece un extraordinario modelo de longevidad. Cita: “Guillermo Schulz, autor del Mapa topográfico de Asturias (1968)”; como este ingeniero alemán nació en 1800 (1805, según otros biógrafos) me asalta la pregunta de si disfrutó de una vida inusualmente larga o tuvo que sufrir a un editor incompetente. La duda me la aclara la Biblioteca Virtual del Principado donde se ve la portada que dice “Descripción geológica de la provincia de Oviedo con mapas y láminas. 1858”.
En el mirador de la Peña´l Carru un deportista se prepara para correr por el monte, hablamos del estado de abandono general, le prometo enviar las fotos a todos los firmantes de los rótulos. Por cierto, junto a la necrópolis de San Pablo hay señalada una “Zona de prácticas cinegéticas”, con un número peliculero, 007; debe ser pequeña, porque algún pistolero se salió de ella a disparar con bala contra el plano del área. Contiene explicaciones en castellano, inglés y asturiano; ¡oh casualidad, los tiros fueron contra la Llingua!
Bajo, camino del Estanco, paro a ordenar las notas en uno de los bancos exteriores de la capilla de los Remedios, siglo XVII; aquí sí que está cuidado el entorno, segado y limpio (¿una papelera, por favor?); reflexiono que la superstición católica le gana a la neolítica. Aunque también hay almas bondadosas: cada año, por el Día de Difuntos, alguien sube hasta el dolmen más representativo, el del Cerru los Llanos y deposita un significativo centro de flores.
Voy cerrando el circuito camino de Villar, paso por el Llavaderu La Reguera, un rincón evocador de leyendas de xanas, alguna vez enramado por los escolinos para celebrar el solsticio de verano; en El Valle, pese a que es domingo, se oye lejana la megafonía de la furgoneta que suele andar otros días por las cuencas mineras: “¡Se compra toda clase de chatarra… secadoras, lavadoras, amotos viejos!”