Desde el principio, desde que la criatura hombre apareció sobre el planeta, existen dos grandes bandos, dos diferentes tipologías de seres humanos que han estado permanentemente enfrentadas. Una de ellas, los defensores de la muerte, de la violencia, de la conquista del poder a cualquier precio, del dominio sobre todo y sobre todos. Otra, formada por los defensores de la Vida, de la igualdad, de la justicia, de la paz.
Ambas tendencias tienen su origen en la forma en la que el hombre fue creado, en los “dioses” que intervinieron en su diseño y posterior formación, en la naturaleza de las Energías que se combinaron para dar vida a la más maravillosa y a la vez compleja criatura del Cosmos: El hombre.
A través de los tiempos, de la historia de la humanidad, hemos visto el abrumador dominio de los primeros sobre los segundos.
Hemos asistido al sometimiento de los pueblos, al sufrimiento y dolor de los inocentes a manos de los “conquistadores”, y hemos contemplado cómo a los portadores de la muerte se les adoraba como a héroes, como a “dioses”, convirtiéndose así en una copia de los verdaderos “dioses” a los que servían.
La cultura, la filosofía de la guerra, sigue marcando las directrices de la vida y del progreso.
A los pacíficos se les marginaba, se les consideraba ciudadanos de clase inferior, indignos de su patria y de su nombre.
Todo ello aún sigue vigente. La cultura, la filosofía de la guerra, sigue marcando las directrices de la vida y del progreso, pero el desequilibrio entre ambas fuerzas se está rompiendo.
Hoy, los defensores de la Paz se están poco a poco sacudiendo el miedo, rompiendo las cadenas de su silencio, ganando terreno paso a paso y constituyéndose así en un poderoso ejército que, en vez de armas, utiliza la fuerza de su corazón, el poder de la palabra, la unidad y la verdad.
Pero para los defensores de la guerra siguen siendo unos cobardes, unos teóricos que, además, necesitan de su protección. No dudan, incluso, en utilizar contra ellos el poder de sus armas de destrucción, en aplicarles sus leyes corruptas, en catalogarles como delincuentes y terroristas.
Pero el movimiento nacido es indestructible, irreversible.
Ha llegado el tiempo del verdadero enfrentamiento entre ambas fuerzas y nada ni nadie lo puede evitar, porque así está escrito desde la creación del hombre y porque el futuro, un futuro diferente, soñado por el Uno, por el Creador, habla de una humanidad unida, en una Nueva Tierra, bajo un nuevo Cielo, donde los hijos del Sol puedan vivir en libertad el Sueño, y donde no habrá lugar para los defensores de la guerra, de la muerte.
La auténtica guerra es más profunda, más interna, y tiene que ver con la “sustancia” de la que están construidos los seres humanos, porque en el ADN está grabada la marca de los “dioses”.
Y este es el tiempo donde ambos bandos realicen su definitiva definición, y toda criatura viviente en el planeta estará sometida a esa definición, porque la guerra o la paz, la muerte o la vida, el odio y el egoísmo o el amor, serán los pilares de los dos senderos que todos escogerán, y así cada uno tendrá lo que haya decidido, lo que haya escogido.
La auténtica guerra que ha comenzado, no es la de los misiles, la de los tanques, la de los aviones soltando muerte y destrucción.
La auténtica guerra es más profunda, más interna, y tiene que ver con la “sustancia” de la que están construidos los seres humanos, porque en el ADN está grabada la marca de los “dioses”, y ha llegado el tiempo en el que sea activada la Energía dormida durante siglos, la Energía de los auténticos creadores, que actuará como revulsivo en aquellos que la porten y les motivará para enfrentarse a los que hasta ahora dominaron el planeta con el poder de sus armas, con sus mentiras revestidas de “verdades”, con su aureola de salvadores, de “pacíficos”, con el peso abrumador de su dinero y de su poder.
Porque el poder de la Verdad es más grande que el de los misiles.
Porque el poder del Amor es más fuerte que el del odio.
Estos sicarios de la muerte dominaron hasta ahora utilizando el miedo y la represión. Pero el Pueblo Universal emergente no tiene miedo, no cree más en las mentiras, ya no se detiene ante nada, porque, aunque no conocen todavía su origen, siente dentro de sí una Fuerza poderosa que le impulsa hacia adelante, para expulsar a los falsos servidores de los “dioses” y construir un mundo diferente.
Porque el poder de la Verdad es más grande que el de los misiles.
Porque el poder del Amor es más fuerte que el del odio.
Porque el poder de la Vida es más abarcante que el de la muerte.
La auténtica guerra ha comenzado, que cada cual tome su decisión y elija bando.
Y esta guerra que ahora se vive refleja claramente las dos tendencias. Por una parte, los seguidores fieles de los “dioses” de antaño. Israel, el “pueblo elegido”, siempre cuidado y protegido por su “dios”, odiado y temido por los seguidores de otros “dioses” y siempre dispuesto a masacrar a aquellos que osen meterse con él.
Las primeras guerras que existieron fueron originadas por los “dioses”.
Por otra parte, todos los demás, todos los que rodean a Israel, todos ellos seguidores de otros “dioses” que en el pasado fueron también enemigos entre ellos y que dejaron en los hombres su sello, su impronta, y aunque marcharon hace mucho tiempo la fidelidad a “ellos” sigue tan presente como al principio.
Y con ello, queda claro que las primeras guerras que existieron fueron originadas por los “dioses”, porque aunque al principio los “dioses” no querían involucrar a los hombres, más adelante les obligaron a participar en sus guerras particulares, convirtiéndoles así en lacayos, en partícipes de su propio odio hacia los demás, en instrumentos sin voluntad.
Y esta situación llega hasta este momento. Los líderes de cada bando se odian entre ellos y conducen a sus pueblos a una guerra absurda y terrible que puede ser la última, y no porque recuperen la cordura, sino porque, como ocurrió en el pasado, las bombas nucleares pongan el sello final a esta situación que la humanidad lleva arrastrando y sufriendo desde sus orígenes.
Existen unas palabras dichas por alguien en aquellos tiempos que reflejan lo que sería el futuro… “El futuro será el mismo pasado en origen. Lo que ahora es luego se repetirá, pero será la última vez, luego todo cambiará”.
Si se mirara más hacia lo escrito, hacia lo relatado en las tablillas guardadas en los museos del mundo y recogidas por los arqueólogos, entonces se podría liberar a la humanidad de la esclavitud a la que está sometida, se podría seguir con la educación del hombre.
Si se diera más importancia al conocimiento que existe del origen de la humanidad, si se buscara la respuesta a estas situaciones tan dramáticas que periódicamente se viven y que crean tanto dolor, tanto sufrimiento, y que sólo sirven para incrementar más y más el odio entre los protagonistas, si se mirara más hacia lo escrito, hacia lo relatado en las tablillas guardadas en los museos del mundo y recogidas por los arqueólogos, entonces se podría liberar a la humanidad de la esclavitud a la que está sometida, se podría seguir con la educación del hombre, con su preparación, para poder convivir de nuevo con los “dioses”, con aquellos “dioses” que siempre le respetaron y le ayudaron, con los que le crearon.
El tiempo de la revelación es este, el tiempo del despertar es este.
Que cada uno se posicione, que cada uno piense bajo la influencia del amor, del respeto, de ver a la humanidad como un solo “ser”, de comprender que no somos enemigos, que todos somos iguales ante los “ojos” del Creador, y que las diferencias aparentemente existentes, son sólo las consecuencias de la manipulación a la que la humanidad fue sometida, los efectos de seguir ciegos ante la “potestad” de algunos “dioses” que sólo buscan poder.
Pero su tiempo se ha acabado. Esta guerra y sus consecuencias les dejará al descubierto.