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jueves 19, septiembre 2024

¿Dónde se extravió mi ilusión?

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“Temo el día en que la tecnología sobrepase nuestra humanidad. El mundo solo tendrá una generación de idiotas”
Albert Einstein

Y un día de invierno del pasado siglo falleció un dictador, uno más…. Me pilló en el Instituto y tuvimos varios días sin clase, no recuerdo cuántos. Eran días de alegría para algunos, tristes para otros y de incertidumbre para todos.

Las noticias fueron llegando: la libertad de los presos políticos, la vuelta de los exiliados, canciones de libertad que sonaban a gloria: “Libertad sin ira”, algunas manifestaciones; recuerdo haber visto una en Barcelona durante el viaje de estudios en el 76, algo nuevo que nunca había presenciado.
Y en los salones del Hotel Urbis, en pleno Paseo de Gracia, por las noches hablábamos de política, comenzaba un mundo en el que nosotros nos sentíamos protagonistas. Un mundo nuevo.

Ese mismo año, de aquellas nuestras ilusiones compartidas en aquellos salones, Adolfo Suárez fue elegido, por el Rey Juan Carlos I, presidente de Gobierno (entre una terna que le presentó el Consejo de Gobierno).
El partido comunista fue legalizado, los profesores comenzaron a hablar de democracia; todo iba sucediendo, no sin cierto recelo. Hubo elecciones generales y el partido UCD (Unión de Centro Democrático) liderado por Adolfo Suárez fue ganador. Convenía, por aquellos tiempos, tomar el pulso a la situación ya que no estábamos acostumbrados a la libertad de elección y los que de eso sabían ya casi lo habían olvidado. Supuso la oportunidad, para algunos, de no marcarse demasiado.

Y así pasaban los meses, la gente se reunía deseosa de agruparse, de hablar, de manifestarse, de compartir ideas. Las editoriales comenzaron a abrirse a jóvenes escritores y el cine revolucionó a todo el país, el cine de destape que reunió a las más bellas: Bárbara Rey, Nadiuska, María José Cantudo, etc. La gente ya no necesitaba desplazarse a Perpignan para ver determinadas películas como ocurrió con “El último tango en París”.
Nos sentíamos modernos y estábamos pletóricos. “Libertad sin ira, libertad”.

Aun así, fueron tiempos delicados y toda precaución fue útil, la democracia estaba en pañales y así lo comprobamos poco más adelante: el 23F de todos conocido.
Aquel día, algunos defensores de la patria, quisieron poner fin a tanta efervescencia, a tanto colorido, a tanta libertad y entraron en el Congreso disparando y atemorizando; pero esta vez la fortuna se puso de parte del sentido común y de la democracia.
Y así acabó la historia: muchos de ellos en la cárcel. Y así fue como los defensores del antiguo régimen entendieron que no todo el mundo estaba de su parte.
Y pareció demostrado que queríamos, los unos y los otros, avanzar juntos, participar de un proyecto común, una España democrática y moderna. Y, es así que, los cambios de mentalidad se fueron consolidando en el arte, la literatura, la enseñanza, el mundo laboral, el mundo social…

Y con los cambios de mentalidad fueron apareciendo otros cambios a los que se sumó una mejora económica y, por tanto, nuevas demandas.
Llegaron las mejoras a las casas, las televisiones, las cocinas de gas, las estufas, el teléfono, los cambios de muebles, los coches, el ir de vacaciones… Todo ello referido al pueblo en general.

Y aquí estamos, en la sociedad a la que Einstein se refería. La inteligencia artificial puede construir ángeles o demonios, puede suplantar la identidad de una persona, su voz, se compran iris, los jóvenes buscan parejas a través de aplicaciones. Todo es mentira o casi todo.

Y nos encontramos unos políticos que aterran, unos políticos que se insultan, que roban, que blanquean, que lo que menos les importa es su pueblo. ¡Qué dolor!
Siempre dudé, desde que soy consciente, de aquello que justifica la presencia de algo con una finalidad bienintencionada: “para que no se repita”, dicen.
Y siempre se repite… véase:
El Campo de concentración de Auschiwitz- Birkenau es un museo con la finalidad de dar a conocer al mundo cómo se produjeron los dramáticos hechos que todos lamentamos y censuramos. Yo lo visité hace unos años porque desde mi lectura del libro: “El hombre en busca de sentido” de Vickor Frankl decidí que desde mi condición de psicóloga debía conocerlo.
Sin embargo la historia se repite.

Pues, como observamos, esos mismos señores, muchos de ellos que fueron nietos, incluso hijos de aquellos que pasaron por las cámaras de gas ¿no son conscientes de su participación en la masacre que están llevando a cabo? ¿No se ha considerado ya un genocidio? ¿No es el mismo desprecio por el ser humano que su pueblo vivió?
Por tanto no veo que aprendamos de las atrocidades del pasado.

El número de mujeres muertas a manos de sus parejas crece sin cesar. ¡Sin cesar! No hay forma de pararlo con las manifestaciones, no hay forma de pararlo con esos carteles que ponen en las ciudades como son: ‘Esta ciudad “X” no tolera la violencia de género’ y mi pregunta es: ¿Es que acaso el maltratador, psicópata, asesino o lo que fuere va a cesar en su violencia porque a alguien se le haya ocurrido poner ese cartel?

Algunos programas de TV, absurdos, no hacen más que normalizar conductas absurdas, fomentar la crítica, normalizar el todo vale, la venta de cualquier intimidad, crear personajes para luego destruirlos. La maldad se está normalizando.
No veo que haya rechazo hacia esos programas.
Lo único que veo es comercio.

Los sabios dicen que si las respuestas elegidas no solucionan el problema habrá que ingeniarse otras…. Pero también somos conscientes de que llevamos siglos desoyendo lo que los sabios dicen.
Y, si esto es así, y así es ¿por qué los medios de comunicación no paran con esa información? ¿Para que no se repita? Según mi entender la información debe conocerla quien tenga capacidad para obrar, la policía, la justicia… De los suicidios no se habla abiertamente porque se sabe que puede haber un contagio.
Y, yo me temo, que tanta información normaliza la conducta y al que se le pasa por la cabeza, termina haciendo lo mismo. Y esto es así, el cerebro actúa, en muchas ocasiones, por imitación. Para unos los modelos sociales son gente que se ha superado, que es humana, que es sabia, que es resiliente y, para otros, el modelo es el propio “demonio” (por llamarlo de alguna forma). Y dejemos de hablar todos los días de la necesidad de la educación desde el colegio, que no digo que no, pero entre propuesta y propuesta se van muchas vidas. Y mientras tanto, ¿qué hacemos?, ¿una nueva manifestación? Y ahí estamos, con la conciencia tranquila por haber ido a la misma. Yo creo que está claro que eso no sirve para nada. Eso servirá para personas normales pero para personas que obran de esa forma no es la medida.
Nada de contemplaciones con quien mata a su pareja o expareja; quien lo hace, además, delante de los niños, quien mata a sus hijos, no hay oportunidad: endurecimiento de penas.
No se pueden ir vidas de esta forma mientras hablamos de qué hacer.

¿A dónde hemos llegado? La información ya hace tiempo que ha dejado de ser información para llegar a ser información interesada. Programas que hablan de psicópatas, a ver cuál es más fino; periodistas que les tenía que caer la cara de vergüenza en hacer el periodismo que hacen.

Y aquí estamos, algunos hemos vivido creyendo en un mundo que no existe, que se ha venido transformando en algo que no hubiéramos imaginado. Siempre aposté por el conocimiento como arma contra todo mal, ahora sé que no es así, que aquel argumento “enseñar para que no se repita” no funciona.
Y si seguimos sin cambiar de modelo, de formas, de fórmulas, todo se repetirá, pero de forma cada vez más agresiva.
Veamos lo que se está produciendo ante la pasividad del mundo. No hace falta ser muy “listo” para concluir que algo debemos estar haciendo mal.
Y, todo ello, hace que concluya que la utopía no está en el horizonte.
Se ha escondido y no sé hacia dónde caminar.

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