“En los momentos de crisis, solo la imaginación es más importante que el conocimiento”
(Albert Einstein)
Ocurrió en Barcelona. Tras la Guerra Civil:
En la habitación de un hospital hallábanse cuatro camas y en ellas cuatro inválidos de guerra que debido a las lesiones no podían moverse, uno de ellos ocupaba un lugar privilegiado, al lado de la ventana, así que tenía la suerte de ver más allá que el resto de sus compañeros, más allá del dolor y la enfermedad.
Su horizonte era más amplio, veía un parque, así que decidió que cada día haría partícipes a sus compañeros de lo que veía, les hablaba de los niños que jugaban, peleaban, caían de la bicicleta… niños que reían y que gritaban, de las canicas que rodaban por el suelo, del girar de la peonza.
Una pareja de ancianos se daba cita en el parque cada día. El hombre siempre se adelantaba y esperaba. Se sentaban en el banco y hablaban animadamente. Al caer la tarde cada cual tomaba su dirección hasta el día siguiente. Cada encuentro era vivido como un regalo, el banco sabía de sus conversaciones, de sus secretos, de sus sueños.
Tres mujeres llegaban cada tarde arrastrando sus pies, eran “viudas de guerra”, decía el narrador, acudían cuidadosamente vestidas. Compartían penas y alegrías, sueños e ilusiones. A veces se quedaban calladas y disfrutaban del bullicio del parque, del “sentir del parque, de las risas de los niños”.
Había algunas parejas, pero sus hábitos eran menos arraigados, aparecían y desaparecían, así que el narrador no podía seguir sus vidas, ni siquiera inventar sus vidas.
“La imaginación es un instrumento poderoso para reinterpretar la vida y, como tal, desempeña un importante papel en nuestra salud mental ya que gracias a ella podemos dar un enfoque positivo a las experiencias adversas”
En el parque la gente se mostraba feliz, se sentía libre, era su elección, pasear y observar. Eran tiempos difíciles, estar allí era un regalo de la vida, un regalo en forma de olor y color; el olor al césped recién cortado, a flores, a tierra mojada… y el narrador alimentaba un sueño, para él y sus compañeros, mejorarían y se encontrarían en ese maravilloso parque, inmersos en el latir de la vida.
Sus compañeros acogían de buen grado el hacer de nuestro hombre. La esperanza se abría paso en sus corazones.
Pero entre ellos se sentó la envidia, había uno que envidiaba la posición del narrador junto a la ventana.
Los días fueron pasando y una noche cualquiera el hombre de la ventana se sintió muy mal, se quedó sin habla y miró a su alrededor en busca de ayuda, solo uno estaba despierto, pero cerró los ojos.
Cuando el hombre de la ventana abandonó la habitación el hombre que cerró los ojos, el que envidiaba, le pidió al médico ocupar la cama vacía, petición que le fue concedida.
Su júbilo fue máximo, pero solo por unos minutos, lo que duró el cambio.
La ventana daba a un oscuro patio.
¿Qué mensaje, moraleja o enseñanza podemos obtener de esta historia?
– El poder transformador de la Imaginación. El hombre que imaginaba creaba una realidad, un mundo bullicioso, un mundo alegre, el mundo que les estaba esperando tras su recuperación.
La imaginación es un instrumento poderoso para reinterpretar la vida y, como tal, desempeña un importante papel en nuestra salud mental ya que gracias a ella podemos dar un enfoque positivo a las experiencias adversas.
De hecho, grandes pensadores y científicos defienden esta fortaleza.
Humberto Eco dijo al respecto: “No hay nada mejor que imaginar otros mundos para olvidar lo doloroso que es el mundo en que vivimos”.
Con esta finalidad de amainar el dolor procedía el psiquiatra Viktor Frankl durante su estancia en Auschwitz cuando instaba a sus compañeros a trabajar con la imaginación, a contar cada día una historia imaginada, una historia con la que se encontrarían cuando se hallaran en libertad. Este trabajo les obligaba a crear, a proyectar algo constructivo; una forma que les permitiera llevar mejor el día a día.
“La envidia es esa pasión inútil que todo el mundo reconoce en los demás pero que nadie dice sentir y que daña por igual a quien la siente como a la persona que es objeto de envidia”
– La segunda gran enseñanza tiene que ver con la envidia. La envidia que le deja morir, la gran devastadora de las sanas relaciones, esa pasión que todo el mundo reconoce en los demás pero que nadie dice sentir.
Fueron muchos los sabios que se pronunciaron acerca de la envidia. Schopenhauer dice: “Puede observarse con qué afecto y cuanta amabilidad corre una muchacha hermosa al encuentro de la fea”.
Bertrand Russell se manifiesta en la misma línea: “Si usted va sentado en el metro y entra una mujer elegantemente vestida, fíjese cómo la miran las demás mujeres. Todas ellas, con la posible excepción de las que van igual o mejor vestidas, le dirigen miradas malévolas y sacan conclusiones denigrantes…”
– Nada nuevo bajo el Sol. Ya lo anticiparon otros sabios mucho tiempo atrás. Sócrates (470-399 a.C) dijo lo siguiente: “Preferid entre los amigos, no solo aquellos que se entristecen con la noticia de cualquier desventura sino más aún, los que en vuestra prosperidad no os envidian”.
Esta historia invita a la reflexión, a reinventarnos, a trabajar con esa fortaleza que es la imaginación y que nos permite, en alguna medida, transformar la adversidad.
Y también nos invita a desterrar la envidia que daña por igual a quien la siente como a la persona que es objeto de envidia. Una pasión inútil como diría Don Quijote.
De nosotros depende crear una realidad más amable.
Excelente nota de la Ps.Raquel Buznego con un enfoque realista, una mirada aguda de los sentimientos humanos y ofreciendo siempre ese matiz, aporte o toque positivo para superar crisis y /o encrucijadas que presenta la vida.