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domingo 24, noviembre 2024

Tiempos de cambio

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Nunca como ahora el hombre estuvo tan perdido. Nunca, en la historia de la humanidad, el ser humano se encontró en unos momentos de cambio tan trascendentales, tan definitivos.

Nada sirve, el modelo de sociedad, el modelo de individuo, los valores tradicionales, las ilusiones, todo ello se convulsiona agitado desde dentro por su misma irracionalidad, por su absoluto sinsentido, y desde fuera por las consecuencias irreversibles del egoísmo del hombre y su falta de respeto a la vida.

El hombre de principios del siglo XXI, ha vivido su infancia, su adolescencia, y ahora está entrando en su madurez. Pero no ha aprovechado las etapas anteriores, no ha asimilado las enseñanzas, no ha sacado conclusiones que ahora le pondrían en el camino correcto, enfocando su mente hacia el Cosmos y envolviendo con su corazón a todo y a todos. Porque precisamente una de las eternas y más repetidas asignaturas, aún pendiente, es la de la Unidad.
La comprensión de que este planeta es un Todo que se mueve en un Todo mayor, y que engloba en sí mismo a todas las criaturas como partes de este Todo, facilitaría mucho el camino actual y el futuro.

La separatividad, promovida desde los poderes político, económico y religioso, hace del hombre un enemigo del hombre, disputándose a través del tiempo el espacio y su control, su dominio.

Pero la separatividad, promovida desde los poderes político, económico y religioso, hace del hombre un enemigo del hombre, disputándose a través del tiempo el espacio y su control, su dominio.

Y es precisamente esa continua ansia de poseer, esa necesidad ciega de dominio sobre los demás, lo que ha conducido a que el ser humano esté perdido y desorientado, porque ese camino es siempre en círculo cerrado, no tiene salidas, no ofrece alternativas.

Quien mata, muere. Quien roba, es robado. Quien acusa, es acusado. Y el hombre, desde su inconsciencia, sólo se para a hacerse preguntas cuando el boomerang le golpea a él, no cuando lo lanza.

El hombre reacciona por los efectos, pero no va a las causas que producen esos efectos. Es más, muchas, muchas veces, señala como culpables a los demás de lo que a él le ocurre, sin comprender que existe una Ley Superior que regula todos nuestros actos e incluso nuestros pensamientos y da a cada uno según lo que haya sembrado previamente.

Pero, se ha ignorado tanto al mensajero, se han manipulado tanto las palabras reveladoras del verdadero camino, que ahora no queda nada, tan sólo confusión, dudas, miedo y soledad.

El hombre-niño ha roto sus juguetes en vez de aprender con ellos.

El hombre-adolescente ha malinterpretado la energía que en él se ha despertado y ha abusado de ella.

El hombre-maduro, ahora, está roto y cansado, perdido y confundido, incapaz de distinguir el camino de salida de una situación que él mismo ha creado y que le está destruyendo.

Se ha ignorado tanto al mensajero, se han manipulado tanto las palabras reveladoras del verdadero camino, que ahora no queda nada, tan sólo confusión, dudas, miedo y soledad.

Pero, a pesar de todo, la puerta sigue ahí, abierta para todos, oculta en medio de la niebla, del humo, de la destrucción.

Los tiempos se manifiestan por sí solos. Las profecías se cumplen. Todo lo anunciado se expresará.

Estamos viviendo una pandemia que nos abre las puertas, en medio de tanto dolor, a la posibilidad de comprender que existe otra forma de vivir, que todos y cada uno de nosotros estamos conectados por una inmensa red a todo y a todos, pero se sobrevive echando de menos el pasado, anhelando el final de esta historia para volver a vivir como antes, no aprovechando la ocasión para construir otra forma de vida, otra realidad que nos implique dar un paso evolutivo que nos aleje de situaciones como estas.

Pero, independientemente de lo que decidamos hacer, algo muy importante ha cambiado, algo que tiene que ver con el planeta, con la Tierra como “algo vivo” que ha dado un paso irreversible, un paso que mira hacia el futuro, no hacia atrás, que mira hacia lo nuevo, que mira hacia la verdad de lo que somos y de lo que se espera de nosotros como humanidad creada para un fin cósmico.

Estamos viviendo una pandemia que nos abre las puertas, en medio de tanto dolor, a la posibilidad de comprender que existe otra forma de vivir

Quien quiera ver, podrá ver. Pero para ello hay que quitarse las vendas de los ojos, hay que detenerse y usar la razón, no el razonamiento. Hay que saber observar y leer entre líneas, porque los acontecimientos son como las páginas de un libro, se suceden los unos a los otros y conducen inexorablemente hacia la última página.

Quien sea inteligente verá que no son tiempos de lamentaciones, sino de conclusiones frías y de cambios drásticos.

Quien sea humilde comprenderá que todo es para aprender lecciones, para reconocer los fallos cometidos, para enmendar el camino.

Quien no sea sordo oirá en el viento el mensaje de destrucción de lo que no sirve ya.

Quien no sea ciego verá, entre lo viejo e inútil, el nacimiento de lo nuevo, de las semillas del futuro, de una nueva raza, de un hombre nuevo, de una nueva mente.

Quien sea humilde comprenderá que todo es para aprender lecciones, para reconocer los fallos cometidos, para enmendar el camino.

Son tiempos de esperanza para los que comprenden. Son tiempos terribles para los que viven aferrados a la materia.

Son tiempos de dolor para los que nunca amaron. Son tiempos de hundimiento para los que creyeron en un «dios» falso, inventado y sostenido por los oscuros vestidos de oscuro, por los que niegan la evolución, la libertad, la vida misma.

Son tiempos de mirar hacia el cielo esperando ver la imagen del nuevo Sol que dirá a todos que el pasado ya no existe, que el futuro está aquí, que la luz ha vencido.

Es el tiempo del Hombre Nuevo.

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